La Iglesia Católica y los obispos de Colombia manifestaron su profunda aflicción y preocupación por las masacres de 5 jóvenes en Cali y de 8 jóvenes en Samaniego (Nariño), asesinados brutalmente los pasados 11 y 15 de agosto.
"Oramos a Dios por las victimas y expresamos nuestra cercanía y solidaridad a sus familias, a los habitantes de las ciudades donde sucedieron estos crímenes y a las comunidades eclesiales de la Arquidiócesis de Cali y de la Diócesis de Ipiales", señalaron a través de un comunicado.
Para la Iglesia estos hechos se suman a las amenazas a personas y a comunidades, a los asesinatos de lideres sociales y de excombatientes de las Farc, y a los enfrentamientos armados por el control de las rutas del narcotráfico que se han verificado recientemente en otros departamentos del país, como Norte de Santander, Chocó, y Cauca.
"Proclamamos que la vida humana es sagrada e inviolable, que ella constituye el primero y fundamental de los derechos, y que, por tanto, todo asesinato es un crimen gravísimo, no sólo contra las personas sino también contra la sociedad", se lee en el comunicado.
Así mismo, hicieron una llamado al Papa Francisco, exhortando a los grupos armados ilegales y a las bandas delincuenciales al cese definitivo de sus acciones violentas y de las confrontaciones, que agravan la crisis humanitaria que se vive en el país por cuenta de la pandemia.
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"Animamos al Gobierno Nacional a concentrar aún más esfuerzos para asegurar la protección efectiva y la atención integral a las comunidades que padecen con mayor rigor las consecuencias de la violencia, así como a seguir avanzando en la implementación de los Acuerdos de Paz", indicaron los obispos de Colombia.