Hipólito Moreno estaba listo para iniciar una nueva etapa en su vida: la de estudiante en la Universidad de Salamanca, en España. Pero la justicia lo sorprendió. La Fiscalía lo llamó a interrogatorio, junto a 16 concejales* más, por su presunta responsabilidad en el escándalo del ‘Carrusel de la contratación’.
Moreno, quien fue elegido por 3 períodos, fue presidente del Concejo en dos ocasiones y llegó a ser uno de los hombres más poderosos del cabildo distrital. Sabía que más temprano que tarde la vida podía complicársele y tal vez por eso no presentó su nombre para una reelección el próximo 30 octubre.
En varias ocasiones su nombre había sido mencionado en distintas versiones alrededor del ‘Carrusel de la contratación’ en Bogotá. Se supo que el ex congresista Germán Olano, detenido por orden de la Corte Suprema, lo habría señalado junto a otros concejales por una supuesta relación más que amistosa con el polémico empresario Julio Gómez, uno de los tantos contratistas que recibió millonarios contratos del Distrito que quedaron a medio camino.
Como muchas otras veces, Moreno optó por el bajo perfil y prefirió seguir adelante con una campaña silenciosa a favor de Felipe Mancera, a quien piensa heredar su curul en el Concejo. Con la misma estrategia de discreción que usó para llegar al Concejo en 1998, evadió confrontaciones y construyó alianzas hasta convertirse en una voz de peso. Recién llegado al cabildo, su compañero de curul Bruno Díaz le hizo un fuerte debate de control político porque años atrás, como gerente del Fondo de Ahorro y Vivienda Distrital (Fadivi), Moreno cometió una serie de irregularidades en un programa de vivienda de 300 casas a orillas del río Bogotá que no se construyeron.
Moreno movió sus fichas para bajarle el tono a las denuncias y muchos pensaron que era el fin de su carrera política. El novato concejal, nacido en Purificación (Tolima), sorteó la situación con la habilidad que lo caracteriza y lejos de debilitarse salió fortalecido para las elecciones siguientes.
Hipólito Moreno se convirtió en uno de los concejales más poderosos de Bogotá.
Más tarde, Moreno fue objeto de otro escándalo. Al Tribunal Administrativo de Cundinamarca llegó una demanda de pérdida de investidura en su contra, donde se aportaron pruebas que evidenciaban que, contrariando a la ley, había aportado 10 millones de pesos a la campaña de su hermana Araminta, que por esa época buscaba un cupo en la Cámara de Representantes. Moreno apeló a un informe de la empresa de auditoría JAHV Mc Gregor que había sido contratada por la Registraduría para la reposición de votos a las campañas, en el que su nombre desapareció misteriosamente del listado de aportantes a la campaña de su pariente.
Moreno superó este nuevo obstáculo y siguió adelante con su estrategia política final: migrar del Partido Conservador a La U, desde donde manejó la coalición mayoritaria que acompañó a Samuel Moreno. Fue tal su poder, que su nombre empezó a sonar como el candidato de La U para la alcaldía de Bogotá, antes de reventar el escándalo del ‘Carrusel de la contratación’.
Todo indica que la capacidad de manejo de Moreno está llegando a su fin porque una cosa es defenderse con el halo del poder y otra como ciudadano de a pie, como tendrá que hacerlo a finales de este año. Además, su sueño de vivir en paz dedicado a los libros y alejado de las componendas de la política distrital podría quedar aplazado.