Luis Eduardo Hernández, más conocido como El Mulato, es a la historia del baile de salsa en Cali, lo que Jairo Varela, fundador del grupo Niche, es a la música. Con la escuela Swing Latino ha sido cinco veces campeón del mundo, dos años en forma consecutiva en el congreso mundial organizado por Albert Torres, primero en Las Vegas y luego en Orlando, Florida. Es el rey de los bailarines de la nueva generación que ha conocido el éxito internacional.
Cuando empezó a triunfar como bailarín, su mamá enfermó de alzheimer y perdió la memoria por completo. Ella no sabe que su hijo, Luis Eduardo, es un hombre reconocido que va por muchos países y hoy en día tiene su agenda llena para todo el 2011. Su papá, jubilado, quien fuera serenatero, especialista en amenizar rumbas al tocar pasillos con tiple, requinto y guitarra, comparte el éxito de Mulato. A veces, salen a rumbear juntos.
El primero en llamarlo Mulato fue Laíto, cantante de la Sonora Matancera, quien después de una presentación en la discoteca Baracoa, de Juanchito, en 1988, lo vio bailar en el llamado Superballet de la Salsa, con Jalber Leudo, y le dijo con ese acento cubano: “Ey, Mulato, bailas muy bien”. La primera vez que fueron a Puerto Rico le comentó: “Mulato, el mambo que ustedes bailan es el mejor. Desde entonces, todo el mundo lo llama Mulato, pero antes de ser famoso en el baile, en el barrio, como también su familia, le decían El Loco, por arrebatado.
La familia de Mulato es de origen paisa, de Arauca-Palestina, en Caldas. Primero llegaron a Yumbo sobre los años setenta y tres años después se trasladaron a Cali. Está integrada por ocho hermanos y sus papás, que le llaman Leonel Hernández y María Emma Cadena. Su hermana mayor, María Gloria; el segundo es Jesús Enrique; el tercero María Yolanda; el cuarto José Antonio; el quinto John Roosevelt; el sexto Milton Leonel; el séptimo es Luis Eduardo y la octava es Alba Ruth. Mulato nació el 19 de agosto de 1969.
Su tío William Cadena, más conocido como “Palmirita”, quien no se perdía los agüelulos y se amanecía en Juanchito, llegaba a su casa con pantalones blancos, camisa azul, zapatos blancos y afro. Contagió a la familia de de sus gustos rumberos y de niño trajo a Mulato a Cali para que aprendiera el lenguaje del baile. Vivía en el barrio Andrés Sanín, mientras que la familia de Mulato se vino a vivir al barrio El Diamante, que era el único barrio que existía en el Distrito de Aguablanca porque de ahí para allá eran puros cañaduzales. Su papá era jubilado de los ferrocarriles del Pacífico y compró una casita. En Caldas recolectaba café, mantenía fincas y aquí en Cali entró como frenero del ferrocarril.
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Estudió la primaria en la Escuela El Diamante y la secundaria en el Instituto Politécnico Municipal, en la sede Boyacá y luego en Pampalinda. En su adolescencia le sacó canas a su mamá porque andaba con los pandilleros y le gustaba la pelea. Nunca ha metido droga, pero aprendió a robar, manejaba bien el machete y el puñal, su arma perfecta era “la zapatera”, que era un cuchillo que rajaba todo cuanto tocaba. Tenía también una pacora cortacaña en su espalda. Fue integrante de Los Murciélagos, una banda que tuvo azotada los barrios del Distrito de Aguablanca. Lo único que le impidió convertirse en un delincuente era su mamá. Las mujeres siempre lo protegían en los momentos de peligro o cuando eran perseguidos por la policía. El que baila, gana, dice un refrán popular, que aplicaba Mulato para saber escurrirse en los momentos difíciles. Mulato llegó a robar, a tropeliar, era un bravero, pero no atravesó el límite de asumir el delito como forma de vida.
Antes de convertirse en bailarín hizo ocho años de teatro. Orlando Cajamarca, un teatrero de Cali desarrolló un proyecto teatral como recuperación de un entorno social y Mulato, a los diez años y su hermano José Antonio participó de él. Para la celebración de los 450 años de Cali se incorporaron mil muchachos y Mulato fue considerado el mejor actor. Montó un grupo de teatro en su colegio, hacía fono mímicas de Michael Jackson y ensayaba todas las tardes con sus hermanos. Un día se dio cuenta que era más lucrativo el baile que el teatro y conformó un grupo de 60 personas sin saber nada de coreografía. La primera presentación fue en 1982 en la Normal de señoritas bajo la supervisión de sus hermanos y del bailarín Morón Lucas, que se inclinaba por el mambo, sus primeras prácticas en ese primer grupo que se llamó “Los pibes de la Salsa”.Los primeros temas que montó fue “Pal 23” y “Fe” de los Hermanos Lebrón que estrenó en 1982.
