Un año después de la tragedia del edificio Space de Medellín el vocero de los afectados, Elkin H. Hernández, comparte este testimonio. La desazón y la indignación continúan.
Lo que sucedió
Han sido 365 días de tragedia, de un continuo drama humano y familiar.
Pasadas las 8 de la noche del 12 de octubre de 2013, las miles de toneladas de la torre 6 del edificio Space en Medellín se vinieron abajo generando un ruido de espanto que paralizó por segundos a vecinos y habitantes del condominio. Junto a Ana Yadira, mi pareja, en el vecino Continental Towers y apenas a metros, observamos inmóviles y atónitos el derrumbe de la torre de 22 pisos. La espesa nube de polvo que se levantó, la explosión de los transformadores, la oscuridad total por el corte de la energía y un breve silencio que duró tal vez un par de segundos más, se convirtieron rápidamente en poderosos gritos de espanto que salían de ventanas y balcones de las torres de Space que habían quedado en pie y de las edificaciones vecinas.
Ana Yadira alcanzó a abrazarme con desespero y a pedirme en medio de una severa crisis de pánico que la sacara de nuestro edificio, según ella éste también se iba a caer. Los primeros 10 o 15 minutos del suceso fueron la mayor descarga emocional que hubiera podido vivir hasta hoy. Una mezcla alucinante de estupor y miedo. Una pesadilla que se nos volvió habitual durante muchas noches siguientes como secuela sicológica.
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Allí perdieron la vida 12 personas, 11 de ellas en el momento del colapso y una más, semanas después, producto de las heridas sufridas. Y junto a estas vidas sacrificadas y a las toneladas de materiales de la torre 6, se derrumbaron también cientos de sueños e ilusiones. Anhelos de un mejor futuro construidos peso a peso con muchos esfuerzos. Ahorros de años de trabajo sepultados en el alud de escombros.
La ciudad se sacudió inerme esa noche al espantoso suceso que dejó al descubierto nuestras vulnerabilidades como sociedad, muchas debilidades. Pero de la misma manera, la respuesta a la emergencia mostró una ciudad quizás más madura, reflexiva y mejor preparada para la crisis.
Y para nosotros, para las más de 300 familias que habitábamos los edificios Space, Continental Towers y Asensi, la seguridad de nuestros hogares se había convertido de pronto en una trampa mortal.
Han pasado 365 días de angustias y dolor, evacuados de nuestro hogar, orando con fervor al Dios de todos para que cualquier día la tragedia amaine con una noticia de reparación. Lamentablemente no ha sido así. Al contrario, los sucesos diarios casi siempre traen desazón y desconsuelo. Vivimos en una especie de “montaña rusa” de emociones, solo en segundos pasamos de la esperanza a la indignación.
Lo que no entendemos, los inexplicables, los absurdos
No entendemos que un año después la constructora CDO, empresa a la que le compramos nuestros apartamentos, en la que depositamos todos los ahorros con la mejor buena fe, no haya decidido restituirnos el patrimonio. Y en cambio hayan adoptado por una estrategia de dilación y evasión para perder menos.
No podemos entender que nunca a las 70 familias de Continental Towers nos hayan abierto un espacio de conciliación y por el contrario hemos recibido siempre la amenaza de la rehabilitación o repotenciación del edificio. No es posible pretender que recibamos un edificio reparado, que ha perdido todo su valor comercial. Son apartamentos que nadie comprará, que nadie arrendará. Que se rehabiliten, siempre y cuando sea posible, si la ingeniería es capaz de hacerlo en esas estructuras enfermas, que están en un alto riesgo de colapso, casi imposible de llevarlas a cumplir las normas de sismo-resistencia, pero eso sí, que antes nos restituyan el patrimonio, y luego que la constructora como dueña ya del edificio, lo repare, lo venda, lo demuela, lo construya de nuevo. Que sean ellos quienes por sus errores carguen con los costos de la desvalorización y no los afectados.
Y también inexplicable que se hable de rehabilitación pero no se conozca bajo qué norma se harán estos trabajos. Si bajo la norma de sismo-resistencia del año 98 o bajo la del 2010 mucho más actualizada, moderna y exigente. Según el ingeniero Roberto Rochel, cualquier repotenciación será muy difícil y los edificios quedarán con fallas y defectos.
