Ese día los novios partieron una torta de bodas poco convencional en la que se realzaban dos figuritas de dulce: un policía y un abogado que tenía en sus manos el Código Civil Colombiano. “Los declaro marido y marido”, fue la frase que dijo un arzobispo veterocatólico antes de que Fabián Chibcha y Javier Aparicio se besaran. En marzo de 2009, en un salón de eventos sellaron su unión y celebraron una pequeña victoria que hoy Chibcha guarda en su billetera: un carné que lleva el escudo de la Policía Nacional y lo identifica como beneficiario del régimen especial, al ser pareja de un miembro activo de esta institución.
Un escándalo, decían los conservadores. El cardenal primado de Colombia, Monseñor Pedro Rubiano, rechazó eufórico el casamiento que calificó como una burla, una farsa, un espectáculo. Pronto llegaron los señalamientos, los insultos, la indignación de quienes no podían concebir que dos hombres hicieran pública su unión.
Dos años después, en la sede de su campaña para edil de la localidad de Engativá, Fabián Chibcha recuerda esta anécdota. Tiene 25 años y desde los 13 sabía que le gustaban los hombres. No lleva puestas las camisetas de colores y los jeans ajustados que suele usar. Su teléfono de campaña tiene un timbre tradicional y no la canción de Shakira que tanto ama. Está vestido de abogado, como él dice. Tiene gel en el pelo, un pantalón de paño café, zapatos de cuero negros, saco de lana, camisa y corbata azul. Chibcha fue el primer latinoamericano en lograr que sus derechos como pareja de un policía fueran reconocidos y ahora abandera ese discurso de diversidad e inclusión en su naciente carrera política. Antes de que la Corte Constitucional se pronunciara al respecto, en 2009, sólo las parejas heterosexuales de policías y militares podían acceder a estos beneficios y subsidios que dan estas entidades.
En marzo de 2009, un obispo veterocatólico ofició la unión entre Fabián Chibcha y Javier Aparicio.
Chibcha conoció a Javier Aparicio, su bebé, como no duda en decirle, a través de Facebook. Se escribieron, se conocieron, bailaron, se enamoraron al poco tiempo. Pero Chibcha no sabía que Aparicio era policía. Lo descubrió una tarde en que lo visitó en su casa y vio una placa sobre la mesa y el uniforme verde, acartonado sobre un asiento. Ese detalle no fue un inconveniente y al poco tiempo empezaron a vivir juntos en Engativá. Todo iba en orden hasta el día en que Chibcha le dijo a su pareja que quería ser beneficiario del Régimen Especial de la Policía, como su compañero permanente.
–En la Policía Javier no había salido del closet. En la Policía hay muchos gays pero la mayoría no lo acepta públicamente. Es un asunto de doble moral. Los amigos le decían que para qué iba a pelear por esos derechos, que era peligroso porque la mayoría de los mandos son homofóbicos.
–¿Por qué peligroso?
–Porque decían que era posible que sus compañeros tomaran represalias como había sucedido en otras regiones.
–¿En dónde?
–En un municipio del Cauca, por ejemplo, hubo un policía que fue golpeado y maltratado sicológicamente hasta que tuvo que salir de la institución y de la región. Todo por ser gay. Otros han sido castigados con represalias más sutiles: han sido trasladados a lugares apartados o peligrosos, a zonas rojas de difícil acceso y regreso.
Javier Aparicio acompañó a Fabián Chibcha el día en que se graduó como abogado, aunque antes Chibcha ya había librado batallas jurídicas a favor de los homosexuales en la Policía.
A pesar de eso, Chibcha lo convenció. Esta pelea de derechos empezó hace tres años, cuando Chibcha ya era un activista LGBTI, que organizaba marchas, se capacitaba en temas políticos en la Escuela Rosa de Chapinero y trabajaba en su tesis de Derecho sobre matrimonio y adopción para parejas del mismo sexo en Colombia. Entonces envió una solicitud a la Policía que sabía iban a negar. Pocos meses después la Corte Constitucional les ordenó a las Fuerzas Militares que reconocieran los derechos de sus parejas, sin importar su género.
Con el comunicado de la sentencia en la mano, Fabián preguntó emocionado cuál era el trámite que seguía para que lo reconocieran como pareja de un policía. Uno de los requisitos era registrar en una notaría su unión marital de hecho.
