El estudiante que murió por la lucha de un pueblo

Sáb, 08/06/2019 - 11:23
Los estudiantes son el futuro del país y lo saben. En ocasiones, sus luchas por la justicia han terminado en la muerte. Kienyke.com recuerda la historia de Gonzalo Bravo Pérez, por cuya muerte se conmemora el Día del Estudiante Caído cada 8 de junio.

Transcurría un 8 de junio de 1929 con tranquilidad para la mayoría de capitalinos en Colombia. Por ese entonces, las fuerzas políticas chocaban con mayor furia por esa década generando toda clase de violencias entre azules (conservadores) que llevaban años en el poder y rojos (liberales) que buscaban la oportunidad de gobernar.

El presidente en ese año era el bogotano y conservador Miguel Abadía Méndez quien sería el encargado de asumir uno de los hechos que más golpeo a su partido por aquel entonces, tanto que le arrebató el poder de Colombia por 16 años.

Ese sábado era el segundo día de una jornada de marchas de estudiantes de la Universidad Nacional que se tomaron las calles coloniales del centro de la ciudad. El destino terminó siendo el Palacio de la Carrera (nombre que tenía la actual casa de Nariño), donde un grupo de policías llegó para disolver la movilización.

La reacción ante los choques constantes de los jóvenes con la fuerza pública terminó en ráfagas de disparos que iban contra los estudiantes y provocaron una tragedia mayor.

Los civiles corrieron a esconderse al escuchar los primeros estallidos de pólvora que salían disparados atentando contra sus vidas. Mucha gente salió huyendo del lugar; pero se quedaron quienes lideraban la marcha porque creían que la protesta era el medio legítimo del pueblo para fragmentar lo que denominaban "la rosca".

Uno de ellos fue el estudiante de derecho Gonzalo Bravo Pérez, que terminó baleado por la policía. En plena calle cae ensangrentado Gonzalo, el primer estudiante víctima del sistema en el siglo XX. Sus compañeros levantan el cadáver y un grupo creciente de estudiantes y obreros forma el cortejo que acompaña al muerto hasta la cercana Casa de Salud del doctor Peña.

La noticia corre rápidamente entre la indignada población de Bogotá. Gonzalo Bravo no era cualquier joven, pues pertenecía a una ilustre familia bogotana, cuyo padre había sido parte del gobierno, y quizá fue eso lo que dio notoriedad a su muerte.

Las huellas se sangre de ese 8 de junio quedaron enmarcadas en los libros de historia, pues fue el inicio para que el poder conservador se desmoronara. Las luchas estudiantiles se intensificaron y a estas se unieron otros colectivos sociales, como los trabajadores. El liberalismo no dudó en aprovechar esa oportunidad para apalancarse en elecciones. Al término de la presidencia de Abadía Méndez, en 1930, llegó el fin de la era azul y se instauró la marea roja en cabeza de Enrique Olaya Herrera.

Gonzalo Bravo se convirtió en uno de los símbolos nacionales contra el abuso del poder por parte del Estado. Los aprendices de otras disciplinas y de otros centros de educación empezaron a conmemorar cada 8 de junio como el día de los estudiantes caídos.

Los grupos estudiantiles se fortalecieron en los siguientes años y la importancia de su lucha y voz se dejó ver en otras disputas políticas. Por ejemplo, desde las marchas durante la dictadura de Rojas Pinilla —en los años cincuenta— hasta los gobiernos recientes, los colectivos han sido capaces de poner la agenda nacional. Su lucha continua y continuará hasta que Colombia logré educar por convicción y decisión a cada ciudadano.

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