
En la Penitenciaría El Bosque, ubicada en el suroccidente de Barranquilla, varios reclusos habrían celebrado el Día de Amor y Amistad con cerveza, música a alto volumen, celulares y una fiesta que parece más propia de un club privado que de un centro de reclusión.
Los hechos habrían ocurrido durante el fin de semana del 20 y 21 de septiembre, cuando, según videos que circularon en redes sociales, los internos del pabellón B organizaron su propia celebración dentro del penal. En las imágenes se observa a hombres bailando, brindando con botellas en mano y utilizando dispositivos prohibidos, en medio de un ambiente festivo que rompe con la seguridad que debería regir en un establecimiento carcelario.
Testimonios anónimos desde el interior señalan que la presunta fiesta no sería un hecho aislado, sino una práctica que se repite bajo la mirada permisiva o incluso con la presunta participación de algunos funcionarios del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec). Las denuncias también apuntan a que miembros de la banda criminal Los Costeños habrían coordinado la actividad, lo que refuerza las alertas sobre el poder que siguen ejerciendo estas estructuras dentro de los centros penitenciarios.
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Ante la difusión de las imágenes, el Inpec confirmó la apertura de una investigación disciplinaria tanto contra los internos involucrados como contra los funcionarios que habrían facilitado la celebración. Además, la entidad anunció operativos de control en el pabellón B para establecer responsabilidades y prevenir que este tipo de situaciones se repitan.
Este escándalo vuelve a poner en el centro del debate el estado del sistema penitenciario en Colombia y los desafíos que enfrenta el país para ejercer control efectivo en sus cárceles. También reabre la discusión sobre cómo, a pesar de estar tras las rejas, las organizaciones criminales continúan teniendo influencia y capacidad de acción dentro de los centros de reclusión.