Alvarito: El Libertador

Jue, 13/03/2014 - 11:33
Cuando pienso en Alvarito me acuerdo de El Libertador; es que sus vidas y sus obras tienen mucho en común: «ambos combatientes en pos de la libertad». «Ambos defensores del pueblo, preocupados sie
Cuando pienso en Alvarito me acuerdo de El Libertador; es que sus vidas y sus obras tienen mucho en común: «ambos combatientes en pos de la libertad». «Ambos defensores del pueblo, preocupados siempre por su bienestar». La Carroza de Bolívar, esa estupenda novela de Evelio Rosero, que da cuenta de la vida de nuestro Libertador, podría llamarse La Carroza de Alvarito. ¡Hay tantas semejanzas! Se puede decir que la vida del uno es símil de la vida del otro. El espejo. Así como El Libertador, Alvarito tiene ese don de la palabra. ¡Un regalo de Dios!, como dirían las abuelas. Ambos saben convencer hasta al más inteligente. Más de cien años de muerto y nuestro Libertador continúa seduciendo el oído de los más jóvenes y de los más viejos, incluso de intelectuales y presidentes. ¡Chávez sí que sabía de eso! Como Alvarito, por supuesto, que sigue el ejemplo de nuestro gran Libertador con creces, y su palabra se escucha en la estratosfera del corazón. Por ahí dicen - yo no, que quede claro - que gracias a Alvarito ya se puede salir de casa, viajar por carretera, que si no está convencido que le pregunte a los desplazados; o a los Falsos Positivos que viajaron al más allá. El único que falta es el gran historiador nariñense, José Rafael Sañudo, para que del mismo modo que con Bolívar, escriba una obra sobre nuestro Alvarito y sus estrategias democráticas, tan chavistas, como libertadoras, tan napoleónicas y dictatoriales. Todo al mismo tiempo: Maquiavelo disfrazado de paloma de la paz. Que quede claro que hablo de El Libertador de Sañudo, que es el mismo que Rosero deja entrever descorriendo las cortinas de su libro, y el mismo que el doctor Jumento tiene en sus entrañas, y perfila bajo la voz de Belencito. El mismo Libertador que violó, mató, usurpó y desangró a Latinoamérica, y sigue haciéndolo; el mismo que sólo existe en las novelas y en los libros de historia, que se pierden entre el polvo. El mismo Libertador de la Navidad Negra, que marcha sobre su caballo arrasando todo a su paso con las ínfulas del conquistador. Un Libertador al que Alvarito aspira desde la ficción donde se lee la verdadera historia de su vida. «Alvarito el conquistador», dirán en las escuelas en unos años. Lo único que falta es ponerlo en bronce, sobre un caballo y en una plaza. Ya dirán que nuestro Napoleón criollo, nuestro Libertador, no sólo tuvo Navidad Negra, sino varios Años Rojos, que cumplió con recelo los deseos de Simón, y por eso pasó al más allá en una novela.
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