
En el fondo del Atlántico hay un inmenso féretro de hierro con 44 muertos en su interior. En tierra, los vivos siguen esperando. Las respuestas de lo que pasó con el submarino argentino Ara San Juan no llegan o llegan a medias, enredadas entre un entramado de escritorios y funcionarios.
La espera de las familias completa 2 meses. A los 15 días de que el submarino desapareciera de los radares, el gobierno argentino dio por muertos a los tripulantes y terminó la búsqueda. Empezó otra batalla: ahora había que sacar la verdad a flote, no del fondo del mar, sino de las profundidades de un estado casi tan impenetrable como el lecho marino.
El jueves 23 se reveló un comunicado que hablaba de una “anomalía acústica” que había generado una “evento anómalo singular corto violento y no nuclear consistente con una explosión”.
Los días que siguieron, 24, 25. 26, 27 y 28 se fueron quemando entre la zozobra y la angustia. No se sabía nada. Cada minuto que pasaba se perdían más las esperanzas: las previsiones, la energía y sobre todo el oxígeno al interior de la nave eran cada vez menos.
30 de noviembre: la Armada argentina y el Ministerio de defensa decretan oficialmente el fin de los operativos de búsqueda y rescate.
Cronología de una tragedia
Pasadas las 7 de la mañana del martes 15 de noviembre del 2017 se recibió la última comunicación del ARA San Juan. Había partido del Puerto Ushuaia con destino a la Base de Mar del Plata. El radar mostró que el submarino estaba a 432 millas náuticas al sudeste de la Península de Valdés. Y de pronto, sin una causa aparente, la potente nave desapareció sin dejar rastro. Que hubo una explosión, dicen; que un fallo en las baterías, o que incluso pudo haber un ataque. Literalmente se evaporó, en todo caso, sin que se supiera a ciencia cierta qué pasó. 3 meses y sigue sin saberse. [single-related post_id="784895"] Empieza la búsqueda. Dos días después la armada sacó un comunicado. La prensa ya no hablaba de más. Y ante la imposibilidad de los efectivos argentinos para dar con los marinos perdidos, se lanzó un llamado internacional que atendieron los rusos, los estadounidenses, los británicos, los alemanes, franceses, españoles, italianos, noruegos, chilenos, peruanos, ecuatorianos, y como no: los colombianos, que enviaron un avión CN-235, especialista en patrullaje marítimo. El 18 de noviembre ya habían realizado un barrido de toda la zona en la que podría estar el submarino. El desfile los expertos internacionales, con toda su parafernalia, ya era una constante en pistas de aterrizaje y embarcaderos argentinos. El 19 ya había un equipo bastante grande. El 20 salió a la luz la teoría de que pudo haber un fallo eléctrico. “El día miércoles se informó este principio de avería, por eso se cambió la derrota (la ruta del buque) y se lo pone rumbo a Mar del Plata", explicó el vocero de la Armada argentina. [single-related post_id="810324"] Ese mismo día se detectaron ruidos a 350 kilómetros de la costa. Aparentemente venían del submarino. Revivió la esperanza. “Se analizó la firma acústica y no corresponde a un submarino. No corresponde a un patrón de lo que sería golpes de casco en sistema morse. Es un ruido continuo, constante que podría ser un ruido biológico", explicó el portavoz. El 22 se vieron unas véngalas cerca de la Península de Valdés. De inmediato se descartó que pudieran ser del submarino.