100 días desde el regreso de Trump: ¿Cómo ha impactado a Colombia?

Dom, 04/05/2025 - 08:00
En un entorno donde el pragmatismo y los resultados concretos pesan más que las afinidades ideológicas, Colombia debe posicionarse como un socio confiable, dinámico y propositivo.
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EFE

A cien días del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, su segundo mandato ha confirmado lo que muchos analistas anticipaban: una administración aún más agresiva, centralizadora y disruptiva, tanto en lo interno como en lo externo. Bajo el lema “America First” y el ideario del movimiento MAGA, Trump ha desplegado una ofensiva institucional sin precedentes en la historia reciente de Estados Unidos, con implicaciones profundas en el equilibrio político global, las relaciones bilaterales y, de manera particular, en países como Colombia.

Un gobierno de órdenes ejecutivas

En apenas poco más de tres meses, Trump ha firmado 138 órdenes ejecutivas, superando con creces a sus antecesores en similar periodo. Este uso intensivo del poder presidencial busca sortear el control legislativo y ejecutar directamente su agenda, una hoja de ruta marcada por la reconfiguración institucional del Estado.

Entre las medidas más polémicas se destacan el desmantelamiento de estructuras federales consideradas “ineficientes”, el recorte de financiamiento a universidades que critican su ideología, la suspensión de colaboraciones internacionales estratégicas y una ofensiva directa contra los medios de comunicación que considera opositores. Estas acciones apuntan a consolidar una arquitectura de poder vertical, en la que el presidente se convierte en el principal emisor de decisiones y políticas, reduciendo los contrapesos tradicionales de la democracia estadounidense.

Política exterior: el regreso del unilateralismo

En el plano internacional, Trump ha reeditado su estrategia de bilateralismo agresivo, imponiendo condiciones comerciales estrictas a aliados históricos, renegociando tratados e imponiendo aranceles a importaciones clave. La lógica detrás de esta política se mantiene firme: proteger la industria nacional, reducir el déficit comercial y recuperar empleos en sectores tradicionales estadounidenses.

Sin embargo, este enfoque ha generado un efecto dominó en el tablero geopolítico. La retirada de Estados Unidos de instancias multilaterales y su postura de “competencia entre naciones” ha provocado una reorganización de la globalización, con nuevos bloques de poder emergiendo y antiguos aliados revaluando sus relaciones con Washington.

Una nación dividida: apoyo incondicional y rechazo generalizado

Internamente, los números hablan por sí solos. Según encuestas recientes de The New York Times y Siena College, el 66% de los votantes califica estos primeros 100 días como “caóticos” y el 59% como “aterradores”. El índice de aprobación presidencial ha caído 18 puntos desde su regreso, situándose en un 42%.

No obstante, esta caída no ha afectado el núcleo duro de su base, que continúa movilizada y leal. Un 42% describe su gobierno como “emocionante”, señal de que, para muchos, su estilo confrontativo es sinónimo de acción y determinación.

Trump, lejos de moderar su discurso, ha optado por intensificar su estrategia. Su narrativa se alimenta del enfrentamiento, el enemigo interno (el “Estado profundo”, los medios, la academia) y el orgullo nacionalista. El resultado es un entorno político cada vez más polarizado, en el que la figura presidencial actúa como catalizador de tensiones sociales, económicas y culturales.

Colombia ante el nuevo orden: riesgos y oportunidades

Aunque Colombia no ha sido foco directo de medidas contundentes durante estos 100 días, el regreso de Trump a la presidencia representa un cambio de paradigma en la relación bilateral. Como señaló María Claudia Lacouture, presidenta de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham), el país tiene ante sí una oportunidad estratégica si actúa con pragmatismo y visión de largo plazo.

Trump ha dejado claro que privilegiará socios confiables y eficaces. En este contexto, Colombia podría consolidarse como un aliado clave en temas de seguridad, lucha contra el narcotráfico, control migratorio y comercio, siempre y cuando adapte su discurso a las prioridades estadounidenses.

La clave está en alejarse de retóricas ideológicas y enfocarse en resultados concretos. Washington exige compromisos medibles y cooperación directa. Si Colombia logra demostrar que puede ser parte de la solución —y no del problema—, podría beneficiarse incluso en medio de la reconfiguración global liderada por Estados Unidos.

Sin embargo, este acercamiento no está exento de riesgos. La presión por endurecer políticas migratorias o intensificar la lucha contra el narcotráfico podría poner al gobierno colombiano en tensiones internas. Además, cualquier movimiento que no sea percibido como suficientemente alineado con los intereses de Washington podría acarrear represalias diplomáticas o económicas.

Un futuro incierto

Los primeros 100 días de Donald Trump han confirmado que su segunda presidencia no será de transición ni reconciliación. Su retorno está guiado por una idea de poder que prioriza la eficacia sobre el consenso, la acción sobre la diplomacia, y el liderazgo unilateral sobre la cooperación multilateral.

Para países como Colombia, la clave en esta nueva etapa será entender las reglas del juego: un mundo menos colaborativo, más competitivo, donde la relación con Estados Unidos dependerá menos de afinidades históricas y más de beneficios concretos. En este contexto, solo quienes logren adaptarse con rapidez y firmeza tendrán un lugar destacado en la era Trump 2.0.

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