¿De dónde viene un tal Wolfine?

Jue, 20/12/2012 - 15:01
A veces se despierta llorando y consumido por el pánico. Suele levantarse en la mitad de la noche para escribir sus sueños como un maniático. Una vez soñó que estaba en el barrio Manrique de Mede
A veces se despierta llorando y consumido por el pánico. Suele levantarse en la mitad de la noche para escribir sus sueños como un maniático. Una vez soñó que estaba en el barrio Manrique de Medellín, en una vieja casa con solar. Mientras miraba al cielo, todo oscureció de repente. Sintió “una energía maluca”, como si algo terrible fuera a pasar. Entonces empezaron a llover gotas que quemaban. Él corrió hacia el interior de la casa gritando que el mundo se iba a acabar. Las gotas traspasaban el techo derritiéndolo. Después oyó un sonido raro y aturdidor que no puede explicar aunque lo intente definir. Se escuchaba como una explosión, pero no era tal: “¡Puaasshhh!”. Aún le dan escalofríos cuando habla de ese sueño. Se le pone la piel de gallina. “¿Cómo es que le dicen a eso, al fin del mundo? …Ah, sí, eso: Apocalipsis.” Interpreta su sueño como un mensaje de dios que lo invita a disfrutar más su familia. Para Wolfine, que se pronuncia “Wolfain”, no hay nada más importante. Andrés Zapata, ese es su verdadero nombre. Nació en Medellín en 1978 y es el mayor de tres hermanos que se llevan un año entre sí: “Éramos muy plaga. Cuando nos castigaban, que nos encerraban en la casa, nos salíamos por el techo”. Ya no recuerda si nació en Buenos Aires o en Castilla, pero lo criaron sus viejos en Manrique. Desde niño era aficionado a las peleas. Pero no a verlas, sino a participar en ellas, por eso le pusieron Wolfine: lobo de pelea. Nunca le dieron un tiro o una puñalada, pero lo golpearon salvajemente, como si fuera irrompible. Le gustaba pelear y lo hacía sin pensar en las consecuencias. Una vez golpeó a un compañero del colegio sin advertir que era hermano de uno de los ‘duros’, quien le apuntó con una arma en la cabeza. Wolfine se arrodilló mientras lloraba y rogaba que no lo matara. Tenía 17 años, estaba en décimo grado, en un colegio donde estudiaron los peores pillos, a quienes Wolfine prefiere no nombrar para no ser malinterpretado. En sus canciones se refiere de manera genérica a la violencia sin ser específico. Extraña mucho la época en que no había estrés y nada lo preocupaba. Las balaceras en donde vivía no lo angustiaban pues los niños no distinguen el peligro. Sus padres lo criaron con libertad. Podía salir a la calle mientras sonaban ráfagas de balas. “Es que lo prohibido es lo más deseado. Si no me prohíben algo, ni le paro bolas”, dice. Uno de sus más amigos era, además de uno de los más temidos de la cuadra, un excelente bailarín de salsa a quien todo el mundo le hacía rueda para verlo bailar. Wolfine descubrió la música a través del baile, oyendo a Héctor Lavoe, la Orquesta Narváez y Rubén Blades. Se crió en la época más peligrosa de Medellín. Ahora, siendo un adulto, prefiere no pasar por allá. “Todos los amigos míos caídos en pandillas y combos, como les decíamos nosotros. Me tocó ver gente morir y yo no quería quedarme muerto, así como quedaron muchos”. Sin embargo extraña esa época, a pesar de la violencia, pues dice que todos los niños salían a jugar sin miedo. Pero cuando crecieron comenzaron a querer ser únicos y diferentes. Comenzaron a robar y fumar marihuana. “Alguna vez en mi vida hice algo malo, pues es que no soy ningún santo. Robé por ahí, gorras. No era tanto de hacer la maldad sino de ver qué se sentía. Cuando me di cuenta que eso era malo fue cuando conocí la música. Yo conocí lo malo y conocí lo bueno, y me quedé con lo que más me convenía para mi vida”. WolfineWolfine ha llegado a convocar hasta 18.000 personas en un concierto. Su papá era químico farmacéutico y tenía una droguería en el barrio Castilla. Su mamá fue de las primeras que tuvo un carrito de perros calientes en Medellín. Wolfine salía con ella y sus dos hermanos, sacaban electricidad de la casa con un cable largo y se instalaban a vender perros todo el día. Tenían un cliente llamado Funkat que había vivido en Estados Unidos y llegaba vestido con gorra alta, esqueleto blanco y pantalones anchos y caídos que le exponían los calzoncillos y Jordans (tenis de basquetbolista). Wolfine quería ser como él. Eventualmente su mamá dejó de sacar el carrito de perros y comenzó a sacarlo Wolfine con sus hermanos, y en lugar de la salsa que ponían con ella, comenzaron a poner rap. El primer disco que tuvo fue un CD con dos sencillos que le regalaron de Scarface: The Untouchable y Smile. Inicialmente no tuvo dónde tocar el CD, hasta que se compró una grabadora que le pagó en cuotas a una vecina. El CD tenía la canción y la pista, y Wolfine comenzó a cantar sin saber qué significaba. Hasta hoy se entera que untouchable quiere decir intocable. A Funkat le llamó la atención la música del carrito y comenzó a