Mulato empezó a compartir sus experiencias entre el colegio, el teatro y el baile. Después de los agüeluelos se iba para el Saturday, El Diferente, El Refugio, Río Cali, El Osito Musical y otros. Se iba a pié y llegaba entre los diez primeros porque entraban gratis. A la salida tenía que conseguir algo de dinero y llegó a robar cadenas y hasta comérselas para luego encontrarlas en las bacinillas.
Cuando terminó el bachillerato, donde habilitó cuatro materias, tenía que ir al ejército, institución que le llamaba la atención por su estructura miliciana. El sargento primero Santamaría lo dejó en Cali, aunque amenazó con enviarlo a Bogotá. El primer domingo fue tenaz porque no podía ir al agüelulo, le cortaron el pelo que lo tenía hasta los hombros, no podía usar su pantalón bota tubo ni sombrero de plumas y lloró. Debido a esto, dudó en abandonar el baile. Sin embargo, cuando lo ascendieron a dragoneante llevaron al batallón a Eddie Santiago, que se encontraba de moda, y el Mulato se tiró a la tarima y eso lo dio protagonismo. Los martes y jueves se volaba para ir a dirigir su grupo de baile. Cuando se creó el programa de televisión Estrellas del Pacífico y organizó por primera vez un concurso de baile, Mulato se lo ganó. No siguió su carrera militar porque el baile y las mujeres pudieron más que todo y pidió la baja.
Su gran sueño era pertenecer a Cali Rumba, de Jairo Sánchez, que fue un primer gran ballet de la salsa, pero Jalber Leudo lo hizo desistir de la idea porque se estaba abriendo paso en la vida nocturna, presentándose en Village Game y en los recorridos de las chivas turísticas en El Abuelo Pachanguero, El Escondite y en La Ventana de Petronio. Por esa época Evelio Carabalí era considerado el gran bailarín de Cali. Una vez se realizó un concurso en el Village Game a nivel de griles y discotecas y participaron Diego Rojas, Los hijos de Guaracho, el finado Omar y otros. En el momento de la final, Evelio Carabalí se le acercó por detrás y le dijo: “Te ganaste eso”. No lo ganó Mulato sino Diego Rojas pero siempre recuerda esa anécdota. A los ochos días se volvieron a enfrentar en otro concurso y les ganó. Carabalí montó Rumba Rumberos y lo llamó.
Fue entonces cuando se montó el Ballet Azúcar, que lo dirigía Liliana Salinas, donde estaban los mejores bailarines: Raúl Ramírez, Palomeque, Harrison, Otoniel, Diego Rojas, Diego Castro, César, Olimpo, Edison y Mulato. Ahí conoció a Luz Aydé Moncayo, gran bailarina, quien había sido pareja de Evelio Carabalí y le contó muchas anécdotas de este gran bailarín. Se empezó a generar la continuidad de una historia. Es así como Mulato lo sintetiza: “el boom de Evelio Carabalí termina cuando empieza el mío”.
Por esos tiempos apareció Martha Lucía Montañes en su vida. Ella era bastonera del ballet de Cali y también integraba la orquesta Tumbadora, donde cantaba Benicia Cárdenas. Liliana Salinas lo invitó a la entrega del amigo secreto en su apartamento de San Fernando y Martha fue ese día con un pantaloncito café y blusa blanca.
Le pareció bonita pero Mulato estaba casado con Nancy Caicedo, con quien contrajo matrimonio a los 22 años, sin la aprobación de su familia porque ella tenía un hijo. Mulato se casó por despecho, porque se quería casar con una muchacha a quien su familia lo impidió porque era negro. La hicieron abortar y la casaron con una persona que consideraron apropiada para su nivel social. Nancy Caicedo a los 15 días salió con otro hombre, le fue infiel y a los dos meses se separaron. Mulato sintió que el cielo y la tierra se juntaban, salió en su moto, se pasó varios semáforos en rojo, llegó a su casa llorando y su mamá, sus hermanas y la tía Mery Cadena le pusieron su hombro sincero e incondicional y se desahogo.