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Tampoco entendemos cómo un año después, cerca de una treintena de familias del edificio Space, ya desaparecido, aún no logren un acuerdo y todo debido a que los mejores ofrecimientos de la constructora han sido por debajo del valor de compra de los apartamentos.
No nos explicamos cómo nosotros las víctimas, estamos cada vez más cerca de asumir los costos de una tragedia que no provocamos, cuando toda la sociedad antioqueña conoce la fortuna y la riqueza que ha amasado la familia dueña de la constructora, gracias en buena medida a esta ciudad de Medellín donde han montado su emporio y les ha permitido incluso cargos y dignidades.
No nos explicamos tampoco cómo a una tragedia social y humana como esta, se le sume ahora las amenazas a la vida del ingeniero Roberto Rochel, un talentoso profesor universitario y un reconocido profesional de la ciudad al que obligaron a exiliarse en los últimos días. Con ética, responsabilidad y con un gran valor civil puso al descubierto que los errores cometidos en toda la cadena, desde el diseño, el control, hasta la construcción de Space, Continental y Asensi, también se habían cometido en por lo menos 12 edificaciones más construidos por CDO en Medellín y el área metropolitana.
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Pero más inexplicable aún es que hasta hoy ningún gremio, ni asociación de profesionales, ni escuela de ingeniería de la ciudad, haya lamentado públicamente estas amenazas. Una indolencia que concede licencia a la irresponsabilidad.
Nos resulta asombroso también que los gremios de la ingeniería, la construcción y la vivienda como la SAI y CAMACOL, hayan asumido una postura macabra y silenciosa. Duele verlos en medio de una crisis como la que vive su sector, preocupados por las ventas pero no por los cientos de afectados. Paradójico. Si hubieran presionado a la firma CDO, uno de sus socios más distinguidos, a un arreglo rápido, a asumir desde el comienzo de la crisis una actitud responsable, esta historia hubiera sido menos dolorosa y la confianza inmobiliaria estuviera sufriendo menos afectación. Por fortuna, buena parte de la sociedad antioqueña y los medios de comunicación se ha encargado de mantener vigente la tragedia y que no caiga en el olvido. Y no podemos permitir el ostracismo hasta tanto no esté reparado justamente el último de los afectados.
Nos parece además lamentable y patético que en nuestra legislación comercial, en el estatuto del consumidor por ejemplo, no hayamos encontrado un respaldo firme y una salida justa. Por el contrario, algunas veces parecen normas hechas para defender y proteger al infractor y no a quienes nos vendieron un producto defectuoso.
Pero lo más aberrante, inexplicable y asombroso, es que el ingeniero calculista de todo este absurdo, Jorge Aristizabal Ochoa, aún hoy esté habilitado para ejercer su profesión. Increíble que no tenga a la fecha una medida cautelar de la justicia o por lo menos una sanción del gremio constructor.
Las tragedias dejan eso sí, en una sociedad responsable, muchas razones para la reflexión. Y una de éstas se tiene que dar en torno a la ética en los negocios. Casos como el de Interbolsa, CDO y el “cartel de los pañales”, tendrían que convertirse en una voz de alarma. No todo se vale para hacer riqueza, no todo se vale para ganar dinero. El Estado, la academia, la empresa privada, los gremios, los medios de comunicación y la sociedad en general tienen que asumir en el marco de su rol social un liderazgo más fuerte y efectivo para trabajar por la legalidad, la ética, la decencia y la transparencia, para que todos estos absurdos, los inexplicables y lamentables que estamos viviendo en esta crisis se conviertan mejor en responsabilidad, justicia y reparación. Para que nunca más vuelva a suceder otro Space.
Entre tanto, las familias afectadas mantendremos encendida una luz, porque a pesar de lo devastador que resulta el paso del tiempo y el desesperanzador panorama, aguardamos con dignidad, con mucha fuerza, firmeza y voluntad la recuperación de nuestras ilusiones y poder así con los nuestros tener un hogar seguro como es el derecho inalienable que tiene cualquier persona, todo ciudadano.
Los afectados por CDO entre la desesperanza y los inexplicables
Dom, 12/10/2014 - 03:55
Un año después de la tragedia del edificio Space de Medellín el vocero de los afectados, Elkin H. Hernández, comparte este testimonio. La desazón y la indignación continúan.
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