Hipgnosis: ¿por qué Shakira vendió sus canciones?

Lun, 25/01/2021 - 17:11
Recientemente se conoció que la cantante Shakira vendió los derechos de su catálogo musical a la compañía Hipgnosis Songs Fund, como también lo han hecho artistas como Enrique Iglesias, 50 Cent y Neil Young. Kienyke.com le cuenta por qué.

Recientemente se conoció que Shakira vendió la totalidad de su catálogo al fondo de inversiones Hipgnosis Songs Fund por una cifra no publicada. Este fue el anuncio de la empresa, que también es dueña del catálogo de Blondie, Enrique Iglesias, 50 Cent, Neil Young, Journey, Skrillex, entre otros.

¿Qué significa esa compra? ¿El artista queda desahuciado? ¿Tendría más sentido que el artista no venda su música y la conserve hasta el final de sus días? Análisis de Kienyke.com.

Tome la plata y corra

El negocio es más simple de lo que parece. Imagine que usted es el propietario de una casa ubicada en un lindo sector de la ciudad en la que vive. En ella usted tiene un pequeño local y vive de forma cómoda. Sin embargo, por una obra que están haciendo justo en la calle del frente, las personas han dejado de pasar por su local porque no hay acceso. 

Entonces, un banco se acerca con esta oferta: comprará la casa y le pagará por ella una suma equivalente al valor actual más una parte de lo que su negocio le daría durante el resto de la vida. El banco le da el dinero por su casa y usted lo invierte en lo que mejor le parezca, como negocios en otros lugares. También administrará su casa de ahora en adelante, de manera que, aunque legalmente ya no sea suya, no la van a demoler ni a rentar a alguien que a usted no le caiga bien.

¿Qué tiene que ver la casa del ejemplo con el negocio de la música y con la venta que Shakira acaba de hacer a Hipgnosis Song Fund? De acuerdo con Germán Darío Florez, abogado especialista en derechos de autor, los artistas en la industria de la música han tenido que calcular bien sus jugadas para no perder en un negocio que ha dado muchas vueltas en los últimos 20 años. “Vender la casa” constituye la jugada final, pero vale la pena contextualizar dónde está esa casa y qué pasó con ella.

Antes de la llegada de la internet, los artistas de la canción podían vivir de su creatividad lírica y la complejidad de sus grabaciones en estudio, que se vendían en formatos físicos y eran difíciles de copiar: “antes uno veía que las bandas, como vivían de la venta de CD, no participaban en tantos festivales o se dejaban engordar”, anota Florez. 

Aunque eran grandes las tajadas que se quedaban las disqueras de lo que se vendía, la cantidad que les correspondía a los compositores e intérpretes les alcanzaba para cubrir las franjas inferiores de la pirámide de Maslow y dedicarse a crear. Ese era el panorama de la industria musical hacia el final del siglo XX.

Luego llegó internet y el formato .mp3. Las personas comenzaron a intercambiar archivos de música sin pagar por ella. Ahí entraron a interceder plataformas como la iTunes Store, que permitían la compra legal de música en formato digital. Después, el consumo de música volvió a cambiar: ahora, la internet de alta velocidad permite a las personas recibir la música en tiempo real, sin comprarla ni descargarla.

En esta revolución de dos décadas, salieron perdiendo los creativos de muchas disciplinas que dependían del pago por venta o reproducción: los ingresos bajaron pero los costos de producción no, y los posibles intermediarios en la operación retienen tajadas que no hacen justicia al esfuerzo del creador. 

Según el abogado Florez, el consumo de música ahora tiene varios intermediarios. Por ejemplo, el modelo actual de las compañías prestadoras de servicios de internet es vender la conexión en términos de tiempo o datos usados. El consumidor paga varias sumas pequeñas al mes por el derecho a consumir contenidos, o una suma fuerte por la posibilidad de consumir todo el contenido que quiera.

Entretanto, los motores de búsqueda y las plataformas controlan el acceso a las canciones, pero las ganancias para los artistas son mínimas: por ejemplo, hacen falta 229 reproducciones en Spotify para ganar un dólar y 57.527 reproducciones para ganar el salario mínimo de Colombia. 

