Los ancianos y la muerte solitaria

Mié, 27/12/2017 - 01:27
Era como si fuera un fantasma. Los vecinos lo habían visto un par de veces pasar por los pasillos del edificio pero nunca saludaba ni miraba a nadie. Era un viejo serio, reflexivo, que vivía solo. N
Era como si fuera un fantasma. Los vecinos lo habían visto un par de veces pasar por los pasillos del edificio pero nunca saludaba ni miraba a nadie. Era un viejo serio, reflexivo, que vivía solo. No tenía familia. No tenía amigos. Y un día desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. Pero nadie lo extrañó, nadie preguntó por él. Notaron su existencia cuando el nauseabundo olor de cadáver en descomposición llenó el pasillo de la unidad residencial. [single-related post_id="667145"] Parece la escena de una película de terror. Sin embargo no es ficción sino una curda realidad que se vive día a día en Japón. Una de los países más desarrollados del mundo se enfrenta al problema de las muertes solitarias. Un reportaje del New York Times reveló que al año cientos de ancianos mueren solos, sin que nadie se dé cuenta hasta que el olor de cuerpo en descomposición se hace insoportable. El fenómeno se conoce como 'Kodokushi’, que haría alusión a la marca que deja un cuerpo en el suelo cuando se descompone. Sin embargo hace referencia a las personas que mueren solas. De acuerdo a la Oficina de prevención social y Salud Pública de Tokio, alrededor de 2000 personas, para 2017, habían muerto solas. Existe desde finales de los 80, pero se ha recrudecido gravemente en los últimos años. La mayoría de víctimas son hombres, mayores de 60 años, que no se casaron nunca o que enviudaron. Además los miembros de su familia han muerto, están lejos, o simplemente han dejado de tener contacto con los ancianos, a quienes ya no les queda más opción que encerrarse en sus pequeños departamentos a esperar la muerte. Son varias las causas. La más delicada es la ruptura de los lazos familiares. La exigencia de la vida en Japón, ha hecho que algunos ancianos terminen aislados, solos, sin que nadie los ayude. Ese aislamiento se debe a que, por la exigencia y costumbres del Japón moderno, las personas mayores, cansadas de esa rutina a la que posiblemente le dedicaron muchos años, para no enfrentar ese estrés, huyen y se encierran. [single-related post_id="648145"] Lo anterior implica un factor psicológico. Se habla de una “apatía social”, impulsada por el desencanto de la vida moderna basada en el trabajo exigente. De pronto las personas pierden el deseo de socializar, de salir. Hay incluso quienes prefieren terminar todo contacto con los otros. El factor económico también es importante. En ese sentido, la mayoría de ancianos son jubilados, con bajos ingresos, y que dependen del Estado, de sus familias, o incluso de sus vecinos. Este último aspecto significa que hay japoneses que en otros tiempos tuvieron una vida estable, productiva, pero que por las crisis económicas lo han perdido todo. El problema es de tal gravedad, que incluso existen compañías de mudanzas encargadas de limpiar los apartamentos y recoger las cosas. No hay manera de responsabilizar a nadie. Al contrario: la altísima tasa de muertes solitarias ha impulsado a las autoridades a estar más pendientes de los ancianos, y se han diseñado programas de atención que, parece, les podrían dar una nueva oportunidad.  
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