Desde el anuncio del gobierno nacional de presentar al Congreso un Estatuto Antidrogas que, entro otros, despenalizaría el porte de dosis mínimas de drogas sintéticas, se volvió a avivar el debate acerca de las drogas en Colombia. Unos celebran, otros salen a rasgarse las vestiduras, y los medios se frotan las manos. Y si bien es esperanzador que una sociedad, enredada en una guerra poco menos que perdida, esté debatiendo nuevas alternativas en el tema de las drogas, también hay que recalcar que la calidad del debate deja mucho qué desear.
El Gobierno no ayuda a llevar un debate serio acerca de las drogas mientras anuncie propuestas tan significativas sin claridad. Hablan de drogas sintéticas, y resulta que sintéticas son casi todas, legales e ilegales, traficadas o vendidas en droguerías con receta, productos terminados o bases para producción. Se habla de tres pepas de éxtasis como dosis mínima de la droga, y algún médico sale a decir que tres pepas pueden matar a un caballo. La Ministra de Justicia sale a explicar, y concluye que apenas se está discutiendo y que hay que estudiar cada droga individualmente. Y así terminamos discutiendo el tema de las drogas apenas adivinando qué tiene el gobierno en la cabeza. Tanta ligereza no ayuda a llevar un debate sano para un tema tan complejo.
Por supuesto vienen las airadas reacciones a la propuesta, en vocería de los conservadores, la iglesia y la extrema derecha, que tampoco ayuda al debate. Y no ayuda no porque estén en desacuerdo, que es un posición legítima y fundamental, sino porque no son capaces de debatir honestamente. Efraín Cepeda, presidente del Partido Conservador, dice que lo que se debe buscar es acompañar al adicto, como si la propuesta no fuera un paso para no castigar con cárcel al enfermo o al simple consumidor, y que la medida aumentaría el consumo, argumento ya desvirtuado en países como Portugal y Holanda. No faltó, por supuesto, la queja del procurador, que en el mismo tono pastoril de siempre, dice que este paso destruiría las familias, asumiendo un aumento desmedido del consumo que no es cierto, y que nos llevaría a perder la guerra contra las drogas, como si no estuviera ya perdida. Y Álvaro Uribe, en su usual esguince lógico, dice que “Legalizar drogas sintéticas conducirá a legalizar más de 2mil, a esclavizar más juventud y a drogar más sicarios para asesinar más personas”, metiendo miedo y hablando de legalización cuando se está hablando de apenas despenalizar el porte de dosis mínimas. Con falacias, mentiras, miedo y argucias retóricas no se lleva un debate serio.
Y entre ellos están los medios, que ayudan menos. Llaman a un médico a preguntar si el éxtasis es malo, cuando malas son todas las drogas pero ese no es el punto. Julito llama a un agente de la DEA y le pregunta si las drogas son peligrosas, como si no supiera ya la respuesta que va a darle un emisario gringo de la guerra contra las drogas. Se dedican a llamar a voceros de uno y otro lado y se limitan a escucharlos sin exigir o proveer claridad, precisión o datos que justifiquen sus aseveraciones. Les dejan decir cualquier cosa y les agradecen. Se alborota el avispero y se quedan mirándolo, sonrientes, esperando a voltear la mirada a la siguiente polémica.
Mucho tiempo tardamos ya en echar a andar una discusión nacional acerca de la lucha contra las drogas. Después de décadas de sangre y muerte ni se ha controlado el tráfico ni se ha aliviado el consumo. Valioso es que seamos nosotros los que pongamos este tema en la mesa internacional, porque somos nosotros los que hemos sufrido las consecuencias del tráfico de drogas. Como sociedad hemos exigido un debate, y es importante que se esté dando. Pero hablar no es suficiente. También debemos exigir rigurosidad y precisión, honestidad e información, porque así no vamos a llegar a ningún lado. Fue este tipo de debate, falaz y superficial, lo que nos metió en esta guerra perdida. No importa cuánto propongamos, si no se debate más seriamente, seguiremos metidos en ella.
@viboramistica
Debate paupérrimo
Jue, 31/01/2013 - 06:11
Desde el anuncio del gobierno nacional de presentar al Congreso un Estatuto Antidrogas que, entro otros, despenalizaría el porte de dosis mínimas de drogas sintéticas, se volvió a avivar el debate