
Más allá de producir miel, las abejas son pequeñas arquitectas de la vida. Cada zumbido suyo en el aire lleva una misión silenciosa pero poderosa: garantizar que miles de especies vegetales puedan reproducirse y que nuestros alimentos lleguen a la mesa. Hoy, en el marco del Día Mundial de la Abeja, la docente Jenny Parra, del programa de Zootecnia de UNIAGRARIA, hace un llamado urgente: la conservación de estos insectos es una tarea que nos corresponde a todos.
Aunque suelen llevarse todo el crédito por la miel, las abejas —junto a otros insectos como escarabajos, mariposas y moscas— cumplen una función mucho más compleja: son responsables de la polinización de un alto porcentaje de las plantas que usamos para producir alimentos. Existen más de 20.000 especies de abejas en el mundo, y su visita a las flores no solo alimenta a la colmena, sino que permite que los cultivos sean más productivos y que las especies florales puedan reproducirse.
“Las abejas tienen un papel clave en la conservación del medio ambiente. Gracias a ellas, muchos ecosistemas se mantienen en equilibrio”, explica Parra.
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¿Por qué están desapareciendo?
Cada año se reporta una disminución preocupante en las poblaciones de abejas. Según Parra, la pérdida de hábitat natural, el uso indiscriminado de pesticidas, la expansión de monocultivos y el desconocimiento sobre las especies silvestres están entre los principales factores de amenaza.
Muchas veces, por miedo a que piquen, se destruyen colmenas sin saber que algunas especies ni siquiera tienen aguijón. “Falta educación sobre su biología y comportamiento. Entenderlas es la mejor forma de evitar accidentes y fomentar su conservación”, dice la experta.
¿Y qué podemos hacer desde casa?
Proteger a las abejas no requiere ser apicultor. Desde casa, acciones simples pueden marcar la diferencia:
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Plantar flores ricas en néctar y polen durante todo el año.
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Evitar el uso de pesticidas o reemplazarlos por alternativas más limpias.
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Construir hoteles de abejas para especies solitarias.
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Educar a niños y adultos sobre la importancia de estos insectos.
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Reubicar enjambres en lugar de destruirlos si aparecen cerca de zonas urbanas.
“La conciencia es el primer paso. Si entendemos que dependemos de ellas para producir comida, seguramente las veremos con otros ojos”, agrega Parra.
Sin abejas, no hay comida
Las consecuencias de su desaparición serían devastadoras. Sin polinización, disminuye la producción de frutos y semillas, lo que afectaría tanto la alimentación humana como la de otros animales.
“Otros polinizadores como aves o mamíferos también ayudan, pero ninguno tiene la capacidad de trabajo de una colmena de abejas. Su eficacia es impresionante: miles de individuos trabajando en equipo durante horas todos los días”, destaca Parra.
Lo cierto es que, sin abejas, no podríamos alimentar al mundo. Así de simple, así de urgente.