Día 5: El encuentro con la fauna de la Patagonia

Jue, 22/03/2018 - 07:04
Kienyke.com, a bordo del barco de la organización Greenpeace, está en la Patagonia chilena; un viaje que busca conocer daños al planeta en este paraíso. Una aventura que será contada en v
Kienyke.com, a bordo del barco de la organización Greenpeace, está en la Patagonia chilena; un viaje que busca conocer daños al planeta en este paraíso. Una aventura que será contada en varias entregas. Esta es la quinta parte…   Un sentimiento contradictorio me invade. Por un lado estoy increíblemente feliz porque pude ver pingüinos y lobos marinos, albatros y otras especies de aves, hasta cóndores de los Andes, por el otro me siento triste por los daños hechos al ecosistema y a este, el de la Patagonia, en particular. Solo como ejemplo, en las playas a las que nos acercamos, sin desembarcar, pude observar restos de plástico que llega a los fiordos de la región por una sola razón: el hombre. ¿Cómo describir algo tan perfecto? Hacia donde miro solo veo una belleza sublime, majestuosa. Al descender al agua en el Susy Q y el Sid y alejarnos un poco del Arctic Sunrise, el paisaje te absorbe. Los picos nevados van apareciendo cuando el cielo se despeja y algunos rayos de sol atraviesan las nubes para crear miles de destellos en el agua que hacen la imagen cada vez más inolvidable. [single-related post_id="858942"] En el día cinco en el barco de Greenpeace, la salida al exterior tuvo como propósito principal observar ballenas, una de las especies afectadas por los daños en el agua que generan los cultivos de salmón. Si por alguna razón no pueden indicarles a sus ballenatos que este es un buen lugar para alimentarse, se verían obligadas a buscar otro sitio, si es que lo encuentran, para pasarles la información por los genes y esto tomaría muchísimos años. Como había contado antes, la producción de este pez, que no es propio de las aguas de Chile - al menos no el que se cultiva-, reduce el oxígeno en las porciones de océano que ocupan las empresas, además de contaminar el agua y el fondo marino con sus heces, su alimento y los antibióticos que les aplican. Este material contribuye, además, al desarrollo de algas tóxicas para las ballenas, para los otros animales marinos que las consumen e, incluso, para el ser humano, que al comer frutos de mar contaminados puede sufrir problema de salud que llegan a causar la muerte, en casos graves.   En 2016, de hecho, la industria del salmocultivo fue una de las principales responsables de una crisis ambiental y social en Chiloé, un archipiélado al sur de Chile, en la que se instaló la producción de salmón a menor escala en los 80, pero que creció hasta alcanzar el millón de toneladas al año en la actualidad. [single-related post_id="860117"] Para aquella fecha, un episodio de marea roja (algas tóxicas que se alimentan justamente de amonio, que es en lo que se terminan convirtiéndo las heces de los salmones y el alimento que no consumen) se sumó a una alta mortandad de peces de los salmocultivos, cuyos cadáveres fueron arrojados justo en la zona afectada por la marea roja; la suma de factores provocó una catástrofe ambiental que obligó a suspender las actividades de pesca en la región durante meses y los daños no sólo fueron ecológicos, miles de personas perdieron su capacidad para generar ingresos. Lo anterior solo tiene el propósito de ilustrar una realidad que podría repetirse si siguen creciendo las concesiones de salmocultivos en la Patagonia, especialmente en un ecosistema tan delicado e importante para el mundo como el de Magallanes. Pero las ballenas no fueron las protagonistas de esta jornada en el Arctic Sunrise, lo fueron el albatroz, el yunco de Magallanes, el salteador chileno, el jate de cabeza colorada, el cóndor, el pilpilén negro y austral, el tordo, entre otras más de treinta especies que se pueden observar en la región, y que también podrían pagar las consecuencias de esta industria. Encantada con el vuelo de los pajaros, llegó uno de los momentos más emocionantes de este viaje. Cerca al bote, apareció de la nada un animal café oscuro, de ojos negros y grandes, y unas pequeñas aletas para darse impulso. Se trataba de un lobo marino o, mejor, una pequeña manada de estos mamíferos, que se dio un festín con un pez a lado nuestro. Alcancé a ver por pocos segundos cómo uno de ellos llevaba en su boca un gran trozo de carne, que hizo que sus compañeros de travesía y varias aves lo siguieran seguro para robarle su alimento. [single-related post_id="860570"] El frío era intenso, pero la oportunidad de observar este animal en su estado salvaje me hizo olvidar todas las incómodas sensaciones corporales que provoca estar afuera en este lugar para ser reemplazadas por un intenso calor interno que solo asocio con el inmenso sentimiento de felicidad que llegó a mi corazón. Esta jornada fue más que satisfactoria, aunque al quitarme el traje que ayuda a superar las bajas temperaturas noté un dolor en el cuello. Todo empezó en la mañana, justo al ponérmelo hice una fuerza mal hecha con la cabeza en una posición extraña, y al empujarla por la pequeña abertura sentí un tirón. Terminé con una bolsa de agua caliente en la zona para aliviar el malestar. Debo decir que estoy más que agradecida. La experiencia, los paisajes, los animales, además de la compañía y la increíble atención y cuidado de los tripulantes - guiño especial para Nacho que estuvo siempre al tanto de mis quebrantos de salud - me hacen sentir nostalgia porque la aventura está por terminar. Solo falta un día para que mí hospedaje en el barco de Greenpeace que llegue a su fin.  
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