
Por: @jcmentefacto
Médico, abogado, ingeniero o militar, esas eran las opciones. Diego optó por la última pese a que en vez de tener un fusil en sus manos soñaba con tener un cuchillo de cocina y una cuchara.
Lea también: El hombre que vende Chocoramo y Pony Malta en Dubai
“Aunque siempre me gustó la cocina, tenía temor de decir: ‘No papá, quiero ser cocinero’. Eso no era considerado como una carrera sino como un oficio de mujeres”, los demás hombres de su familia eran agricultores o ganaderos. ¿Un hombre en la cocina? Jamás.
Durante los cerca de diez años que permaneció en el ejército, Diego Andrés López Avendaño recorrió gran parte del país enfrentando a la guerrilla, los paramilitares y al narcotráfico. Se retiró como teniente.
También le puede interesar: Una sucursal del restaurante más caro del mundo está en Bogotá
“En el ejército cocinar es función de los soldados pero de vez en cuando en el área de operaciones cociné para ellos”, recuerda.
Mientras en Neiva su mamá sufría porque Diego le ponía el pecho a las balas, él se sentía orgulloso porque aparte de “servirle a la patria”, aprendía de cocina.
“Estuve en muchísimas partes del país. En el norte, en el sur, oriente y occidente. Pasé por casi todos los departamentos de Colombia y por donde me movía aprendía de comida. Los soldados me enseñaron la gastronomía del Pacífico, de Antioquia, del Meta, de los Llanos, de Nariño, de la costa, de todos lados y siempre pensé que algún día tenía que estudiar cocina así sea por hobby”.
El día apareció. “Llegó un momento de la carrera militar en el que sentí que había cumplido la cuota de servir a la patria en el área de operaciones y tomé la decisión de retirarme para empezar a servir desde una cocina”.
Para Diego tomar la decisión fue fácil. Tenía ya la suficiente edad para cumplir su sueño. Aceptarlo fue más difícil para su familia, en especial para su padre.
“Para él fue muy duro, sufrió mucho. Creo que puede ser por la pena de que sus amigos le dijeran algo porque su hijo se había retirado de ser militar para ser cocinero, era como la preocupación sobre lo que iban a pensar”.
Pero mientras que para su papá no fue una buena noticia, si lo fue para su madre.
“Ella nunca fue partidaria de que yo estuviera en las fuerzas militares. Sufría mucho cuando estaba en la selva, me decía que me retirara”, después de muchos años se le cumplió el sueño.
Esta vez Diego se enlistó en el colegio de gastronomía Gato Dumas, al sitio nunca había llegado alguien como él.
“La directora me dijo que siempre llegaban a estudiar por hobby ingenieros, médicos o arquitectos pero nunca un militar que de un momento a otro decide cambiar un arma por un cuchillo de trabajo”.
Eso, ser militar, “también me ha abierto muchas puertas porque en el ejército adquirí disciplina, seriedad, compromiso y otras cosas que gané y que me sirven en la cocina”.
Diego, de 32 años, amante de la salsa e hincha del Atlético Huila, cumplió su sueño.
“Empecé a hacer la carrera y cuando iba de visita a Neiva poco a poco le fui explicando a mi papá las cosas y con el tiempo entendió que ya no era militar”.
Este trabajo no solo fue de palabra, Diego convenció a su papá con sus platos. “Ahora me apoya al 100%”, dice, mientras al fondo se escucha gente hablando en inglés y árabe.
Diego Andrés López Avendaño hoy vive en Abu Dabi. En la segunda ciudad más poblada de los Emiratos Árabes Unidos prepara y vende bandeja paisa, sancocho, ajiaco, sudado y otras delicias de la cocina colombiana. Es el único que las vende.
En ocasiones, y con entonado acento opita, Diego habla más como un químico que como un un cocinero.
“Se hacen muchas pruebas, cocciones, mezclas. Y eso lo hago porque los productos no son los mismos que tenemos en Colombia, pero quiero que todo sepa como si se comiera en Colombia, hay que preparar con detalle cada plato”. Por ejemplo, el arroz de la bandeja paisa es egipcio, mientras que el plátano es filipino. Esta es, quizá, la única bandeja paisa con arroz africano y plátano asiático.
“Próximamente ofreceré enyucados, encocados de langostino, arroz con coco, mojarra frita”.
Actualmente un teniente del ejército gana unos cuatro millones de pesos. “Se nota mucho la diferencia”, es la forma en la que Diego dice que se gana más que eso siendo cocinero en Abu Dabi.
Diego trabaja dos días a la semana: viernes y sábado, son los días en que se abre el restaurante. Eso días se levanta a las 6:30 de la mañana.
Como está recién llegado, el teniente retirado Diego Avendaño pasa sus días recorriendo plazas de mercado en busca de los mejores productos.
Aunque por este tiempo Diego pasa “los días más felices de su vida”, no olvida los más tristes. Son dos, ambos los padeció por culpa de la guerra.
“En 2006 cuando nació mi primer hijo estaba en La Macarena y no pude estar presente en el nacimiento. Pasó lo mismo en 2010, estaba en el Catatumbo. No pude estar presente para el nacimiento de mi segundo hijo”.
En la aventura árabe, dice, “mi esposa me apoya al 100%”, su objetivo, en un futuro no muy lejano, es llevarse a su familia a vivir en el país que pasa sus días flotando sobre el golfo Pérsico.
“Los que venimos a este país lo hacemos en busca de una mejor oportunidad y para tratar de dejar en alto el nombre del país.
Mucha gente me cuestiona, otros me felicitan pero desde que me sienta bien en lo que yo hago no puedo dejarme influir en lo que digan los demás”, dice.
Y mientras trabaja para dejar en alto el nombre de Colombia y por evitar dejarse influenciar por lo que le digan los demás, Diego sigue librando la guerra más feliz de su vida. Ya cumplió el sueño de ser cocinero, pero no deja de soñar.
“Quiero algún día cocinarle a Lionel Messi”, dice.
https://www.youtube.com/watch?v=wPr2IZ8-NDo