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Volvió a los ensayos y rechazaba a Martha Lucía como pareja de baile porque le parecía muy tiesa. Para reunir el dinero con el fin de ir a Puerto Rico la primera vez en 1997 tuvieron que hacer muchas actividades. Se fue con 20 dólares, acompañado por Palomeque, Otoniel, Diego Castro, Benicia, Mercedes, Luz Aydé y Martha. Le tocaba dormir con Martha pero todavía no se le pasaba nada por la cabeza. Hacía poco se había separado de Ángela Muñoz, la mamá de sus dos primeros hijos, Dayanna Lizeth, de 10 años y Luis Eduardo, de 9 años, quien no era buena bailarina. Era celosa y quizás eso lo acercó a Martha. Se quedó cuatro meses en Puerto Rico, donde trabajó en construcción con el fin de irse para Nueva York pero lo devolvieron. Estuvo en Lares, un pueblo donde se cultiva el café.
Antes de irse para Puerto Rico había sido chofer de Humberto Rey, médico y profesor de la Universidad del Valle, jefe de Luz Aydé Moncayo. No sabía manejar bien y mintió para trabajar con él. Como vivía en Los Cristales, una zona montañosa de la ciudad, le quemó el clutch del carro. Rey se puso furioso pero le había tomado cariño y le dijo: “Usted sigo con este trabajo mientras se convence que es un buen artista y nació para bailar”.Aún después de llegar de Puerto Rico vino a manejarle el carro, pero un día se bajó y se dijo a sí mismo: “Voy a ser un bailarín”. Y en ese año se ganó el concurso.
Angela todos los días le decía: “tú tienes algo con Martha”. Tanto se la puso sobre sus ojos que la hizo ver como mujer. Martha tenía cuerpo de reina y empezó un romance durante un año pero ella tenía un novio, el de toda su vida, con quien se iba a casar, y no se pudieron dar ni un beso. Un día el médico Humberto Rey lo invitó a una presentación en el Colombo Americano y al salir de ahí se llevó a Martha hasta la Taberna de Toby, que quedaba en la Avenida Sexta. Ella estaba con un vestido azul que todavía recuerda, le confesó su amor y se dieron un beso espectacular. Era 1998.
Ganó el campeonato, entre otras cosas, porque cuando estaban en Puerto Rico, Otoniel Palacios y Palomeque que para ganarles a ellos dos “tenía que morirse y volver a nacer”.No iba a bailar con Martha sino con Mercedes, pero Mercedes quiso participar con Palomeque y no tenía otra opción. Ganó y se consagró. Además dejó a Ángela, que se arrodilló a suplicarle que no se fuera. Por un tiempo, siguió con las dos, hasta que Martha quedó en embarazo. A los cuatro meses se presentaron a la final de un concurso en el estadio Ricardo Clemente de Puerto Rico, en 1999. Luz Aydé le recomendó cambiar el tema, le dijo que bailara el mambo Lupita. Esto ocasionó que lo bajaran al quinto puesto, pero eso, de forma extraña, le dio fama.
La experiencia de Puerto Rico le enseñó a cambiar vestuarios, combinar el estilo puertorriqueño con el caleño, cortar los discos, incluirle más alegría al rostro de la pareja, porque los caleños tenían una tradición de bailar muy serios, retomar algunas cosas de los hermanos Vázquez de Puerto Rico, y crear un estilo que le dio una supremacía sobre sus contemporáneos.
Con el Mulato nace el bailarín producto del trabajo y la academia, desaparece el bailarín intuitivo, el empírico de las discotecas. Su escuela es la gran pionera en toda esa perspectiva y las restantes escuelas, que hoy dicen ser sesenta, con más de ocho mil aprendices de bailarines en la ciudad, siguieron su camino. Más allá de su propio temperamento de muchacho de barrio se ha convertido en un icono. Mulato, al lado de su esposa, Martha Lucía Montañés, bogotana de nacimiento, pero criada en Cali, exbastonera del Deportivo Cali, con una primera experiencia como corista de la orquesta Tumbadora, donde cantaba Benicia Cárdenas, se convierten en los referentes del nuevo baile caleño. Liliana Salinas, al respecto anota: “Mulato hace una fusión de baile caleño y las técnicas aprendidas en su estadía en Puerto Rico, que le otorga la virtud de hacer una puesta de escena novedosa de los bailarines”.
