El hombre que le habla al oído al Presidente

Sáb, 29/01/2011 - 14:51
En su niñez, Juan Mesa tenía tan buena memoria que era capaz de recordar las camionetas y las pistolas que cargaban los escoltas de los políticos que pasaban por su antigua casa, en el barrio La So
En su niñez, Juan Mesa tenía tan buena memoria que era capaz de recordar las camionetas y las pistolas que cargaban los escoltas de los políticos que pasaban por su antigua casa, en el barrio La Soledad. Sus ex compañeros del Gimnasio Moderno dicen que era hábil para conseguir una cita o un teléfono para un patrocinio y lograr que ministros o políticos famosos dieran charlas en el plantel. En esa época, era conocido como “Carelupa”, “Mex”, “John Table” y “Juancho El Lagarto”. Desde siempre, el actual Alto Consejero para las Comunicaciones del presidente Juan Manuel Santos, fue amante del poder, como su abuelo materno, Eduardo Zuleta Ángel, canciller de Alfonso López Pumarejo. Mesa, su hermano Gabriel y sus primos hermanos Felipe Zuleta y  Alberto Calderón Zuleta, heredaron esa vena política. Nunca desampara al Presidente, como el dia en que Julio Sánchez Cristo le entregó la navidad a los soldados. De ser el secretario privado de rectoría de su colegio, de donde se graduó en 1989, Mesa empezó una carrera que lo ha llevado a estar siempre detrás de hombres que toman grandes decisiones. Quienes lo conocen coinciden en que es un gran negociante, un hombre con una muy buena agenda, un alto poder de convencimiento y, sobre todo, una memoria prodigiosa. Mesa tiene 39 años, pero su precocidad ha ensanchado su hoja de vida, al punto de que se podría pensar que es mayor. Es una persona que aprende rápido. A los veinte años fue nombrado director ejecutivo del Instituto de Ciencia Política de don Hernán Echavarría, de quien su papá, Humberto Mesa, fue su abogado toda la vida. No pierde oportunidad para establecer relaciones. Con la contralora Sandra Morelli en la posesión de la fiscal. Cuatro años después, ayudó en la campaña de Ernesto Samper, a través de las Juventudes Liberales, mientras su hermano Gabriel hacía lo mismo con Andrés Pastrana. Su trabajo sorprendió tanto a José Antonio Vargas, entonces secretario privado de la presidencia, que decidió llevarlo a trabajar a la Casa de Nariño. Mesa dejaría un poco de lado su carrera de derecho en la Pontificia Universidad Javeriana para unirse a Juan Fernando Cristo, quien fungía como Consejero para las Comunicaciones en ese gobierno. Eran los tiempos críticos del proceso 8.000. El grupo de comunicaciones jugó un papel tan crucial que jóvenes como Juan Mesa pudieron aprender a navegar en aguas tormentosas. Este abogado es efectivo y audaz. Personas cercanas recuerdan que puso a prueba su habilidad un día en que los grupos económicos le prometieron a Samper respaldarlo ante la crisis que enfrentaba. Los representantes gremiales estaban reunidos con el mandatario en Palacio, y la decisión era que ese espaldarazo se daría en el estricto marco de la confidencialidad. Pero Mesa impuso su criterio y dijo que el país debía conocer ese hecho, porque ayudaría a darle respiro al escándalo. Así lo hizo. Ex servidores de Palacio afirman que esa decisión tuvo buenos efectos en esos momentos agobiantes. Mesa sabe correr riesgos y apostar duro, como los  buenos jugadores de póquer, afición que comparte con el presidente Santos. De esa experiencia en la Casa de Nariño le quedaron muchas cosas. No sólo aprendió la magia de la escritura de discursos y la planeación de mensajes que llegaban a los medios, sino que se volvió tan cercano a Samper que, cuando habla, carraspea entre frases como lo hace el ex presidente. Sin embargo, sus compañeros de fiesta aseguran que no carraspea como Samper: “carraspea como Juan Mesa”, dice uno de ellos. Luego de su paso por ese gobierno trabajó en el sector privado, en entidades oficiales y los medios de comunicación. En 1999 fue vicepresidente de mercadeo y ventas de Caracol Radio, luego gerente de radio y