Sandino, quien fue guerrillero por 27 años y está en proceso de reincorporación en el ETCR de Pondores, se reencontró con su hijo Álvaro, un suboficial del Ejército quien, tras un emotivo encuentro, perdonó a su papá y lo invitó a seguir por el camino de la paz.
“Cuando uno ha tenido que dejar a sus hijos por la violencia, por el conflicto armado o por las razones que sea, uno no descansa hasta volverlos a ver”, dice Álvaro José, un excombatiente de las Farc - EP que realiza su proceso de reincorporación en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, ETCR, de Pondores, en Fonseca, La Guajira.
Álvaro, conocido como Sandino en los tiempos de la guerra, habla con conocimiento de causa. No lo confiesa abiertamente, pero se nota cuánto le duele recordar las épocas de la violencia cuando dejó atrás a su familia para unirse a las Farc - EP.
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Él nació en El Bagre, Antioquia, hace 58 años y, en 1989, en medio de una fuerte confrontación armada, según lo cuenta, dejó todo atrás para unirse al frente 37 de las Farc. “Tuve que dejar a mi esposa y a mis dos hijos, a Alvarito, de cinco años, y a Claudia, de dos. Por esas cosas de la guerra solo pude ver a mi hijo hasta los nueve años, de ahí para allá nunca más supe de él, ni de ninguno”, afirma.
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Cuando Álvaro dejó su fusil, junto con otros miles de excombatientes de las Farc, gracias al proceso de paz firmado en noviembre de 2016 entre el Gobierno de Colombia y las Farc - EP, lo primero que hizo fue buscar a su hijo. Lo que él no sabía, era que ahora era un suboficial de Ejército Nacional de Colombia, con una carrera en ascenso. Para esa época, realizaba un curso de francotirador y estaba a punto de ser ascendido al grado de sargento.
“Cuando tuve mi primer encuentro con él yo le pregunté: “¿Un francotirador?, ¿Y a quién vas a matar?”, y él me respondió: “al enemigo”. “Eso me dolió. Yo pensé: el enemigo es el mismo pueblo, el enemigo era yo”.Álvaro cuenta esta historia sentado en el piso al lado del salón comunal del ETCR de Pondores, en Fonseca, La Guajira. Tiene un sombrero vueltiao con el que se cubre del sol. Sus manos son gruesas y su piel está muy dorada, pero no como la de un turista en el verano, sino como la de aquel que lleva a cuestas cientos de historias a la intemperie. Después de casi 30 años en la guerra ahora intenta reconstruir su vida en la legalidad. Trabaja en un pequeño proyecto productivo de cerdos y está estudiando y haciendo un curso de manejo de maquinaria pesada y otro de autoconstrucción que dicta el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, y con el que aspira construir su propia casa. En Pondores convive con cerca de 200 excombatientes más que como él están en proceso de reincorporación. Allí la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, como en todos los 24 ETCR que hay en el país, cuenta con un equipo local de verificación -conformado por observadores militares internacionales, voluntarios y staff de la ONU- que verifica su reincorporación social, política y económica, y que, a su vez, verifica las garantías de seguridad de los excombatientes, de la comunidad y de los líderes sociales. En este espacio los funcionarios de las Naciones Unidas, de entidades del Gobierno y personas de la comunidad vecina encuentran este tipo de historias a diario permitiendo ponerle rostro a la reconciliación que se vive al interior de la familia, en los ETCR y en general en los territorios en donde se vive este proceso de paz. [caption id="attachment_1066877" align="alignnone" width="1024"] Misión de Verificación de la ONU en Colombia[/caption]