grabarle a Wolfine más música en casetes y a contarle historias de los protagonistas del rap. Entonces comenzó a grabar canciones con la grabadora de su mamá y la pista del CD de Scarface, oía la melodía y escribía canciones en español. Al graduarse del colegio comenzó a trabajar. Cuando reunió el dinero suficiente (200.000 pesos) alquiló con un amigo un estudio llamado El Pez. Allí grabó una canción que llevó a las emisoras de Medellín y se empezó a popularizar en las discotecas. “En esa época todavía me daba en la jeta con la gente. Yo soy de un temperamento muy tranquilo pero no me gusta que me jodan, ni me molesten, ni se metan conmigo. Antes todo lo solucionaba a puños”. Su última pelea fue hace tres o cuatro años, en una discoteca en Medellín. Aún no era tan conocido como es hoy. Su mejor amigo le dijo: “Vos tenés talento. ¿Querés seguir peleando o querés cantar?”. Ese amigo se convirtió en su mánager. No volvió a ir a una discoteca y se dedicó a su música. Desde que se volvió famoso, casi no visita el barrio Manrique, donde viven sus hermanos. “La gente cree que porque tengo carrito y salgo en la televisión tengo plata”. Y es que este artista que ha convocado hasta 18.000 personas en un concierto en Neiva, cuya canción Escápate Conmigo tiene el récord como número uno en las emisoras colombianas y quién desde hace meses se mueve en el top 5 del ámbito urbano, aún no vive de su música. Tiene un negocio de comidas con su familia (él es quien hace las salsas) y con eso solventa sus gastos musicales pues no ha firmado con ninguna disquera ni tiene patrocinador. Por el momento, como muchos artistas colombianos, es un artista independiente. Hace cinco años fue telonero del famoso rapero 50 Cent en Medellín. Para Wolfine el hip hop y el rap son lo mismo. La diferencia es que el hip hop es mucho más comercial: lo que suena en la radio. El rap es más underground, más urbano. Durante 1997 y 1998 comenzó a oír ambos géneros cuando llegó la ola de música de Los Ángeles y Nueva York con Bone Thugs-n-Harmony, Tupac, Dr. Dre, Wu-Tang Clan, Cypress Hill, Snoop Dogg y The Notorious B.I.G. Lo que más le gustó de ellos fue su apariencia. Sin embargo Medellín adoptó la parte más negativa de este género: las pandillas. Entonces, para hacer parte de una pandilla había que dejarse pegar, pero Wolfine se negó y formó su propia pandilla: Complot. WolfineEs un hombre sencillo a quien los éxitos de su carrera musical no han logrado que olvide que lo más importante es su familia.  Solo se rodea con gente del medio, pero es selectivo con sus amigos y solo anda con personas que continuamente están haciendo música y produciendo. Buenas influencias. “A los 34 años yo ya no puedo estar jugando con mi futuro”, dice. Wolfine nunca ha salido con alguien famoso. Tiene una relación de cinco años con una mujer a quien califica como: “normal”. Es alguien que le recuerda la importancia de su familia y sus amigos, que le recuerda de dónde viene. Le tiene pánico a los aviones: “Son cosas hechas por los humanos y los humanos nos equivocamos. Los carros no me dan miedo porque están pegados a la tierra”. Sin embargo le toca viajar mucho por todo Colombia y por primera vez saldrá a tocar fuera del país: en Venezuela, Ecuador, Perú, Argentina y España. No sale al escenario sin camiseta pues tiene una mancha de nacimiento en el pecho que no le gusta mostrar. Sin embargo, desde que comenzó a hacer ejercicio y se le marcaron los pectorales, ha dejado atrás la timidez. Para la final de Protagonistas de nuestra tele, debido a una fiebre, sufrió de un fuego muy grande en la boca que lo llenó de ansiedad, pero entonces se acordó de las palabras de su abuelo: “Nunca te fijés en la gente de arriba, fijáte en la de abajo y te vas a sentir mejor”. Resolvió embadurnarse la cara con maquillaje y nadie se dio cuenta. Otra noche exitosa. No cree en el matrimonio y no sueña con casarse: “Con todo respeto a la gente que se casa: yo odio ir a un hospital, odio ir a un entierro y odio ir a un matrimonio. El matrimonio y el entierro son exactamente lo mismo, ambos con una música que da como susto. Unos entran a la iglesia vestidos de novios y los otros en una caja”. Wolfine ama los niños y vive dedicado a sus sobrinos, pero sueña con vivir en una finca con muchos perros. Cuando viene a la capital se queda en un hotel donde se hospedan las personas que llegan a sacar la visa de Estados Unidos. Allí no hay bling, ningún lujo. Al contrario, es un hotel chiquito, sobrio y bien feo. Le gusta porque es sencillo. Se queda allí hace muchos años, pues lo hacen sentir en su casa. Fue el primer hotel al que llegó en Bogotá. Para nadie es un secreto que esta mega estrella colombiana tiene muchas cosas por delante, y sin embargo a Wolfine nada lo emociona más que echarse en su cama sin pantaloneta, para lo que según él, no tiene que gastar ni 1000 pesos.
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