Tan puntual como un reloj suizo. A nuestra cita pactada en un restaurante en el norte de Bogotá, a las 2:30 de la tarde, ya se encontraba Hugo Patiño a la espera de este servidor para atender la entrevista. Lucía impecable. Camisa a cuadros, una chaqueta que combinaba con la misma y en su pecho, algunos de los reconocimientos que ha recibido por parte del Ejército y la Policía Nacional por sus años de servicio.
Al preguntarle cómo está, responde de forma sarcástica “como la situación del país”, al insistirle si para él eso era bueno o malo, asegura que “ahí vamos, ahí vamos”, y suelta una pequeña sonrisa mientras se dispone a responder las preguntas de KienyKe.com.
El nombre de Hugo Patiño es toda una institución dentro del humor en Colombia. A sus 92 años sigue más vigente que nunca y con la misma pasión con la que empezó sus imitaciones.
“Yo llevo en esto toda la vida. Desde pequeño me gustó el humor, imitar voces y toda esa cuestión. Imitaba en el cuartel, imitaba a mis abuelos, y todos veían ahí un talento a explotar”, asegura Hugo Patiño.
El hombre nacido en Marulanda, departamento de Caldas, pero criado Sevilla, Valle del Cauca, se considera una persona disciplinada. A pesar de la delgada línea que existe para muchos entre el humor y los deberes del día a día, ‘don Hugo’ siempre la ha tenido bastante clara y por eso hoy sigue vigente y con unos valores que no negocia.
Vea la entrevista completa a Hugo Patiño:
Los inicios de Hugo Patiño
Desde su niñez sintió un gusto especial por el humor. La imitación fue una de sus grandes pasiones y algo que le permitió destacarse tanto en su hogar como en su comunidad, debido a que siempre partió del respeto y nunca buscó caricaturizar a nadie.
“La base de un buen chiste es el respeto”.
Tiene los mejores recuerdos de su niñez, fue sana, en una familia que podría considerarse tradicional en medio del campo. Al preguntarle sobre si conserva algún recuerdo particular de esa etapa de su vida, lo hace a través de una anécdota.
“Imagínese que mi papá estaba cultivando maíz lejos de la casa, y mi mamá nos mandó a llevarle el almuerzo, el cual era una olla de sancocho de esos que hacen los paisas con una presa grande, mi hermano cogió la olla (...) por el camino me dejé cuentear de él que me dijo -Huguito, comámonos esta precita, y le decimos a mi papá que nos caímos y se nos regó el almuerzo-, así que nos comimos la presa y nos fuimos.
Llegamos y como le parece que mi hermano le dice -papacito nos trompezamos-, ni siquiera tropezamos, si no trompezamos, -y se nos regó el almuerzo y solo pudimos recoger el caldo-, válgame Dios”, relata don Hugo Patiño, dando muestra una de sus tantas facetas, un mar de anécdotas y recuerdos.
La vida en el Ejército
Con el correr de los años, a pesar de esa afinidad con el humor, el destino lo llevó hacia la vida militar. Pese a que para muchos el Ejército puede llegar a ser algo difícil, la disciplina y la exigencia que tuvo consigo mismo, le permitieron destacarse con facilidad.
Era mamador de gallo, pero sabía en qué momento serlo sin caer en lugares comunes o ser inoportuno, esto le permitió encajar en su entorno y con las personas que de a poco fue conociendo.
En total fueron 17 años que dedicó a la vida militar, primero desde el Ejército y luego desde la Fuerza Aérea, institución a la que llegó gracias a sus habilidades y ese interés constante de estar aprendiendo.
“Me atreví a manejar y dominar máquinas que en ese entonces muchos no conocían”.
La Fuerza Aérea le permitió conocer varios países gracias a que fueron muchas las capacitaciones que recibió, los viajes que más recuerda son a Panamá y Estados Unidos, gracias a que en esas bases logró establecer grandes relaciones que se construyeron a partir del humor.
“Yo vivía imitando a esos gringos y todos en el cuartel se reían”.
