Estamos a pocos días de dar la bienvenida a 2018, un año que se batirá entre elecciones legislativas y presidenciales, en medio de escándalos de corrupción sin precedentes y con un escenario poco alentador respecto a una verdadera transformación de la política nacional.
Ya han sido muy difundidas las aspiraciones de condenados e investigados en cuerpo ajeno, esto demuestra un panorama agrio y perpetuador de los más dañinos delincuentes haciendo de las suyas en el legislativo, por su parte, las presidenciales se presentan con dos variables muy inquietantes, la arrasadora popularidad de Fajardo vs la menguada candidatura de Vargas Lleras, dos antagonistas que se podrían venir con sorpresas indeseables para el día de elecciones.
Me causa mucha curiosidad escuchar como los medios hablan a cerca de los “votos amarrados” que tienen figuras como Bernardo Miguel “Ñoño” Elías y Musa Abraham Besaile en la costa, donde prácticamente tienen un triunfo arrasador asegurado a pesar de estar enredados en los mas escandalosos casos de corrupción del país.
O pienso en figuras como Juan Samy Merheg Marún, Senador de mi departamento, quien es el amo y señor de la gobernación de Risaralda y varias importantes alcaldías, catalogado en 2014 como uno de los peores congresistas de Colombia por la revista Dinero y heredero del poder de su controvertido hermano Habib, hoy requerido por la justicia y quien se presume se encuentra en el Líbano, su país de origen.
A pesar de esta realidad, ampliamente conocida en el departamento y la región, elección tras elección, el senador Merheg multiplica sus votos y tiene la impresionante capacidad de tener dos curules, pues a parte de la propia, la de Juan Carlos Rivera Peña, representante a la Cámara por Risaralda, del Partido Conservador –misma colectividad que avala a Samy Merheg– es de su absoluta propiedad.
¿De dónde sacan los votos estos personajes con tan terrible prontuario? La primera hipótesis que surge es que reparten “ríos de plata” en época electoral, diputados, gobernadores, alcaldes, concejales y líderes comunitarios son benefactores directos de esta repartición que puede ser en dinero o especie, o ambas, pues a punta de contratos y burocracia también aceitan la clientela que se encarga de conseguirles los votos y estos “líderes” son quienes finalmente se encargan de hacer que el ciudadano de a pie, el día de elecciones, marque el logo del partido y el numero que se sumará a los miles de votos que ratificarán, con creces, a estos personajes en el legislativo.
Y es que la influencia del líder en su comunidad es contundente, pues suele tener a las personas tan adoctrinadas a punta de favores –que logra conseguir de parte de las administraciones locales o departamentales–, que los ciudadanos no vacilan un segundo en votar por quien el líder indique, en la mayoría de casos, ni siquiera saben por quien están votando, solo saben que ése es por el que hay que votar y punto y si de remate por el que van a votar trae consigo regalos, mercados, anchetas, cemento, ladrillos o plata, mucho mejor.
La mayoría de líderes ciudadanos se venden al mejor postor y así funciona cada dos años, ya sea en elecciones legislativas o en regionales y locales, la habilidad del político determina que tan costosa y efectiva puede ser su campaña, desde cuando empezar a repartir y a quienes, ahí está la clave del éxito.
Si lo hace desde muy temprano, le saldrá muy costoso y arriesga a que le “volteen” a algunos líderes importantes en medio de la campaña, si lo hace tarde, arriesga a que ya encuentre a los mas importantes líderes comprometidos con otras campañas y se le “coman la platica”.
Y es así como la codicia del pueblo es uno de las principales variables facilitadoras para que los Ñoños, Musa y los Meregh, entre otros, sigan reinando a sus anchas en la política nacional, regional y local.
