Los francotiradores más certeros del mundo

Jue, 13/01/2011 - 03:00
El soldado inglés Craig Harrison acomoda el trípode de su fusil L115A3 sobre un muro de piedra. Con su mano izquierda rodea el guardamanos de plástico del arma. Su m

El soldado inglés Craig Harrison acomoda el trípode de su fusil L115A3 sobre un muro de piedra. Con su mano izquierda rodea el guardamanos de plástico del arma. Su mejilla descansa sobre el lomo de la culata, y su ojo derecho, bien abierto, observa a través de la mira telescópica dos figuritas, vestidas con harapos, que disparan con una ametralladora antiaérea rusa hacia una patrulla del ejército inglés. Son talibanes. El viento es tan débil que no alcanza a mover ninguna de las ramas que camuflan la cabeza de Harrison. Es un día seco e iluminado por un cielo azul y sin nubes. Tendido en el suelo, con la quietud de un cocodrilo asoleándose, el francotirador inspira lentamente y luego suelta el aire mientras con el dedo índice acaricia el gatillo. Su grueso y dorado anillo de bodas brilla apenas en el anular de su mano. Entonces, el percutor golpea la bala, el fusil empuja hacia atrás el hombro del tirador, el casquillo es expulsado por el extractor y un proyectil del tamaño de una daga atraviesa el cañón y rompe el viento a una velocidad de un kilómetro por segundo. Y 2.64 segundos después, uno de los talibanes cae sacudido hacia atrás. Harrison acaba de matar a un hombre a 2.475 metros de distancia.

Craig Harrison, el francotirador con más largo alcance.

Unos segundos después cae el otro talibán. Harrison dispara un tercer tiro que hace volar por los aires la ametralladora rusa. Dos guerrilleros afganos más han sido liquidados por un francotirador. Pocos saben que el trabajo de estos hombres ha sido fundamental en la guerra de ese país. Los francotiradores que están en Afganistán han sido entrenados para resistir las condiciones más agrestes, mimetizarse con el paisaje durante horas enteras, racionar los pocos víveres con que cuentan. Deben tener la calma y la paciencia de un monje tibetano. Muchas veces, de un disparo suyo depende la suerte de una patrulla, un convoy o una tropa entera.

Diferentes camuflajes que usan los francotiradores durante sus operaciones

Los mejores francotiradores son los del Ejército de Canadá. El soldado que tenía el récord antes de Harrison era canadiense. Su nombre es Robert Furlong y mató a un talibán a una distancia 2.430 m con una bala calibre .50, que tiene la altura de una lata de gaseosa y es capaz de derribar un avión, detener un tanque de guerra o atravesar un vehículo a una distancia de veinte campos de fútbol. Usó un truco de francotirador: dejó calentar las balas para que ganaran más distancia, las puso a los rayos del sol, las fijó en el proveedor y luego se puso en posición de disparo. Su primer tiro levantó un montón de polvo y tierra, el segundo reventó el morral del guerrillero, el tercero le destrozó el torso. Furlong hizo los disparos con un rifle McMillan Tac50, un arma que él mismo describe como la peor pesadilla de cualquier enemigo.

El McMillan Tac50 es el arma más utilizada por los francotiradores en Afganistán. Nadie se salva de un disparo de una bala calibre .50. Es como un infarto fulminante. Los videos que han tomado los francotiradores canadienses muestran la capacidad destructiva de este calibre: sólo se escucha al viento silbar; de pronto, estalla un fogonazo, y luego, al fondo, en las crestas de unas colinas, se ven pedazos de cuerpo y jirones de ropa que explotan y se pierden en el viento.

http://www.youtube.com/watch?v=migN8R_ZqVs

Secuencias de disparos realizados a más de mil quinientos metros de distancia por francotiradores canadienses en Afganistán. Los hombres asesinados son guerrilleros de Al Qaeda.

Los francotiradores tienen que pasar por duros entrenamientos que incluyen pruebas de resistencia física y mental, camuflaje en distintos climas y lugares, estrategias de rastreo e inteligencia, disparos en varias posiciones, lectura de mapas y fotografías aérea, mediciones de distancia, velocidad del viento, humedad del ambiente. Esto sumado a una visión de veinte sobre veinte.

La mayoría de las veces los francotiradores trabajan en compañía de otro soldado, que con unos binoculares poderosos le ayuda a calcular la distancia del blanco y examina que el terreno esté libre de enemigos.

Según estudios realizados en Canadá, 1.120 soldados que han servido en Afganistán tienen síntomas de estrés postraumático. Los que menos traumas presentan son los francotiradores. Además, son quienes más orgullosos y satisfechos se sienten por su trabajo. Furlong ya está retirado, pero cuando servía como francotirador tenía un lema “no pienso en lo que he hecho sino en lo que he contribuido”. A diferencia de los soldados regulares, los francotiradores no se enfrentan en un fuego cruzado, no tienen que disparar sin ver, pensando sólo en defender su pellejo. Tienen autonomía sobre sus disparos. Pueden decidir. Eso, según varios psiquiatras, hace una gran diferencia en cuanto a la salud mental.

El Vietcong ofrecía 35 mil dólares por la cabeza de Carlos Hathcock.

A pesar de esto, los francotiradores son los blancos más valiosos para los talibanes. Los francotiradores son quienes más líderes asesinan. Pero esto no es nuevo. En la Segunda Guerra Mundial y en Vietnam varios francotiradores dieron los golpes más rotundos. Asesinaron a varios comandantes de alto rango. Uno de los más francotiradores más famosos fue Carlos Hathcock, conocido como “Pluma Blanca”. Hathcock tuvo el récord de mayor distancia durante 35 años. Fue en 1967, en Vietnam, escondido en una colina, cuando el marine estadounidense observó a través de la mira que un comandante del Vietcong se agachaba para tomar agua en un arroyo. Antes de que bebiera un sorbo, Hathcock le disparó con su Winchester M70, la bala voló 2286 metros y le quitó la cabeza al vietnamita. Se cree que Hathcock mató a más de 300 personas en la guerra de Vietnam. El Vietcong ofrecía 35 mil dólares por su cabeza. Pero el récord histórico de mayor cantidad de muertes lo tiene el finés Simo Haya, quien mató a 505 soldados en la Segunda Guerra Mundial.

Cuando los guerrilleros de Al Qaeda caminan por los terrenos agrestes de Afganistán, miran a todos lados, inquietos. Saben que el arma más letal podría estar oculta tras cualquier arbusto, fijando la cruz negra de su mira telescópica sobre su pecho, acariciando el gatillo. Y entonces, en dos segundos estarían muertos.

http://www.youtube.com/watch?v=N7IbhBLJRyg

Un francotirador de la policía estadounidense le arrebata de un disparo la pistola a un hombre que amenaza con suicidarse.

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