El día que le cambió la vida a Verano de la Rosa

Mié, 26/01/2011 - 15:01
Algo extraño pasó en la casa de los Verano de la Rosa. Son las doce y diez del día del jueves 19 de diciembre de 1968, y del hogar conformado por el ex alcalde Barranquilla, Eduardo Verano Prieto,
Algo extraño pasó en la casa de los Verano de la Rosa. Son las doce y diez del día del jueves 19 de diciembre de 1968, y del hogar conformado por el ex alcalde Barranquilla, Eduardo Verano Prieto, Gladys de la Rosa y ocho hijos salió una explosión que rompió con la tranquilidad del barrio Alto Prado, al norte de la ciudad. Todo es confusión. Se oyen gritos de pánico. Segundos antes del estruendo Doña Gladys volvía a casa luego de comprar los aguinaldos para la Navidad que llegaba. Tocó la puerta y esperó unos segundos para que una de las empleadas le abriera. Nadie llegó y en lugar de eso oyó la explosión que la hizo querer tumbar la puerta a golpes. Una vez logró entrar recorrió con pánico los metros de corredor de piso rojo que llevaban de la entrada principal al patio trasero, desde donde había venido la explosión. La escena era aterradora: pedazos de cuerpo volaron por los aires y quedaron regados por todo el lugar. Algunos quedaron pegados a las paredes. Cuatro de sus hijos -Alberto, de dieciséis años; Mauricio, de siete; Luis Felipe, de cinco y Ángela María, de tres- cayeron tras la detonación. Todos murieron al instante, menos la menor, Ángela, que quedó mal herida. Otro de los hermanos, Eduardo Ignacio, estaba bañándose cuando ocurrió todo. Salió corriendo y al ver la escena notó la agonía de su hermana menor. La cargó y salió a la calle, donde paró una camioneta roja que lo llevaría a la clínica más cercana. Diez minutos después, y pese al esfuerzo de los médicos, Ángela también moría. En medio de curiosos y desconcierto, veinticinco minutos después de la explosión se hizo presente Annie Martínez, inspectora novena de Policía, para hacer levantamiento de los cadáveres y comenzar con la investigación. El proceso duró una hora y contó con la ayuda de miembros del Cuerpo de Bomberos, el Ejército, la Policía y hasta de la Marina. Pronto se supo lo que había ocurrido. Alberto, estudiante de primer año de la Escuela de Cadetes de la Base Naval de Cartagena, había vuelto a casa para las vacaciones de fin de año con una bala de bazuca que supuestamente estaba desactivada. Su idea era hacerle una base y ponerla de adorno en la repisa de su cuarto. En esas estaba en el patio trasero, cerca al lavadero de ropa y a los tanques de gas propano para cocinar, cuando llegaron varios de sus hermanos menores a mirar lo que hacía. Alberto golpeaba la munición con un martillo, tratando de fijarla a una base. Junto a Mauricio, Luis Felipe y Ángela María estaba también Elsa Margarita, de catorce años, quien se aburrió de ver las peripecias de Alberto y momentos antes de la detonación fue a peinarse a su cuarto. Mientras que Eduardo, de dieciocho, se encontraba en el baño, Gladys Helena, de doce, no estaba en la casa, y la hija mayor, Patricia, con sus veinte años de edad estudiaba en Estados Unidos. De la nada la bala explotó y se llevó todo lo que tenía a su alrededor. Los cuerpos quedaron incompletos, esparcidos a más de cuatro metros a la redonda. Al desconcierto siguió el instinto natural de salir a la calle para salvarse. Contrario a todo instinto, Eduardo Ignacio corrió de inmediato al lugar de los hechos. Al momento de la tragedia, Eduardo Verano Prieto, el padre, se encontraba en su oficina ejerciendo sus funciones de vicepresidente de la Corporación Financiera del Norte, al tiempo que acababa de ser nombrado  gerente de la Compañía Colombiana de Seguros. Suspendió todo para correr a la casa. La investigación arrojó también que el joven Alberto tenía tres balas similares en uno de los cajones de su escritorio, con los que probablemente haría más adornos para su cuarto. Eduardo, el joven de dieciocho años que quiso salvar a sus hermanos tiene hoy sesenta años y es el gobernador del Atlántico. Hace un mes, cuando se rompió el Canal del Dique y el río Magdalena arrasó con cientos de viviendas y pueblos enteros como Campo de la Cruz, Eduardo Verano de la Rosa no se doblegó ante la calamidad. En plena angustia colectiva, recordó en el programa radial de Jorge Cure en la Emisora del Atlántico su drama personal: “Entiendo el dolor, dijo, porque yo cargo mi propia tragedia”. Cinco años después de la muerte de sus cuatro hermanos  se graduó de administración de empresas en la Universidad del Norte y en 1978 viajó a Estados Unidos a cursar un MBA en la Universidad de Nueva York. A su regreso a Colombia fue gerente de Cementos del Caribe, de la Empresa Municipal de Teléfonos de Barranquilla, de la Electrificadora del Atlántico, tuvo un escaño en la Constituyente de 1991, dirigió Inravisión y aspiró a la alcaldía de Barranquilla, aunque salió derrotado. Desde su elección como Gobernador en octubre de 2007 ha tenido que enfrentar muchas crisis, aunque ninguna como las inundaciones de finales del año pasado, una tragedia regional que dejó cien mil damnificados, billones de pesos en pérdidas y el mapa del Atlántico reformado para siempre. Verano es un trabajador empedernido, un hombre temperamental. Aunque él mismo habla de la muerte de sus hermanos y pone de ejemplo el caso para demostrar que todo se puede superar en esta vida, nadie, ni sus amigos de infancia, le preguntan qué fue lo que ocurrió aquel 19 de diciembre al medio día. El suceso ha adquirido tintes de leyenda, y pese a que en el edificio de once pisos donde funciona la Gobernación todos han oído hablar de la historia, nadie sabe a ciencia cierta qué pasó. Nadie puede afirmar si lo que estalló fue una bala de bazuca o una granada, si el artefacto pertenecía al hoy Gobernador o a su padre (algunos dicen erróneamente que Eduardo Verano Prieta guardaba munición en su casa después de haber sido retirado del Ejército) y si Verano de la Rosa estaba o no en el lugar de los hechos y resultó herido por la explosión. El asunto es tan confuso que la mitad de la gente dice que al Gobernador no se le puede tocar el tema, mientras que la otra mitad afirma que habla de ello sin problema alguno. Todos son rumores. La muerte de los Verano de la Rosa se produjo al medio día, la velación se hizo el mismo día hasta las cinco de la tarde y a esa hora fueron enterrados. Todo fue muy rápido, no había necesidad de alargar la agonía familiar. La noticia estremeció tanto a la ciudad que al día siguiente, el 20 de diciembre, El Heraldo, aún hoy el periódico más importante de la Costa Atlántica, lo reseñó en primera plana. La tumba de los cuatro hermanos Verano de la Rosa, están hoy juntas en Jardines del Recuerdo, un cementerio al norte de la ciudad. Todo allí es silencio.
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