Peregrinación de rodillas ante el Señor Caído de Girardota

Vie, 30/03/2018 - 07:01
Niños, jóvenes, adultos mayores y hasta personas en condición de discapacidad se ven a la orilla de la carretera que de Medellín conduce al Magdalena Medio. Esa es una escena muy frecuente para la
Niños, jóvenes, adultos mayores y hasta personas en condición de discapacidad se ven a la orilla de la carretera que de Medellín conduce al Magdalena Medio. Esa es una escena muy frecuente para la temporada de Semana Santa. Todos esperan llegar, a pesar de las difíciles condiciones climáticas, a la Catedral de Nuestra Señora del Rosario de Girardota y dar gracias por los favores recibidos al Señor Caído. No es una peregrinación como cualquier otra: desde los diferentes municipios del Valle de Aburrá e incluso desde las más remotas veredas, cientos de personas acompañadas de su fe, se dan cita en este municipio, ubicado al norte del área metropolitana. [single-related post_id="848904"] En lo alto del parque principal está el templo, para ingresar es necesario subir más de 15 escalones, y en su interior una multitud se agolpa. Parecía no importarles la incomodidad porque cada vez ingresa más gente. A las 8:00 de la mañana y con la lluvia como testigo, comienza la eucaristía.  https://www.youtube.com/watch?v=BdmnlV3Q_Gw&feature=youtu.be "Desde el Domingo de Ramos el parque no aglomeraba tanta gente", murmura uno de tantos los feligreses que con sombrilla en mano escucha desde la puerta principal de la iglesia una de las cinco homilías que se realizan al día durante la semana mayor. En las afueras del templo, el comercio se traduce en la venta de artículos religiosos y son ellos los más buscados: Muchos quieren tener la imagen del Milagroso, como le llaman algunos devotos, para que a sus hogares no lleguen los malos espíritus. De acuerdo con Jairo Bedoya, el Señor Caído llegó al municipio a mediados del año 1770 desde Quito, como un regalo de uno de los hacendados más importantes de esa época y desde entonces la imagen se convirtió en un símbolo religioso al que se le atribuyen infinidades de milagros. Aunque la otra versión del origen de la escultura dice que permanece allí porque cuando era transportada, y para descansar un poco, las personas que la cargaban decidieron bajarla en el sector de Hatogrande de este municipio y al momento de continuar con el recorrido y tratar de levantar la imagen, esta se hizo tan pesada que ni siquiera todos los hombres que en ese entonces vivían en Girardota pudieron levantarla. Desde aquella fecha ha permanecido en el pueblo y hoy, 250 años después, es el cuidador de los habitantes de esta localidad. [single-related post_id="850376"]

Cuestión de fe

Las familias girardoteñas saben la importancia que tiene para la comunidad la devoción al Señor Caído, no en vano la tradición es llegar al templo cada Semana Santa a dar las gracias, a pedir por la salud, el amor y uno que otro llega con la firme convicción de pedir por los negocios. Diana María Morales es una de las tantas personas que acuden cada año al templo, la primera vez que lo hizo fue en 1991. Comenta que fue para pedir por la salud de unos de sus hijos, que en ese tiempo se encontraba enfermo, y 27 años después lo sigue haciendo. Ella, una mujer con unos 50 años de edad, ingresa por una de las entradas de la iglesia. En su mano derecha lleva una veladora blanca con la imagen del Señor Caído y en la otra una caja de fósforos, se persigna, enciende la vela y empieza su periplo hacia el altar.  No es un tránsito cualquiera, Diana, como lo ha hecho durante los últimos 10 años, recorre los pasillos del templo de rodillas, con un ritmo lento, avanza. A una persona caminando le bastaría dar 50 pasos para llegar al altar, pero ella se demora el doble o incluso el triple, con su mirada fijada en el Señor Caído, parece encontrar fuerzas y energías para el desgastante recorrido. El problema en una de sus piernas desaparece por un instante y en su rostro se refleja la satisfacción de cumplir con su promesa. A sus espaldas y de pie, su esposo la escolta, le alienta y le sirve de apoyo. Cuando por fin llega al altar, una lágrima mezclada con una sonrisa en su rostro parecen demostrar la sensación del deber cumplido, un momento íntimo por el que esperó durante un año para agradecer los favores recibidos. [single-related post_id="850344"]
"Si las personas que llegan a este lugar no lo hacen por fe y por el contrario lo hacen por avaricia, pueden tener la seguridad de que nuestro padre no les va a cumplir. Acá hay que venir con Dios en el corazón", dice Morales.
Finalmente sale del templo con la firme convicción de que el próximo año estará de rodillas ante el santo patrono de la comunidad. Al igual que ella, pero por uno de los costados del templo, un hombre de más de 60 años hace lo mismo. A medida que va realizando la oración al Señor Caído, se abre paso en la multitud que espera para encender las velas. Su mirada está fija al piso, tal vez para no sentir el largo trayecto de avanzar de rodillas, va solo, no lo escolta nadie, lo único que lo acompaña es su fe y una pequeña camándula, que le sirve de guía en sus oraciones. La escena se repite al interior de la iglesia. De hecho, cientos de feligreses presentes solo asisten para observar esta tradición que cada año se lleva a cabo como una tradición en la comunidad.

Fe heredada

Luz Yorladis Martínez Álvarez es una mujer que desde hace más de 37 años es devota el Señor Caído. La fe la heredó de su abuela paterna, quien tenía una profunda devoción por el santo patrono. Comenta que nunca le ha faltado salud y que cuando se siente angustiada o afligida por algún problema, va al templo y deja fluir sus preocupaciones junto con sus oraciones. [single-related post_id="849320"] “Me ha tocado escuchar muchos testimonios de mis amigos sobre cómo el Señor Caído ha hecho milagros en sus vidas, inclusive conozco casos muy cercanos de mujeres que a los ojos de los médicos no podían tener hijos y una vez llegaban postradas ante nuestro padre, se les hacía el milagro y al poco tiempo quedaban embarazadas. Eso es una muestra de lo que hace nuestro patrono”, explica Martínez. Por su parte, María Inés Anaya llega desde el municipio de Barbosa en compaía de sus dos nietas. Las lleva porque quiere que esa tradición de ir cada Jueves Santo a rezarle al milagroso de Girardota nunca se pierda en la familia. Ella heredó la costumbre de su madre, que aún viviendo en el municipio de Cisneros, la llevaba a pedir por su salud y la de toda su familia desde que tenía 10 años. Las acompañantes, a pesar de sus cortas edades, soportan la incomodidad de la multitud y en silencio ingresan al templo de pie, aunque su abuela espera que algún día lo hagan de rodillas y demuestren su fe y devoción al Señor Caído al que considera un pilar fundamental. Es tanta la devoción en esta localidad, que durante toda la noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo, llegan decenas de personas arrodillados desde la entrada del pueblo con un único fin: Llegar a los pies del Señor Caído y de esta manera purgar todos los pecados. Esta es una costumbre que, según comentan los habitantes, ha pasado de generación en generación porque es la misma posición que conserva esa imagen divina, que los alienta en su largo y, seguramente, doloroso recorrido.
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