Derechos humanos: la lucha de Martha Rentería desde Bosa

Jue, 10/12/2020 - 00:26
La referente de la ancestralidad y los derechos humanos de la localidad de Bosa, Martha Rentería, habló con Kienyke.com sobre sobre su lucha y la importancia del Día Internacional de los Derechos Humanos.
Créditos:
Línea Arte y Memoria sin Fronteras / Idartes

Martha Rentería es la referente de víctimas de la localidad bogotana de Bosa. Es una mujer activa en diferentes frentes; en todos ellos se ha convertido en defensora de los derechos humanos. Ella nació en el municipio vallecaucano de Jamundí y ejerció el liderazgo social desde muy temprana edad, pero tuvo que huir de su municipio por un atentado en su contra. Aunque Bogotá mostró su lado más hostil al principio y trató de volver a su tierra, una nueva amenaza en su contra la radicó definitivamente en la capital.

En primer lugar, Martha es la matrona de Niara Sharay, uno de los kilombos establecidos en Bogotá que buscan resguardar los saberes ancestrales de la región pacífica en esta ciudad, que sobre la marcha ha aprendido a convertirse en crisol cultural. Niara Sharay nació en esa localidad del sur de la capital porque ha recibido una gran cantidad de población afro en condición de desplazamiento forzado y otras formas de afectación por el conflicto.  

Por otro lado, Martha hace parte del Costurero de la memoria, una iniciativa que convoca a bordar como una estrategia para revisitar los momentos críticos de la vida en conflicto. Mediante el arte y la reflexión sobre los hechos presenciados, la iniciativa contribuye a la sanación de las heridas que la violencia deja en el alma.

En el día de ayer, a propósito de la conmemoración de hoy, la localidad de Bosa vivió una sesión ubuntuna apoyada por el Circuito Borde Sur Arte y Memoria del Instituto Distrital de las Artes (Idartes). Ese espacio incentivó la memoria, la reconciliación y la construcción de paz desde las artes y la cultura. Allí se hizo presente el Costurero con una pieza en homenaje a las víctimas de violencias contra la mujer.

Kienyke.com habló con Martha sobre la importancia del Día Internacional de los Derechos Humanos.

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Obra del Costurero de la memoria
Créditos:
Línea Arte y Memoria sin Fronteras - Idartes

Ancestralidad y derechos humanos

El artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos indica que estos derechos pertenecen a todos los seres humanos, sin importar quiénes seamos, de dónde vengamos o en qué creamos. Es un lindo artículo, pero algunos Estados pasan de observarlo aunque hagan parte de los pactos dedicados a su cumplimiento.

Martha Rentería considera que la defensa y la transmisión de la ancestralidad contribuye al fortalecimiento de los derechos humanos y el tejido social. Además de ser paridoras y cuidadoras de vida, las matronas se consideran paridoras y guardianas de procesos sociales. Cuando las estructuras sociales ejercen discriminación hacia un grupo de personas, esa población se hace vulnerable a que sus derechos humanos se vulneren constantemente.

“Es muy importante que a través de los derechos humanos podamos restablecernos, restablecer ese constituyente primario que es la comunidad y decirle a la institución que tenemos que concertar. Somos poblaciones en algunos casos diferenciada, no porque uno sea rojo, verde o amarillo, sino por derecho histórico de abandono, por derechos, por una cantidad de cosas que vivimos en el diario en el diario como comunidades”, señala Martha.

La defensa de los derechos humanos tiene un gran respaldo directo e indirecto. Por ejemplo, para la matrona, muchas personas son defensoras de los derechos humanos y no lo saben: al defender el bienestar de la fauna y la flora, sin los cuales una persona no puede garantizar derechos como la alimentación y la salud, se está haciendo activismo orientado a la defensa de derechos humanos. 

De todas maneras, ella siente que aún falta mucho para que la mayoría de las personas en Colombia conozca los derechos humanos. En su opinión, la educación popular es una buena herramienta para lograrlo: “desde el quehacer del sentarte en el andén de tu casa y hablar con el vecino de enseguida, ya está haciendo pedagogía para los derechos humanos y para que la gente entienda que la defensa de los derechos humanos no es de unos y de otros”.

El derecho a la vida, un mandato transversal

El artículo 3 de la Declaración establece que todos los seres humanos tenemos el derecho a la vida, así como el derecho de vivirla con libertad y seguridad. De acuerdo con el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), al menos 251 líderes sociales han perdido la vida. Por su parte, el Gobierno dice que son 51. El posible subregistro de las muertes de quienes ponen la cara por los derechos puede dar una idea de cómo les va a las personas del común.

Martha invita a la reflexión sobre el derecho a la vida, el cual ella considera el más importante de todos: la vida es el comienzo y el final de todo. Entonces, si no hay respeto por la vida, la batalla está perdida para defender otros derechos.

Por ejemplo, el artículo 13 dice que tenemos el derecho de movernos libremente dentro de nuestro país de origen, pero Martha denuncia que eso no ocurre en este país: “una cosa es es que yo transite porque tengo plata, puedo coger el carro e irme para cualquier lado, y otra cosa ese derecho que la comunidad tiene para transitar. Realmente en las regiones no se transita: la región están sitiadas y siempre está ese miedo ahí, esa zozobra”.

Por su parte, el artículo 19 dice que todos tenemos derecho a tener nuestras propias opiniones y expresarlas con libertad. También tenemos derecho a expresar nuestras ideas con quien queramos y de la forma que elijamos. Si una leguleyada para silenciar a alguien atenta contra este principio, una ejecución solo puede describirse en el marco de la vergüenza. 