Ante este panorama, el artista de la música se convirtió en un atleta, como lo define Florez: como ya no hay ganancias significativas por las creaciones, están forzados a vender la experiencia de sí mismos mediante conciertos y consumo de imagen. “Los conciertos y los festivales empezaron a crecer mucho a partir de internet. Si te das cuenta, antes no había tantas giras. Cuando llega internet, los chicos se dan cuenta de que tienen que estar siempre fit siempre muy activos y cantar”, anota Flórez.

Justo en ese momento de la historia en el que se había equilibrado el negocio, cayó la pandemia de covid-19 y el freno en seco para la industria del entretenimiento en vivo. Entonces, las ganancias por uso en publicidad y las reproducciones de los usuarios se volvieron las únicas fuentes de ingresos. Los derechos que el artista tiene por haber creado las canciones tienen un valor sentimental y moral, pero dejan de tener mucho valor financiero.

Aquí volveremos al tema de la casa. Usted tiene una hermosa casa que ya no le da ganancias, pero sus cuentas no dejan de crecer. Entonces, un banco le ofrece dinero por su casa y usted se marcha antes de que empiece a valer menos y se quede con nada. Aquí entra Hipgnosis Songs Fund: la empresa liderada por Merck Mercuriadis ofrece una generosa suma de dinero, que en el caso de Shakira no fue revelada, para que el fondo de inversión administre en adelante los derechos patrimoniales de un repertorio que ya sacó la tajada que podía de la vieja industria musical.

No es más abusivo que lo que ya hay: casos Rafael Escalona y Taylor Swift

Hipgnosis Songs Fund ha sido fuertemente criticada por tratar de crear un monopolio y aprovecharse de la necesidad de artistas que se ven a sí mismos en decadencia creativa y sin muchas salidas en un momento crítico, como definitivamente lo es una pandemia. Sin embargo, el abogado Florez anota que las personas que entran al negocio de Merck Mercuriadis como creadores tienen experiencia en el medio y pueden permitirse un acompañamiento legal que proteja sus intereses. 

“Un ejemplo de lo que podría ser un gran negocio es el que está haciendo Shakira, porque finalmente ella tiene una visión empresarial muy importante. Más allá de su labor artística, ha adquirido unas habilidades para la negociación de los derechos y para vender su nombre como una marca como tal. Ha entendido bien el negocio. Yo creo que llegó a una decisión muy racional acerca de cómo hacer la negociación”, comenta Flórez.

Además, las casas disqueras no han sido precisamente las mejores defensoras del bienestar de los artistas y su patrimonio. Florez cita el ejemplo de Rafael Escalona como un caso de abuso ejercido desde una disquera y catalizado por un mal acompañamiento legal. 

En 1991, el maestro Escalona pidió a Edimusica, empresa de Discos Fuentes, un adelanto de sus regalías por $150 millones de pesos —aunque dicha empresa aseguraba que otorgó más anticipos, ese es el único del que hay documentos de respaldo—. Los derechos de sus canciones fueron la prenda del préstamo. Solo alcanzó a pagar en vida $80 millones, un poco más de la mitad.

¿Qué pasó? Edimusica, que tenía el poder de administrar esos derechos, hizo una gestión pésima de ellos: aunque las canciones de Rafael Escalona son clásicos que se graban una y otra vez por muchos artistas en Colombia y el mundo, que suenan todo el tiempo en la radio, en la televisión y en lugares públicos, la empresa no fue eficiente para reclamar los pagos correspondientes. Como si fuera poco, no presentaban a tiempo los reportes de regalías. 

Con 81 años, enfermo, sin más patrimonio que sus canciones y sin saber hacer otra cosa distinta a componer, Rafael Escalona interpuso una acción de tutela contra Edimusica para recuperar los derechos de su música y poder vivir de ella con dignidad. Infortunadamente, murió antes de que se restablecieran sus derechos mediante la tutela T-367/09 de la Corte Constitucional.

