Hay silencios que pesan más que cualquier cifra. Y Colombia vive uno de ellos. No porque falten datos, sino porque la realidad emocional del país se volvió tan cotidiana que ya no sorprende a nadie. La nueva encuesta del Ministerio de Salud lo confirma: el 66,3 % de los colombianos ha enfrentado algún problema de salud mental. Dos de cada tres. Una proporción que debería sacudirnos, detenernos, obligarnos a preguntarnos qué país estamos construyendo.
Pero aquí nada se detiene.
Colombia sigue avanzando como si vivir al borde fuera parte natural de ser colombiano.
Lo más revelador no es la cifra, sino lo que esconde: la mayoría lo vive en silencio, sin atención, sin red de apoyo. Solo 1 de cada 10 personas recibe atención psiquiátrica o psicológica especializada. La salud mental en Colombia no colapsó: lleva años colapsada, pero aprendimos a convivir con las grietas.
Un país que normalizó lo insoportable
Colombia se acostumbró a caminar con la emoción en carne viva.
Nos levantamos con noticias de homicidios absurdos, vivimos bajo tensiones políticas interminables, lidiamos con la incertidumbre económica, la violencia estructural y, como si fuera poco, con una profunda soledad social. Todo al tiempo. Todo encima. Todo sin pausa.
Y aun así, seguimos adelante.
Nos enseñaron que “aguantar” era un valor, que sentir era un lujo, que pedir ayuda era debilidad.
Pero el cuerpo no aguanta indefinidamente. La mente tampoco. Y aquí estamos: un país entero intentando sobrevivir a lo que nunca se resolvió.
La generación más herida
La cifra más dolorosa es la de los jóvenes.
Entre los 18 y 24 años, el 75,4 % reporta haber atravesado problemas de salud mental. Una generación que nació en guerra, creció en pandemia, se formó entre pantallas, enfrenta un mercado laboral incierto y habita un país que les exige fortaleza, pero que pocas veces les ofrece estabilidad.
Es una generación cansada, emocionalmente drenada y que carga con un peso que no debería ser suyo: la ansiedad colectiva de un país que nunca ha tenido respiro.
Un sistema incapaz de responder
Mientras las cifras crecen, la capacidad de atención sigue estancada.
Colombia, con más de 52 millones de habitantes, tiene apenas 1.449 psiquiatras generales y 91 especializados en población infantil y adolescente. Las citas son tardías, los servicios se saturan, las EPS los tratan como asuntos secundarios. Y cuando una persona finalmente logra acceder, el 34,6 % califica la atención como mala o muy mala.
La salud mental no es un tema administrativo: es una urgencia nacional.
Pero el país la sigue tratando como si fuera opcional.
La epidemia silenciosa
Mientras nos distraemos con peleas políticas, con discursos, con egos y confrontaciones, una fractura más profunda se está expandiendo. Una que no ocupa titulares, pero atraviesa a familias enteras. Una que no tiene bando, pero tiene víctimas en todos. Una que no marca tendencias, pero sí vidas.
La salud mental no es una moda. No es un lujo. No es una conversación de élites.
Es el cimiento de cualquier proyecto de país.
Y hoy ese cimiento está roto.
Colombia lleva años cargando un dolor que no nombra.
Un dolor que se hereda, que se esconde, que se normaliza.
Pero un país no puede sostenerse si su gente vive emocionalmente al borde.
Este Radar no busca culpar. Busca mostrar.
Recordar que la salud mental no es lateral: es central.
Que no se trata de estadísticas, sino de vidas.
Y que, si seguimos ignorando lo evidente, el precio lo pagará la sociedad completa.
Porque un país puede aguantar mucho…
pero ninguna nación sobrevive por mucho tiempo con su gente emocionalmente rota.
