Barbie y su alma de prostituta

Sáb, 06/08/2011 - 11:00
La mayoría de mujeres, o por lo menos las de mi generación, crecimos recibiendo Barbies en Navidad. Aunque para muchas de nosotras no fuese nuestro regalo soñado, nos acostumbramos a verlas como el
La mayoría de mujeres, o por lo menos las de mi generación, crecimos recibiendo Barbies en Navidad. Aunque para muchas de nosotras no fuese nuestro regalo soñado, nos acostumbramos a verlas como el juguete ideal para las niñas. El prototipo de belleza y sobre todo de feminidad estaba encarnado por una Barbie rubia, adulta, con un cuerpo perfecto y, lo más importante, un novio guapísimo. Barbie profesora, doctora, bailarina, cantante para muchas se traducían a sus sueños de adultez y para nuestras madres el regalo perfecto del niño Dios. La Barbie, que en apariencia fue un invento de los años 60 que nació después de que Ruth Handler descubriera que su hija prefería jugar con muñecas de características adultas y no infantiles, esconde detrás una historia que tiene más de la Alemania Nazi que de los castillos de princesas color rosa inventados por los gringos. En la postguerra el uso de las muñecas sexuales había disminuido debido a que años atrás, con ánimos de prevenir que sus soldados se contagiaran enfermedades como la sífilis, Hitler había incrementado la producción de las conocidas muñecas inflables. Sin embargo, durante el bombardeo de Dresde por parte de las fuerzas aliadas éstas fueron quemadas y dejadas en el olvido. La inspiración de la Barbie de Mattel fue el personaje del comic semipornográfico de Reinhard Beuthien, publicado el 24 de junio de 1952 en el periódico alemán Bild. Lilli fue creada especialmente para hombres. Era una secretaria ambiciosa y libertina que se ganaba la vida saliendo con hombres ricos mientras hablaba abiertamente de política, moda y sexo. El personaje se transformó en un juguete de tipo sexual diseñado por Max Weissbrodt, quien hizo un prototipo de la muñeca, plasmando los deseos de los hombres. De 1955 a 1964 se vendía en Alemania y alcanzó las 130.000 producciones, hasta que Mattel compró los derechos y los alemanes dejaron de fabricarlas. El matrimonio Handler, a la cabeza de Mattel, transformó su imagen de prostituta en la de una joven apasionada por la moda llamada Barbie, en honor a su hija Bárbara. Desde su primera aparición, en 1959, esta muñeca se ha convertido en un ícono, un modelo para muchas niñas que aman el peinado, la ropa y el estilo de Barbie. Es posible que desde pequeñas nos quieran vender la idea de mujer puritana feliz, al lado de un Ken y un convertible, pero ¿Por qué nos quedamos con la rubia santurrona y desechamos a la irreverente inmoral? Tal vez porque nos han educado para ser madres puras y virginales. Así Barbie sea el prototipo de mujer perfecta dentro de una sociedad –que por lo menos en la colombiana–, está totalmente descontextualizada, cada mujer, así como Lilli, la muñeca plástica, tiene en su interior una innegable alma de puta. Sin duda, su éxito mundial se le atribuye al cambio de imagen que le dio Mattel a esa muñeca de tan baja reputación, pues está claro que el ‘libertinaje’ nunca ha sido bien visto. Sin embargo, esta comparación, en apariencia feminista, sirve para revelar una de las piezas claves que conforman nuestra industria cultural. Hace menos de un año abrió sus puertas el almacén Barbie (Calle 82 # 9-15), que vende piezas de colección de hasta 800 mil pesos. Sus dueñas, Carolina Alzate y Silvia Montañez, madre e hija, han hecho del lugar un anticuario de muñecas en el que reposan más de 100 dentro de vitrinas con vestidos y peinados de exhibición. Hay 70 muñeca “No jugadas, no peinadas”, dice Silvia. Todas reposan en sus cajas originales desde la década de 1990. Un par, Cleopatra y Atenea, hacen parte de una serie limitada de 2010 y son las más costosas. También hay muñecas de distintos temas como cine, aniversarios, estaciones, cuentos infantiles, fiestas. Reproducciones de los personajes de las películas, algunas de la serie urbana, vestidos de novia y alta costura diseñados por Bob Mackie y cuatro muñecas de porcelana. Exhibidas en una vitrina especial están las preferidas de Silvia, las muñecas con las que jugó en su infancia: la del 63, una Barbie sin pelo pero con pelucas intercambiables, el primer Ken, la Barbie hippie del los sesenta, las hermanas originales y las primeras Barbies negras. Sin embargo, éstas al igual que las de la colección de su madre, no están a la venta.
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