En 2003, ABB Producciones organiza un Tributo a Héctor Lavoe, con un guión escrito por Umberto Valverde, la participación de la escuela de Mulato y la presencia de Alfredo de la Fe, el violinista cubano y Ray Sepúlveda. Esto se realiza en las instalaciones de la Licorera del Valle y es preludio de los espectáculos que hoy se hacen. Luego, ABB Producciones, con un grupo asesor del que también hago parte, crea el Mundial de Salsa, con patrocinio de la Secretaría de Cultura del momento. El evento se realizó de forma independiente, no oficial, con la colaboración de Albert Torres, un experto bailarín y coreógrafo de Nueva York, con ascendencia puertorriqueña y coordinador del gran evento patrocinado por ESPN, quien había dado paso a los grandes triunfos de Ricardo y Viviana, en categoría pareja, y, después, de Swing Latino, en todas las categorías. Ahí se puso en evidencia el talento y el significado de Luis Eduardo Hernández, el Mulato, en este periodo que empezó en el sueño para alcanzar la gloria por dos años de manera consecutiva. La ciudad entera los aplaudió y se rindió a sus pies. La salsa volvió al primer lugar.
En el 2005, Swing Latino organiza el primer reality de salsa, Mulato convocó sus bailarines para hacer El Baile de las Estrellas en el gran salón Las Vallas. Había invitado a Andrea Buenaventura y sus socias de ABB Producciones, como también al crítico Rafael Quintero. Con el preámbulo del show sobre Héctor Lavoe estaban todos los antecedentes. Por eso, al poco tiempo, Andrea Buenaventura llamó a Mulato para proponerle crear este show. Así nace Delirio, hoy en día un espectáculo reconocido en Cali y el mundo.
Una de sus experiencias más gratificantes en Delirio fue conocer al cantante Yuri Buenaventura. Mulato nos cuenta: “Cuando Swing Latino terminó su show, yo bajaba de la tarima y me encontré a Yuri Buenaventura y me dijo: Me dejaste el nivel muy alto, no sé que voy a hacer para responderle al público, y me abrazó con los ojos llorosos. Es una anécdota que siempre recordaré. De ahí en adelante fortalecieron una gran amistad, que posibilitó hacer un trabajo de ensamble en el Mundial de Salsa de 2010, que se presentó en la Plaza de Toros, y que les abrió camino para buscar un lenguaje común entre el baile y la música. En su nueva obra, Tumbao, donde rompe esquemas, Mulato ha incluido dos temas de Yuri Buenaventura y tienen a la vista otros proyectos en común.
Con un gran esfuerzo económico, Mulato trasladó la sede de la escuela Swing Latino al barrio El Cedro de Cali, donde construyó un teatrino de 150 personas para programar las presentaciones de sus nuevas obras.
Luis Eduardo Hernández es gerente, productor, director, coreógrafo y bailarín de la escuela Swing Latino, pero sigue al frente de todo, sin tenerle miedo a la vejez, “le tengo miedo a la muerte de mis seres queridos y también me asustan los achaques y las enfermedades, pero yo me quiero morir en una pista de baile, a los 98 años, vestido de blanco y negro”.
Mientras se encuentre en Cali, el lunes es un día sagrado. Mulato nos dice: es como un lunes de zapatero, no quiero que nadie me llame y en lo único que pienso es que lleguen las seis de la tarde para irme a tirar paso a Las Brisas. Ahí van las mujeres más hermosas de Cali, me pongo mis zapatos para bailar, no hago show, sino a bailar como lo siento. A mi me emociona un chachachá, Oscar de León, La Fania, Ismael Rivera, con esa música estoy botado. Pero si la gente me pide show, bailo milonga y bolero con Martha. El aplauso está seguro”.
Mulato no ha tenido como referente cultural el cine mexicano ni ha hecho estudios de ballet ni de coreografía. Todo lo aprendió en la discotecas y de su experiencia en Puerto Rico. Pero se ha convertido en un icono indiscutible de la salsa caleña, esa misma que luce hoy en la apertura de la Feria de Cali en el salsódromo y la que hace respetar en los más importantes eventos en el mundo.
Ese es Mulato, ese muchacho de barrio, que cuando llegó de conquistar su primer gran éxito dijo: “Misión cumplida”, y ese que tiene como ley esta frase: “El que baila, gana”. Uno de sueños era recorrer el mundo con Swing Latino, en gran parte ya lo ha hecho. Sus pasaportes no tienen donde ponerle un sello más. Ahora, con su nueva sede, piensa que debe crear un Instituto de Educación superior, similar a lo Incolballet, pero con la salsa.
El triunfo del Mulato, como de las escuelas de salsas, es el triunfo de la cultura popular caleña, fortalecida en sus raíces, en esos seres anónimos que por años bailaron en las discotecas, creando un estilo, el estilo caleño, basado en la velocidad de los pies. No hay nada igual en el mundo.