Florez también recuerda el incómodo caso de Taylor Swift. Ella firmó a la tierna edad de 14 años con la disquera independiente Big Machine Label. El contrato implicaba que la disquera retendría las grabaciones originales de los seis discos que le produjeron a Swift. Por ejemplo, la disquera lanzó al público una sesión grabada en 2008 que la cantante no autorizó comercializar.

Aunque Taylor Swift posee los derechos sobre sus letras, las grabaciones originales son sujetas a unos derechos conexos que pueden reclamar quienes los tengan. Por ejemplo, Big Machine Label quiso bloquear a la cantante estadounidense de la posibilidad de interpretar su propia música en una gala de los American Music Awards, en la que sería honrada con la mención a mejor artista de la década.

Scott Braun, al comprar la disquera, le dijo a Taylor Swift que podría comprar sus propias grabaciones si firmaba un acuerdo de confidencialidad para dejar de hablar mal de él en público. En lugar de eso, la cantante eligió volver a grabar su música vieja en su nuevo sello, Republic, que le garantizó en el contrato que podrá ser dueña de esas grabaciones. El proceso de grabación comenzó en noviembre de 2020.

Sin hamburguesas de oro

Hipgnosis Songs Fund tiene dos promesas adicionales. Una promesa va dirigida a sus posibles inversores: según Merck Mercuriadis dijo a The Guardian, las canciones son un bien tan valioso como el petróleo o el oro y seguirán dando ganancias con el paso del tiempo si se administran bien. La otra promesa va dirigida a los artistas que venden su patrimonio: el fondo de inversión promete que la música en sus manos no sonará en comerciales de hamburguesas

Florez recuerda la historia de una disputa iniciada por el fallecido compositor Armando Manzanero. Sin consultarlo con él, una versión de su canción Contigo aprendí con una letra modificada apareció en un comercial de caldo de gallina Knorr. Él se enteró de eso mucho tiempo después y sintió que el espíritu de su canción había sido violentado.

Entonces, Manzanero impuso dos demandas: una contra su disquera, Emi Music, por prestar la canción para ese uso degradante, y otra contra la multinacional Unilever, por cambiar la letra de la canción sin permiso. Aunque perdió la batalla contra Emi porque el contrato permite ese uso de la música, ganó la disputa contra Unilever, porque el permiso de uso no implicaba la alteración de la letra.

Entonces, la promesa de esta empresa es no prestar las canciones de su fondo de inversión para comerciales de hamburguesas: adquirir las canciones para que suenen en términos que respeten la esencia de los artistas y sus obras.
La promesa de Hipgnosis Songs Fund viene de un concierto de Neil Young en 1973. En una de las pausas entre canciones, Young, de quien Merck Mercuriadis es fanático, dijo que una empresa de hamburguesas le pidió usar la canción Heart of Gold en un comercial, a lo que respondió en broma que tendría que renombrarla Burger of Gold si aceptaba.

¿Quién está detrás de Hipgnosis Songs Fund?

Hipgnosis Songs Fund hace una apuesta monetaria con los derechos patrimoniales de artistas muy reconocidos: con sus derechos en mano y la posibilidad de quedarse con las regalías que generen en adelante, los negociará para publicidad digna en sitios geográficamente distantes donde nunca se ha escuchado esa música antes. 

El dueño del fondo de inversiones es el canadiense Merck Mercuriadis, quien en su tiempo fue mánager de artistas como Beyoncé, Morrissey, Iron Maiden y los Pet Shop Boys. No es un extraño en el negocio de la música y su estrategia de compra lo demuestra. Por eso sabe qué ofrecer a los artistas para que le vendan su música y cree estar seguro de cuáles son las canciones que ofrecen regalías más generosas: un tercio de su banco musical tiene más de diez años y el 59% tiene entre tres y diez años. 

Ahora, con el negocio cerrado y los artistas disfrutando del valor de su casa, la prosperidad del negocio se verá a largo plazo, cuando los descendientes quieran reclamar los derechos o cuando el consumo de los productos musicales vuelva a cambiar.

Creado Por
Erika Mesa Díaz
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