La caricatura de la semana parte de una escena reconocible: el edificio central del campus, con el conocido rostro del Che en la fachada, y dos figuras pequeñas conversando en la plaza. Una dice: «Al Che lo borran y siempre vuelve»; la otra remata: «Al rector no le pasó lo mismo».
El chiste dialoga directamente con la noticia que marcó la semana universitaria: el Consejo de Estado anuló la elección de Leopoldo Múnera como rector de la Universidad Nacional, al concluir que el Consejo Superior Universitario ya había agotado su competencia cuando, en marzo de 2024, designó a José Ismael Peña, y que esa decisión solo podía ser revisada por un juez y no por el mismo órgano que la tomó. El fallo deja sin efectos el acto que nombró a Múnera y despeja el camino para el retorno de Peña a la rectoría.
La primera frase —«Al Che lo borran y siempre vuelve»— alude a una práctica conocida en la Universidad Nacional: el mural de la fachada ha sido tapado, intervenido y vuelto a pintar varias veces, pero reaparece como una especie de marca de identidad política del campus. No depende de un acto administrativo, sino de una comunidad que, cada vez que siente que lo borran, lo vuelve a poner en su lugar.
La segunda frase —«Al rector no le pasó lo mismo»— introduce el contraste: mientras el mural resiste a punta de repetición y memoria, la rectoría de Múnera no resiste al fallo judicial. Su elección se borra del plano institucional; no porque la comunidad deje de reconocerlo, sino porque una sentencia dice que el acto que lo nombró nunca debió existir. Múnera ya anunció que acata la decisión.
La caricatura, sin decirlo explícitamente, resume la tensión que ha atravesado a la Universidad Nacional durante año y medio:
- De un lado, la legitimidad social y política de un rector que ganó la consulta a la comunidad universitaria y fue leído por muchos como la opción de cambio.
- Del otro, la legalidad estricta de unos procedimientos que el Consejo de Estado reivindica como límite: una vez el CSU eligió a Peña, no podía “corregirse” a sí mismo meses después.
La viñeta no entra a discutir quién tiene la razón, pero sí muestra que los símbolos y los cargos no obedecen a la misma lógica. El mural vuelve porque depende de la acción colectiva; el rector no vuelve porque depende de un fallo y de una correlación de fuerzas en el CSU.
Por eso funciona como caricatura de la semana: toma una noticia altamente jurídica y la traduce en una imagen simple que cualquiera en la comunidad entiende. No explica el expediente, pero sí deja planteada la pregunta de fondo: en una universidad pública atravesada por conflictos de representación, ¿qué pesa más en el tiempo, los símbolos que la comunidad rehace una y otra vez o las decisiones formales que definen, por unos años, quién firma como rector?