“Yo tengo derecho a vivir así piense diferente y tengo derecho a disentir, además. En Colombia, ese respeto no lo hay por el derecho a la palabra del otro y a su opinión. Entonces, a mí me parece muy importante que reflexionemos sobre ese tema”, sostiene Martha.

Telares del evento de Saberes ubuntunos en Bosa
Créditos:
Línea Arte y Memoria sin Fronteras / Idartes

El bienestar en tiempos de pandemia

El artículo 25 de la Declaración dice que todos tenemos el derecho de tener suficiente comida, ropa, techo y atención de salud para nosotros y nuestras familias, incluso si hemos enviudado, no tenemos trabajo, estamos enfermos, discapacitados, en edad avanzada, o no podemos ganarnos el sustento por motivos fuera de nuestro control. 

Martha tiene la teoría de que la salud de los colombianos se ve afectada por varios factores. En primer lugar, por la inseguridad alimentaria. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reporta que el 8,8 % de la población colombiana está subalimentada.

Según ella, las desigualdades evitan que las personas más desfavorecidas elijan opciones saludables para alimentarse y prefieran una dieta enfocada en llenar el estómago para que el hambre no duela: “eso hace que la gente tenga más debilidad, que la gente esté en un estado de indefensión, en un estado de fragilidad social y económica. Si nosotros mantenemos defensas altas y hacemos una alimentación que nutra, la gente no se enfermaría tanto”.

 En el otro lado de la balanza, el sistema de salud funciona para algunos, pero las personas empobrecidas corren altísimos riesgos cuando enferman. En Colombia, la Ley 100 de 1993 dividió el sistema de salud en dos regímenes principales: el contributivo, pagado por los empleados, y el subsidiado, al que acuden personas que no están afiliadas al otro. El sistema funciona muy bien en el papel, porque quien tiene dinero financia la salud de quien no lo tiene, pero tiene sus problemas: algunos prestadores del contributivo se han visto envueltos en escándalos de corrupción por fallas severas en la atención de sus pacientes. Mientras tanto, la calidad de algunos prestadores del régimen subsidiado deja mucho que desear.

El kilombo labra su camino para ofrecer acompañamiento integral a las víctimas de la discriminación y el conflicto; especialmente la atención oportuna en el área de la salud, un derecho humano que es de difícil acceso en Colombia para quienes padecen de una pobreza estructural. Este es un kilombo autónomo; no está cobijado por la Secretaría Distrital de Salud, que acogió varios otros para luego despojarlos de la representación ancestral y poner en su lugar médicos y asesores mestizos.

Según Martha, el kilombo implementó una estrategia de atención virtual de corte psicológico y enfoque ancestral, apoyado por practicantes de psicología de la Universidad Javeriana. Desde allí pudieron hacer frente a las nuevas limitaciones y necesidades planteadas por la pandemia: además de las enfermedades de salud física, la salud mental cambió por cuenta de los niños que no pueden salir y de las madres que ahora son sus cuidadoras y profesoras, aunque algunas de ellas ni siquiera sepan leer y escribir.

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Los ingredientes del derecho a la paz

Según el artículo 28 de la Declaración, todos tenemos derecho a vivir en una sociedad pacífica y ordenada donde todos los otros derechos sean garantizados y protegidos. Muchas entidades fallaron en garantizar ese derecho a las víctimas del conflicto, pero ahora ellas claman por una paz con verdad y reconciliación.

Los tejidos del Costurero de la memoria tienen el propósito de invitar a la reflexión sobre estos temas y promover la sanación interna para luego ser capaces de ayudar a sanar el tejido social: “venimos haciendo todo ese tejer de pensamiento, tejer de unidad, tejer de ese ubuntu que dentro de nosotros lo hay pero no lo dejamos florecer por temores, pero venimos tejiendo pensamiento y el tema de la sanación y la sanación para yo estar bien”. Algunos de los telares reposan en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación como una prueba viva de resistencia y sanación.

Para Martha el perdón no basta, sino que debe venir acompañada de la reconciliación, de la voluntad de ambas partes para seguir conviviendo: “el esclarecimiento de la verdad es muy importante. Es uno de los factores más importantes en la reconciliación, porque yo tengo que saber la verdad del otro para poder reconciliarme, porque si yo no sé la verdad de lo que ha pasado, si yo no veo el reconocimiento del otro, yo no podría reconciliarme. La reconciliación es una cosa muy personal, porque yo puedo perdonar y no reconciliarme como cuando tú perdonas a tu esposo de algo que te hizo pero tú no quieres vivir con él. Entonces es eso, eso es también la apuesta política y de la verdad y la reconciliación”.

Martha siente una especial compasión por quienes han perdido a sus seres queridos en época de pandemia y no tuvieron la oportunidad de despedirlos. Al conocer de cerca los casos de personas que perdieron sus vidas en el conflicto y cuyos restos no han sido devueltos ni velados, ella siente que el impedimento de ver el cuerpo del ser querido, así sea desde lejos, será un elemento muy dañino y contraproducente a la hora de sanar las heridas que dejará la pandemia.

“Las personas que pierden a sus seres queridos deberían dejar que un familiar con compostura pueda ver a su muerto para que el duelo no sea tan tan duro, tan trágico, tan doloroso. Esto no lo teníamos planificado y los colombianos somos muy querendones, de abrazar, de besar, de palpar. Si no les dejan ver a sus seres queridos en la partida, va a ahondar mucho más el dolor. hay muchas familias con mucho dolor porque no saben si su familiar realmente falleció o no”.

Ella concluye diciendo que, de la misma forma en que se flexibilizó el comercio y algunas personas ponen en riesgo su vida por motivos insignificantes, se les permita a las familias despedirse: es un dolor conocido y que no debería repetirse.

Creado Por
Erika Mesa Díaz
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