La ciber revolución de Egipto

Mar, 15/02/2011 - 05:42
Los estadounidenses han seguido las revoluciones de Túnez y Egipto con una mezcla de fascinación e incredulidad. A pesar de que fue en Silicon Valley donde se desarrolló la red, fue en Oriente Pró
Los estadounidenses han seguido las revoluciones de Túnez y Egipto con una mezcla de fascinación e incredulidad. A pesar de que fue en Silicon Valley donde se desarrolló la red, fue en Oriente Próximo, el lugar menos pensado, donde se descubrió el potencial de la herramienta tecnológica para propiciar movilizaciones sociales y cambios políticos. En Estados Unidos las redes sociales son utilizadas para compartir trivialidades, pero en Egipto sirvieron para deponer, en 18 días y sin disparar un sólo tiro, a un dictador que llevaba treinta años en el poder. “Los estadounidenses no han explotado el potencial de los nuevos medios”, opina desde El Cairo el bloguero Mahmoud Salem (@sandmonkey), quien durante años estuvo obligado a operar en el anonimato para escapar a la persecución gubernamental. “Cuando empecé el blog, en diciembre de 2004, en Egipto no había ningún tipo de libertad de prensa. Cero. Mi propósito era compartir información, provocar a la gente con todo tipo de debates. Y los medios electrónicos eran los únicos que no estaban controlados por el gobierno”. Salem pertenece a la vieja guardia de ciber activistas y su blog, Sandmonkey.org, es referencia obligada entre los internautas del Medio Oriente. Como tantos otros militantes de su generación, es enfático en resaltar que el crédito de la revolución no es de ellos, ni tampoco de los medios de los que se valieron para comunicarse, organizarse o informar. “La revolución es de la gente, el crédito es suyo”. Jóvenes escondidos en un apartamento del centro de El Cairo suben material de video tomado en la plaza Tahrir. El viernes, en el programa bandera de la CNN, Situation Room, el presentador Wolf Blitzer entrevistaba a Wael Ghonim, el ejecutivo de Google que se ha convertido en la cara de la revolución en Egipto. “Quiero conocer a Mark Zuckerberg y agradecerle”, dijo el ya famoso @Ghonim, quien abrió un grupo en Facebook el año pasado para protestar por la muerte de un joven en Alexandría, víctima de la brutalidad policial, una tragedia que galvanizó el descontento popular ante las arbitrariedades y la corrupción del régimen de Hosni Mubarak. “Se me ocurre que Facebook, Twitter, y Youtube son la imprenta de Gutenberg del Medio Este, los útiles que le permitieron a las personas opinar, compartir, reunirse”, apuntaba Jeff Jarvis (@jeffjarvis) en la última entrada de su blog, Buzz Machine. Igual que Ghonim con Zuckerberg, en su momento Martín Lutero le dio gracias a Johannes Gutenberg al reconocer que la imprenta fue “un regalo divino, el más grande, el último don de Dios”, en el éxito de la Reforma. Jarvis, quien está a punto de publicar Public Parts, un libro sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la cultura moderna, también señalaba lo obsoleto que le pareció el cubrimiento televisivo de las revueltas, en contraste con el flujo continuo de información que recibía de su cuenta de Twitter. “Nosotros hemos llamado a Twitter la agencia de prensa del pueblo”, dice Nasser Weddady (@weddady). Para este defensor de derechos humanos es claro que, frente a las revueltas populares, tanto los analistas de los medios tradicionales como el régimen de Mubarak y la Casa Blanca, “estaban desactualizados, operando con una matriz mental del siglo XX y no del XXI”. Weddady se refiere a la manifiesta incapacidad de la administración de Barack Obama para entender la dimensión de los hechos, o de determinar el rumbo de los acontecimientos durante todo el proceso. Todos se quedaron cortos, desde Hillary Clinton con sus declaraciones al comienzo de las revueltas, en las que afirmó que el régimen de Mubarak era estable, hasta la pifia del director de la CIA, que predecía que el dictador renunciaría en su alocución del jueves pasado. Por lo general, los expertos a los que acudió la prensa tampoco acertaron con sus análisis. Su visión del Medio Oriente correspondía a un estereotipo frecuente en los Estados Unidos, que aludía a una región detenida en el tiempo, plagada de fanáticos, no aptos para regirse por los principios democráticos. Rober Kaplan, columnista de The New York Times, aseguraba el 22 de enero, a la luz de la Revolución de los Jazmines de Túnez, que había “montones de razones para pensar que no estamos ante el comienzo de una avalancha democrática” en el mundo árabe, pero advertía que “las democracias también conllevan sus peligros”, en términos de los intereses de los Estados Unidos y la paz en la región. Por su parte, varios comentaristas de Fox News, el canal de noticias más popular del país, coincidieron en señalar que Egipto se dirige hacia el fundamentalismo islámico. Glenn Beck ha llegado al extremo de pronosticar el nacimiento de un califato que se extenderá a lo largo y ancho del Mediterráneo, y que se tragará países como España, Italia o Francia. Con cámaras convencionales, los jóvenes protestantes tomaron videos que le hicieron frente a los de las cadenas oficiales. De manera irónica, los manifestantes en Egipto han enarbolado ideales y principios que se supone que hacen parte del credo nacional de Estados Unidos, lejos del Islam ‒libertades individuales, derecho a vivir dignamente, democracia representativa, transparencia gubernamental‒, y su revolución se ha llevado a cabo sin acudir a la violencia, de una manera ordenada, plural, civilizada. “Soy optimista, pero muy cauto”, comentó Mahmoud Salem el domingo. Le preocupan, por ejemplo, los anuncios del ejército que se conocieron el domingo, en tanto que limitaban el derecho a la asociación y a la huelga de los trabajadores industriales. De momento, el bloguero coordina un esfuerzo colectivo ‒en la red, por supuesto‒ para acopiar toda la información disponible sobre la fortuna del dictador depuesto, que se estima puede alcanzar los 70 mil millones de dólares, con el fin de conseguir que esos recursos le sean reintegrados al erario egipcio. ¿Se dedicará a la política? “Todos los egipcios tendremos que hacerlo, de una manera o de otra”, responde. En general, el tono que se percibe en los trinos de esos jóvenes militantes es similar al de @sandmonkey: optimismo y prudencia. Entre tanto, es palpable la agitación en los demás países del vecindario, en donde los ciber activistas procuran organizarse para replicar la revolución egipcia, que Wael Ghonim ha bautizado la “revolución 2.0”. De hecho, esa fue la última pregunta que le hizo Wolf Blitzer a Ghonim en la entrevista del viernes: ¿ahora, qué país sigue? “Pregúntale a Facebook”, contestó. Lea también Al Jazeera, la voz de los árabes
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