
La Universidad Nacional de Lanús, en Argentina, ha vuelto al centro del debate. Esta vez, por la entrega del Doctorado Honoris Causa al presidente colombiano Gustavo Petro. Pero este no es un hecho aislado: en 2017, esa misma universidad ya había entregado su máxima distinción post mortem al expresidente venezolano Hugo Chávez Frías.
¿Coincidencia académica o coherencia ideológica?
Chávez y Petro: honores entre líneas
En 2017, la UNLa distinguió a Hugo Chávez, pese a que Venezuela ya atravesaba una profunda crisis humanitaria, con escasez de alimentos, represión, migración masiva y denuncias internacionales por violaciones sistemáticas a los derechos humanos. La universidad defendió su decisión en nombre de la integración regional, los derechos de los pueblos y la justicia social.
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En 2025, la misma distinción recae sobre Gustavo Petro, mientras Colombia enfrenta su propia tormenta: un aumento preocupante de los asesinatos de líderes sociales y firmantes del Acuerdo de Paz, desplazamientos forzados en regiones como el Catatumbo y el Chocó, y una crisis de gobernabilidad marcada por escándalos de corrupción, polarización y desconfianza institucional.
Petro agradeció el reconocimiento en la Casa de Nariño y recordó haber sido “profesor emérito” de la UNLa. El acto, más que académico, tuvo sabor a gesto político.
¿Reconocimiento académico o blindaje simbólico?
Cuando una universidad pública entrega un Doctorado Honoris Causa, lo que se legitima no es solo una trayectoria, sino una visión de país y de poder. En este caso, el honor llega en momentos donde las preguntas sobre la gestión de derechos humanos en Colombia son cada vez más incómodas:
• Más de 160 líderes sociales asesinados en lo que va del año.
• Denuncias de inacción del Estado frente a masacres y amenazas.
• Organismos internacionales prendiendo alarmas por la persistencia de estructuras armadas ilegales.
¿Es este el momento de premiar?
La UNLa y su patrón político
La Universidad de Lanús no es nueva en estas apuestas simbólicas. Su línea editorial ha estado históricamente vinculada a los proyectos progresistas latinoamericanos, y sus distinciones parecen más cercanas a una lógica de afinidad ideológica que a una evaluación académica objetiva.
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La pregunta de fondo es incómoda pero inevitable:
¿Puede una universidad pública convertirse en agente de legitimación de gobiernos mientras calla frente a las crisis que esos mismos gobiernos no resuelven?
Reflexión
El uso del prestigio universitario para blindar políticamente a líderes que enfrentan denuncias por omisión, represión o desprotección de su pueblo, no es un gesto inocente. Es una forma sofisticada de construir relatos de grandeza en medio de escenarios de dolor, persecución y silencio.