televisión del Grupo Latino de Publicidad y, tiempo después, volvió a Caracol Radio como gerente comercial. De su paso por Caracol le quedó, además, su matrimonio con María Beatriz Peláez, la hija de Hernán Peláez, con quien tiene tres hijos, el mayor de seis años y el menor de seis meses. Esa relación profunda con los medios es una de las cartas que tiene para su exitosa asesoría con los gobernantes en momentos de crisis. Una de esas es familiar: Elena Mesa, gerente general de Publicaciones Semana, es su hermana. Después de su paso por los medios, Mesa montó su empresa y trabajó en el manejo de imagen de Asofondos, el Acueducto de Bogotá, la campaña Colombia es Pasión y El Espectador, cuando regresó a su vida de diario en mayo de 2008. Gracias a su cercanía con Samper, apoyó  al entonces alcalde de Bogotá Lucho Garzón en la estrategia de comunicaciones en la fase final de su gobierno. También, intentó darle la mejor salida mediática posible a la crisis del ex fiscal general Mario Iguarán, a raíz de la contratación que hizo del polémico psíquico Armando Martí. Es formal y siempre se viste de corbata. Prepara el set de cada alocución presidencial. El apellido Mesa también salió a la luz hace poco por la asesoría que en algún momento dio en el polémico Fondo para la Defensa de la Libertad Personal (Fondelibertad), pero antes de que su nombre fuera lapidado en los medios, se comunicó con varios directores de noticieros para decirles que había hecho las cosas con transparencia y que allí estaban los documentos que probaban su  pulcritud. Un periodista que trabajó con él asegura que esa es otra de sus características: su limpieza, que se traduce, para efectos prácticos, en su capacidad de hablar de frente con quien tenga que hacerlo. Lo cierto es que con su oportuna movida logró apaciguar las aguas. Si uno busca a alguien que hable mal de Juan Mesa, de seguro perderá el tiempo. Quizá por eso se sorprendió cuando el ex presidente Álvaro Uribe lo señaló, a través de un mensaje de Twitter, como un provocador de escándalos contra su gobierno. (...) “Por qué Juan Mesa, srío Prensa Presidencia, abierto opositor anterior, provoca escándalos injustos contra nuestro Gbno?‏”, escribió Uribe. El mensaje duró tan sólo cinco minutos en la web. Aún cuando su vida social es muy activa, porque vive de ella, no hace mucho ruido. Es hincha de millonarios y no es estridente ni hace alarde de sus capacidades. Tampoco lo desvelan cosas como la marca de un automóvil, de una camisa o de una corbata. Eso sí, vive bien y todos sus recursos están destinados al bienestar de su familia. Es de los que no escatima en alquilar un vuelo charter para irse con su familia política a un paseo de fin de año. Juan Manuel Santos, tras la victoria, no dudó en nombrarlo como Alto Consejero para las Comunicaciones. No llegó allí por ser el mejor amigo del mandatario, como a veces sucede, sino por la efectividad que ha demostrado en su trabajo. Dicen que Mesa pensó mucho en aceptar el cargo. Por ahora, algunos políticos le abonan que fue él quien secundó al Presidente en la idea de integrar una nómina de ministros de alto perfil técnico más que político. Pero lo cierto es que está muy bien parado en el Palacio presidencial: es el hombre que organiza las salidas públicas de Santos. Aunque no escribe los discursos, los revisa para asegurar las frases que pueden dar el titular de prensa. Está pendiente todo el tiempo del teleprompter, herramienta de la que el Presidente nunca se separa, así se trate de intervenciones breves e informales, como la de la posesión de la fiscal Vivianne Morales, que no duró más de cuatro minutos. Las encuestas son su biblia y las relaciones con los medios las maneja con la sutileza. En cuatro meses se ha convertido en el hombre que le habla al oído al mandatario y, como su sombra,  está donde Santos está, con su larga e inocultable figura de 1.90 metros, con la que no logra pasar desapercibido.
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