La madrugada del 13 de noviembre dejó al continente con una declaración que pesa más que un comunicado militar: Estados Unidos lanza la Operación Lanza del Sur. El nombre parece elegido para cortar el aire, pero su propósito apunta más alto: redefinir quién controla la narrativa—y el territorio—sobre el narcotráfico en el hemisferio.
Lo que se anunció no es solo una operación. Es un mensaje.
Un golpe sobre la mesa de Trump
El presidente Donald Trump, en su tono habitual de ruptura y maximalismo, dio luz verde a una fuerza de tarea que promete “expulsar a los narcoterroristas del hemisferio”. La palabra clave es esa: narcoterroristas.
Un término difuso, útil para justificar operaciones amplias y variables, donde las fronteras entre crimen, política y soberanía empiezan a borrarse.
El Comando Sur ya se puso en movimiento. No hay mapas públicos, no hay cronogramas ni listas de objetivos. Pero el mensaje es claro: Estados Unidos quiere asumir un rol directo en la región, sin los matices diplomáticos de otras administraciones.
Latinoamérica: bajo la sombra de una lanza
Este anuncio golpea especialmente a América Latina, donde tres factores se cruzan:
1. La expansión de economías ilegales que ya superan las capacidades de algunos Estados.
2. La fragilidad institucional de gobiernos enfrentados a redes criminales que mutan más rápido que las leyes.
3. El avance geopolítico de actores externos, desde China hasta el crimen trasnacional, disputando territorio, puertos, selvas y mares.
En ese contexto, Estados Unidos entra afirmando que protegerá su “patria”.
Pero el hemisferio no es su casa. El hemisferio es un continente entero con países soberanos, democracias vulnerables y poblaciones atrapadas entre el poder de la droga y el poder de la geopolítica.
La pregunta inevitable: ¿a quién apunta realmente la lanza?
El simbolismo es demasiado evidente.
Cuando Trump dice “narcoterrorismo”, muchos miran hacia Venezuela.
Otros hacia la frontera sur de México.
Otros hacia las rutas marítimas que nacen en Colombia.
Y todos hacia la creciente violencia que ya no distingue cultivos, corredores o banderas.
Pero lo más inquietante es lo que no se dice:
• ¿Quién define quién es narcoterrorista?
• ¿Hasta dónde llega la operación?
• ¿Qué países aceptarían tropas o cooperación ampliada?
• ¿Qué pasa si un país se niega?
La ambigüedad hace parte de la estrategia.
Colombia en el tablero: protagonista involuntario
Para Colombia, esta operación llega en un momento de máxima fragilidad institucional:
• cultivos ilícitos disparados,
• rutas marítimas más activas que nunca,
• un Estado atrapado entre su propia crisis de seguridad y una narrativa gubernamental que se mueve entre la ideología y la improvisación.
Estados Unidos no actuará sin mirar a Colombia.
Pero Colombia ya no es el aliado predecible de otros tiempos.
Y ese vacío de claridad puede abrir un escenario de tensiones inéditas.
La región en alerta: ¿protección o intervención?
La Lanza del Sur llega con una promesa: “defender”.
Pero la defensa de uno puede sentirse como la intervención de otro.
América Latina no necesita una operación que marque territorios, sino una estrategia que entienda realidades. Y el narcotráfico no se combate solo con helicópteros o comandos especiales: se combate con Estado, presencia, oportunidades y verdad.
Pero en la política real, las realidades importan menos que los titulares, las percepciones y la necesidad de demostrar poder.
Lo que sí sabemos: esta lanza no es simbólica
El continente acaba de entrar en una nueva etapa de tensión.
Estados Unidos activó una operación con nombre, narrativa y objetivo, aunque no tenga calendario público.
Los países vecinos ya leen el anuncio como un cambio en la doctrina militar norteamericana hacia la región.
