El brasilero que se estrena en la Bolsa

Dom, 15/05/2011 - 06:00
No era raro encontrar a Germán Efromovich a las seis y cuarto de la mañana atendiendo  en persona el embarque del vuelo Avianca de Bogotá a Medellín. Con chaqueta de la compañía, desprende el p
No era raro encontrar a Germán Efromovich a las seis y cuarto de la mañana atendiendo  en persona el embarque del vuelo Avianca de Bogotá a Medellín. Con chaqueta de la compañía, desprende el pasabordo y les da la bienvenida a los más de cien ocupantes del Airbus de su flota. En los últimos días, adicional al saludo matutino, les pregunta a aquellos que lo reconocen, “¿Ya compró acciones de Avianca?” y a otros, “¿Ya es mi socio?”, refiriéndose a la emisión de acciones de Avianca-Taca por medio billón de pesos. La demanda por la acción presentó una demanda mucho mayor de la esperada, se recibieron más de 60.000 solicitudes. Cerca de 12.000 personas no consiguieron acciones. Esta es la principal razón para qué ayer miércoles 11 de mayo, cuando la acción abrió en la Bolsa de Valores esta subió de $ 5.000 a $ 5.990, aunque por la tarde cerró a $ 5.300 alcanzando un valoración del 6%. Pero la presencia de Efromovich en el Puente Aéreo es normal, no es propaganda circunstancial, es fiel a su costumbre de participar en las labores de la aerolínea y la manera como corrige los detalles. Cambia de puesto de control, puede estar en el abordaje, en la cola de emigración, pero también en las labores de limpieza. Esa ha sido la clave para que la cadena de servicios que se entrelazan funcione con la precisión de un reloj. Su vida es el trabajo, que en realidad disfruta. Siempre alerta, es un trabajador de 20 horas al día que ha hecho del avión su lugar preferido, donde se acomoda en la silla que encuentre disponible, así sea en clase económica, pero donde puede leer, pensar y tomar notas sin interrupciones. Las cinco horas de vuelo entre Bogotá y Sao Paulo le resultan más que suficientes para una buena noche de sueño. Hay semanas que pasa hasta sesenta horas en el aire. Don Efromovich, como lo llaman en Colombia, parece tener nacionalidad sudamericana. Nació en Bolivia, creció en Chile, empezó a trabajar en el Brasil, donde se nacionalizó –se casó con Hilda y tuvo tres hijas‒, y ahora es ciudadano colombiano. Hijo de  judíos polacos, su papá perdió toda su familia en el Holocausto y decidió, como muchos sobrevivientes, emigrar a Latinoamérica. El primer destino fue Bolivia, gracias a la apertura para migración judía del gobierno militar de Germán Busch. Su papá comenzó allí con la representación de Remington y en 1964 se trasladó al Brasil. “Mi papá nos legó el principio de la honradez, nos decía que la palabra vale más que cien papeles”, dice Efromovich, quien recuerda que estudió en una escuela pública y tomó clases de matemáticas con Lula Da Silva en Sao Paulo, donde se graduó de ingeniería mecánica. Fue vendedor de enciclopedias y montó su primer negocio con 400 dólares antes de incursionar en el mundo del petróleo a través del astillero Marítima Petróleo e Ingenieria, que fabrica plataformas de explotación offshore. A Colombia llegó por el petróleo. En 2002 adquirió los derechos del Campo Rubiales a través de Meta Petroleum, empresa que luego vendió a los venezolanos de Pacific Rubiales, sin desprenderse de una pequeña participación. El pequeño porcentaje que conserva ‒menor al 10%‒ le da para tener un puesto en la Junta Directiva y mantener una inversión que puede rondar los 800 millones de dólares. Sigue con la apuesta al subsuelo colombiano a través de Petrocolombia, una compañía que había fundado Germán Montoya y que tiene exploraciones en  cuatro pozos en Cimitarra, Santander. Colombia se convirtió en la tierra promisoria para don Efro. En noviembre de 2003, la barranquillera Violy McCausland, la banquera de inversión contratada por los Santo Domingo para encontrarle un comprador a Avianca, lo llamó. Los números de la compañía eran calamitosos. Estaba en quiebra, pero protegida de sus acreedores por el Capítulo 11 del Código de Bancarrotas de Estados Unidos.  