
Lo aprobado en Estrasburgo no es todavía una decisión de toda la Unión Europea, pero sí un mensaje político que retumba en la región. El Parlamento Europeo resolvió pedir que el Cartel de los Soles sea incluido en la lista de organizaciones terroristas de la UE. Y en medio de esa votación, con 355 eurodiputados a favor y 173 en contra, lanzó un mensaje directo a Colombia: la condena al magnicidio del senador Miguel Uribe Turbay.
La Eurocámara describió al Cartel de los Soles como una “organización criminal transnacional vinculada al narcotráfico, la trata de personas, la extorsión, los secuestros, las desapariciones forzadas y los asesinatos selectivos”, con operaciones que se extienden más allá de Venezuela hasta alcanzar a la región e incluso, advierte, a Estados miembros europeos.
El golpe más fuerte fue para Colombia. Al mencionar a Miguel Uribe, el Parlamento no habló de un hecho aislado, sino de un crimen político que refleja la penetración del narcotráfico y el poder de los carteles en el país. La resolución exigió a las autoridades colombianas identificar y llevar ante la justicia a los responsables, advirtiendo que su asesinato no puede quedar en la impunidad.
Aunque la resolución no tiene efectos jurídicos inmediatos, será el Consejo de la Unión Europea el que decida si convierte esta moción en sanciones y medidas concretas, el mensaje es inequívoco: Europa ya no discute si el Cartel de los Soles existe, lo da por hecho. Y al unirlo al asesinato de un senador colombiano, coloca a Colombia en el centro del tablero internacional y la obliga a mirarse en un espejo que por años ha evitado.
La pregunta es incómoda pero inevitable: ¿responderá Colombia con acción y verdad, o seguirá atrapada entre la negación política y el poder real de las mafias?