–Fue muy complicado convencer a Javier, temía que se enteraran en la Policía y en su familia. Javier es seis años mayor que yo y su familia es boyacense como la mía, eso significa que es conservadora, católica y apostólica. Por eso no fue fácil pero lo convencí, le dije que era un derecho que teníamos y debíamos utilizarlo, era la forma de tener seguridad patrimonial, social y jurídica. Entonces hicimos la declaración ante una notaria de Tunja (Boyacá), ante las caras de sorpresa y de indignación de algunos funcionarios, que por primera vez hacía este tipo de trámite.
Cuando tuvieron esta escritura, empezaron el trámite en la Policía. Lo más demorado de ese proceso fue esperar a que en esta entidad cambiaran las opciones de los formatos digitales para que la aplicación no se bloqueara cuando se pusiera masculino-masculino en las casillas. Fabián y Javier esperaron tres meses y dos más para que les entregaran el carné de beneficiario de la Policía.
En junio de 2009 se creó el colectivo Policía Diversa por el Derecho a Sentir Diferentes que por ahora integran 53 policías gays.
Luego, pensando en que era importante divulgar que habían logrado ese beneficio, Fabián Chibcha envió esta información a los medios de comunicación. Para tentarlos, dijo que era una ceremonia de casamiento precedida por un obispo y un arzobispo de la Iglesia Veterocatólica. Los medios al ver en el comunicado palabras como obispo, gays, rito católico, capilla improvisada, no dudaron en ir. Aún más cuando supieron que los padrinos de la unión eran el edil Sebastián Romero y la alcaldesa de Chapinero, Blanca Inés Durán, cada uno con su pareja del mismo sexo.
Aunque Fabián Chibcha dice que en su relación no hay roles, confiesa que estuvo como “una mujer” pendiente de todos los detalles de la ceremonia. Desde un principio no le agradaba mucho que fuera una boda católica, porque es agnóstico. Incluso quería un ritual chibcha, pero el cabildo indígena resultó más conservador. Originalmente, cuenta la historia, los chibchas eran mucho más abiertos. La virginidad era una vergüenza y se permitían que cohabitaran parejas del mismo sexo. Hoy, esta comunidad está completamente permeada por la cultura católica.
Javier Aparicio, por su parte, pidió como única condición a su obstinado novio que las cámaras no lo retrataran, porque hasta la fecha no había encarado a su familia ni a la Policía. Pero fue inevitable que lo reconocieran sus papás, tías y primos en Boyacá cuando salió de espaldas en televisión, besando a otro hombre vestido de frac. Hubo más de un policía que también lo señaló y ofendió. Con el tiempo, el asunto empezó a pasar inadvertido, en medio de las condecoraciones que Aparicio recibía por su trabajo.
Tres meses después de la ceremonia, en junio de 2009, nació un colectivo que respondería al espíritu que han defendido Fabián Chibcha y Javier Aparicio, llamado Policía Diversa por el Derecho a Sentir Diferentes. Lo integran por ahora 53 policías gays, entre ellos 10 mujeres, que se reúnen, marchan y proclaman su derecho a vivir una sexualidad distinta en una institución de machos, y mujeres “bien puestas”. En la última marcha LGBTI, que se volcó masivamente a las calles de Bogotá, este colectivo hizo presencia con pendones y pancartas. Sin embargo, sus integrantes caminaron con antifaces, porque no querían que su activismo fuera castigado. Allí estuvieron Aparicio y Chibcha.
En la sede de su campaña, en donde imagina una Engativá incluyente, Fabián Chibcha recuerda que antes de ser gay ya le decían que lo era. En el colegio lo llamaban volteado, marica, afeminado, por ser tímido y no querer pelear ni ofender a nadie. Cuando entró a otro colegio y vio que otra vez iba a ser blanco de burlas, cambió su estrategia y, esta vez, ante la pregunta burlona, dijo: sí, soy gay. Desde entonces, lo dice con orgullo. Toma de la mano a Javier Aparicio cuando están en la calle o en los centros comerciales. No teme al qué dirán. Les teme a las personas que como el procurador general, Alejandro Ordoñez, son capaces de hacer público su odio por las personas que sienten y piensan distinto.