Esta es una ecuación muy sencilla y más que demostrada científicamente, por tanto de usted depende cómo actuar al respecto. El estrés es la enfermedad silenciosa de los tiempos modernos que acaba repercutiendo en muchas otras enfermedades convencionales, entre ellas la obesidad y el sobrepeso, por tanto no controlar los niveles de estrés que soporta le conducirá entre otras muchas cosas a subir de peso, tener peor apariencia física y bajar considerablemente su autoestima.
Si bien no es la única causa de aumento de peso, es importante saber cómo le afecta y cómo poder controlarlo. Muchas personas ven fracasar una y otra vez sus intentos por bajar de peso sin sospechar que detrás de ello se esconden una altas dosis de estrés que impiden lograr dicho objetivo. Debemos tener claro y diferenciar los tipos de estrés, ya que a todos nos pasa en algún momento que podemos vernos afectados por un pico de estrés agudo, pero no es este el que nos debe preocupar, ya que es normal y será pasajero, el que verdaderamente nos engorda es el llamado estrés crónico.
¿Qué causa el estrés?
Tiene un nombre y se llama cortisol, es conocida como la hormona del estrés. Nuestro organismo la produce ante situaciones de emergencia para ayudarnos a enfrentar los problemas y su impacto en el metabolismo es muy importante. Esta hormona la producen las glándulas suprarrenales.
Cuando estamos sometidos a una situación de estrés crónico, interno o externo, se disparan en el organismo los niveles de cortisol, lo que provoca que al ser el único proveedor de glucosa del cerebro, el cuerpo trate de conseguirla por diferentes vías como pueden ser los tejidos, las proteínas musculares o los ácidos grasos, lo cual provoca el aumento de grasa en el cuerpo.
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Algunos de los síntomas que pueden aparecer y que revelan unos niveles elevados de cortisol con los cambios en el comportamiento como la irritabilidad constante, sentimientos irracionales de ira, una falta absoluta de sentido del humor y ganas permanentes como de llorar sin causa.
A estos debemos añadir una serie de síntomas físicos como el cansancio permanente así no estemos realizando ninguna actividad, dolores de cabeza, palpitaciones, hipertensión, contrastes bruscos entre una falta de apetito o una gula y bulimia desmesurada, a estos se agregan los problemas digestivos, orina frecuente, diarrea o estreñimiento, los dolores, calambres musculares, infertilidad, menstruación interrumpida e incluso abortos espontáneos sin causa aparente.
Otra de las consecuencias del estrés crónico es disminución de las defensas y la pérdida de memoria, debido a que los altos niveles de cortisol dañan la conexión entre las células del cerebro.
Controlar el cortisol
¿Qué podemos hacer para mantener a raya el cortisol? A continuación vamos a repasar algunos consejos que nos pueden ayudar. El primero es suministrar al organismo los nutrientes necesarios para prevenir cualquier deficiencia, como proteínas de alta calidad, ácidos grasos esenciales, carbohidratos complejos, vitaminas y minerales.
Es aconsejable consumir huevo, leche y cereales integrales, ricos en triptófano, el aminoácido que estimula la producción de serotonina, la hormona del bienestar.
Es bueno evitar el consumo de bebidas excitantes como el café, las gaseosas de de cola y el alcohol, los edulcorantes artificiales, sobre todo el aspartame, que estimula en exceso el funcionamiento de las glándulas suprarrenales.
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El descanso debe respetarlo, muy importante dormir siete u ocho horas por la noche para que nuestro organismo ponga en marcha el mecanismo de renovación y recuperación celular. Del mismo modo, ejercitarse con frecuencia y realizar actividades como el yoga, ejercicios de relajación, meditación o técnicas de respiración que ayudan a contrarrestar la tensión. Una vida sexual sana y regular también le ayudará
¿Por qué más estrés es más peso? La explicación científica la podemos dar después de la más lógica y elemental, mayor estrés suele ir asociado a mayores cuadros de ansiedad y por tanto a una mayor y desordenada ingesta de alimentos de toda clase. El cerebro ahí influye mucho, pues intenta aliviar el estrés con comida, activa el centro de recompensa de que, por ejemplo, comer un helado o unas papas fritas nos proporcionará una sensación de bienestar. El problema es que una vez ha pasado el efecto, sentiremos deseos de consumir más de esos alimentos para relajarnos y eso tiene unas consecuencias terribles. Pero aparte de esa lógica aplastante, el cortisol provoca el aumento de insulina y la elevación de estos niveles desencadena un aumento del apetito, especialmente por consumir dulces y féculas. Este hábito favorece el almacenamiento de grasa, generando altos niveles de sustancias inflamatorias en el hígado. Por todo ello, es importante combatir el problema desde la raíz, mitigando el estrés podrá paliar todas sus nefastas consecuencias.