El brasilero tenía experiencia en el negocio aéreo por cuenta de Ocean Air, una pequeña compañía aérea con base en el Brasil que había fundado en 1998. Los manteles sirvieron para concretar el negocio. La embajadora de Brasil fue la anfitriona de una cena entre Efromovich, el español Javier Aguirre, en representación de los Santo Domingo, y Gabriel Silva, de la Federación de Cafeteros, propietaria de 50% de Avianca, en la que se habló claro en febrero de 2004. Se reunieron luego, entre escalas aéreas, en el aeropuerto de Houston. Efromovich pagó 300 dólares para lograr una membrecía relámpago a los viajeros frecuentes de Continental Airlines y poder acceder a la sala VIP del aeropuerto, donde se reunió con los funcionarios colombianos. En una servilleta quedó planteada la compra de Avianca. Con 64 millones de dólares compró en marzo de 2004 una empresa de sesenta aviones y cien destinos, que seis años después en la alianza Avianca-Taca generó 3.000 millones de dólares en ingresos operaciones. Efromovich negoció la compra de Avianca con Julio Mario Santomingo, Violy McCausland y Grabriel Silva Lujan. La lista de logros en el negocio aeronáutico es larga: la alianza Avianca-Taca, con la que moviliza 15 millones de pasajeros al año; el control de Aerolíneas Galápagos y VIP Ecuador; en octubre de 2009 se concretó la alianza comercial entre Avianca y la centroamericana Taca, y una participación importante en Mexicana de Aviación. Para cerrar el círculo y asegurar que la ocupación hotelera por cuenta de la tripulación de los aviones quedara en casa, así como para poder ofrecer paquetes de pasajes y hospedaje, el año pasado empezó el plan de adquisición de hoteles. Ya es dueño del Hotel Intercontinental, en Medellín; el antiguo Meliá, en Pereira; el Hotel Las Lomas, de Rionegro, y el Hotel Cartagena de Indias Small Luxury. La nueva cadena de hoteles de Germán Efromovich cuenta con 762 habitaciones y aspira a llegar a dos mil quinientas camas en el 2012. También anunció que incursionará en el negocio de taxis, para él otro medio de transporte, que puede ser mejorado volviéndolo más seguro. Iniciará con 4.000 vehículos en Bogotá, que contarán entre otros, con lector de huellas digitales y GPS. En 2010 le compró a Colinversiones los Hoteles InterContinental de Medellín, Hotel Pereira, y Hotel Las Lomas de Rionegro. En 2009 transformó una vieja casona en la ciudad vieja en el Hotel Boutique Cartagena de Indias. Su pasión por Colombia se le ha vuelto irremediable. Además del subsuelo, ha adquirido tierras en el corazón agrícola del país: 450 hectáreas para producir cafés especiales en Caicedonia, en el norte del Valle del Cauca, y cien hectáreas en el Quindío para la siembra de piña. En el Cesar aspira a llegar a 600 hectáreas en piña, y construirá una planta empacadora y una cadena de frío. Se asoció también en ese departamento con el gran productor de aceite de palma Carlos Murgas y la empresa estadounidense Prime, para cultivar 8.600 hectáreas de tierra en el departamento del Cesar. Se dice que su fortuna está avaluada en siete mil millones de dólares. Sin embargo, no cambia sus pantalones caqui, ni se le pasa por la mente gastar más de la cuenta en corbatas, yates o carros. Cuida sus pies, eso sí, con zapatos finos por caros que sean, quizá por lo mucho que tiene para andar por delante.  
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