A Jean Claude Bossard le quedaban dos días para cumplir 30 años. Tenía una vida por delante, proyectos abiertos, una familia que viajaba a Bogotá para celebrarlo, y ese brillo de quienes todavía creen que en este país se puede construir futuro. Caminaba por una calle del norte de la ciudad, a plena luz del día, cuando dos jóvenes lo abordaron para robarle lo que llevara encima. En segundos, la conversación se volvió forcejeo, y el forcejeo se volvió un disparo. Ese disparo lo borró del mundo.
Jean Claude no es una cifra. No es un caso más en un informe de seguridad. Es un nombre, una historia y una ausencia que hoy desgarra a su familia. Su vida truncada revela algo que Colombia no puede seguir evadiendo: la violencia urbana está desbordada, y la muerte se ha vuelto demasiado barata.
No es normal que un país entierre a sus jóvenes por un morral, un celular o una cadena. No es normal que caminar por una calle de Bogotá sea una apuesta contra la suerte. No es normal que las familias se despidan en la mañana sin la certeza de volver a verse en la noche. Y sin embargo, aquí estamos: explicando lo inexplicable, justificando lo injustificable, acostumbrándonos al absurdo.
El asesinato de Jean Claude es un recordatorio doloroso de lo que se está perdiendo: talento, sueños, futuro. Es también un espejo incómodo del país que hemos permitido: uno donde la vida se vuelve desechable, donde la delincuencia opera a plena luz del día, donde los ciudadanos ya no exigen seguridad sino milagros.
Hoy desde Kienyke se rinde homenaje a Jean Claude, no desde la tragedia sino desde su humanidad: un joven trabajador, querido, lleno de proyectos, con quienes lo amaban esperándolo para celebrar. Su muerte nos obliga a mirar de frente lo que muchos prefieren no ver: Colombia no puede seguir administrando el dolor como si fuera un trámite.
Homenajear a Jean Claude es rechazar este crimen con toda la fuerza moral posible. Es exigir que la vida valga. Que la justicia actúe. Que la seguridad sea un derecho real y no una promesa repetida. Que caminar por la calle no sea un riesgo calculado. Que ningún otro joven, ninguna otra familia, tenga que ocupar este lugar.
Desde Kienyke enviamos nuestras más sentidas condolencias a su familia, a sus amigos y a todas las personas que hoy llevan este dolor. Que la memoria de Jean Claude sea un llamado urgente a cuidar la vida, a defenderla y a no normalizar jamás lo inaceptable.