En su haber, cuenta con gran cantidad de medallas y reconocimientos por parte de la Policía y el Ejército gracias a esos años de servicio. Las medallas son un tesoro importante para él y espera darles un lugar especial en su hogar, mientras eso ocurre, en su pecho luce con orgullo las insignias que certifican cada uno de estos logros.
La familia
Históricamente, se ha considerado un defensor de la familia y de las buenas costumbres. Hace todo lo posible por ser un buen padre, un buen esposo. La disciplina militar le permitió inculcar ciertos valores en su hogar, los cuales considera innegociables, dentro de los que se encuentran el respeto, la responsabilidad y puntualidad.
Hoy en día, agradece a su esposa y sus hijos por cuidarlo, por tenerlo al día, por hacerlo lucir impecable, por acompañarlo en cada uno de sus pasos.
"La familia es todo para mí. Mi señora, mis hijos, son los que me cuidan con la ropa, la comida. Me han enseñado muchas cosas".
Los hijos de su primer matrimonio, a pesar de la distancia, lo cuidan y están muy atentos a su día a día.
"Yo me he casado dos veces y este es el segundo matrimonio, pero los del primer matrimonio viven en Estados Unidos y están muy bien. Viven con la mamá, me invitan, me llaman y también están muy pendientes".
Tiene tres hijos producto de su segundo matrimonio y habla con algo de timidez sobre los desafíos de ser padre de jóvenes después de cumplir 70 años.
"Ella es la más pequeñita Ana María, cuando yo tenía 75 años, que vergüenza. Hay gente que me dice -usted ya tiene 92 años- y yo les digo que ya hasta pena me da salir a la calle", dice entre risas.
La vida del humorista
A los 92 años se siente agradecido y complacido con la vida que ha tenido. La disciplina ha sido parte fundamental de sus éxitos personales y profesionales. Desde hace más 55 años decidió dedicarse por completo al humor y dejar atrás sus días entre aviones y fusiles.
A pesar de esos primeros años haciendo humor, fue Alfonso Lizarazo el hombre que le cambió la vida. Mientras él ya había trabajado con ‘Pacheco’ en Operación Ja Ja, fue allí donde apareció el llamado de Lizarazo quien lo invitó a ser parte de un programa naciente que se llamaba Campeones de la risa, que, a la postre, se convirtió en Sábados Felices.
“Él veía Operación Ja Ja, y le gustaba como contaba los chistes. Me llamó y así fue, hoy en día recuerdo perfectamente cómo empecé en la televisión colombiana”.
Al preguntarle sobre qué representa Alfonso Lizarazo en su vida, no duda en su respuesta.
“Todo. Alfonso fue, muy, muy, muy exigente con nosotros”.
En sus años de carrera artística ha visto partir a muchos colegas y amigos. Compañeros de set con los que logró conformar una familia, al recibir cada noticia de un fallecimiento, le duele en el alma y no duda en agradecer a Dios por tenerlo con vida.
“Me dio muy duro, me dio muy duro. La muerte del flaco, del mocho, de Humberto Martínez Salcedo, que se murió de un infarto (...) tantos que se murieron ya, fueron mis compañeros, Dios es muy grande y los debe tener en su descanso”, dice visiblemente conmovido mientras observa una fotografía que tiene en sus manos.
Al hablarle hasta cuando se ve haciendo humor, dice que hasta el final de sus días. Agradece a Caracol Televisión por las oportunidades brindadas, y permitirle hacer su tradicional rutina de humor. Asimismo, disfruta del cariño de los colombianos, quienes se cruzan con él y lo reconocen, le han chistes, le expresan su admiración y le dejan uno que otro piropo.
Una vez, termina la entrevista, don Hugo Patiño se levanta de la silla y agradece por el espacio. Se preocupa por el bienestar del producto y pregunta si se va a editar por lo largo. Mientras empacábamos maletas, seguía contando anécdotas, uno que otro chascarrillo, además aprovechó la oportunidad para dejar un mensaje a las nuevas generaciones “sean puntuales”, pues considera que es uno de los valores que está en peligro de extinción.
