En Colombia la democracia está de fiesta cuando convocan a elecciones, el resto de tiempo está de luto. Para la celebración que corresponde a este año (elecciones de congreso y presidenciales) se gastarán en total unos $569.000.000.000 según lo confirmó hace unos meses al periódico El Tiempo el registrador delegado para asuntos electorales Alfonso Portela. Si bien es una suma considerable teniendo en cuenta las múltiples necesidades del país, ese es "el precio de la democracia". Ahí empieza mal la cosa: ¿Acaso la democracia tiene precio?
La concepción más débil de la democracia es la que la reduce a la posibilidad de elegir periódicamente legisladores y gobernantes. Si bien el proceso electoral es una expresión de la democracia, ésta no se debe reducir a ello. La democracia más que un sistema de gobierno o una idea política al servicio de los más disimiles intereses, es sobre todo un modo de vida en comunidad con relación al poder en el que principios como la libertad, igualdad y soberanía están en el centro de la mesa; de esta manera, el Estado se convierte en un garante de aquellos, y en los ciudadanos está el poder para decidir no solo quiénes los gobiernan sino sobre todo cómo los gobiernan y qué tipo de país quieren para vivir.
Más allá de los resultados electorales del pasado domingo 9 de marzo, que indiscutiblemente en su mayoría son desastrosos para el país, hay un dato que resulta realmente preocupante: según la Registraduría de 32.835.856 colombianos habilitados para votar, solo 14.310.367 lo hicieron, es decir que hubo una abstención del 44% aproximadamente. Si bien la apatía en materia electoral ha sido una constante en nuestro país desde hace varios años, no deja de ser alarmante.
Históricamente los abstencionistas justifican su apatía con razones como: "¿votar para qué si esto va a seguir igual?", "yo no voy a darle mi voto a un ladrón para que gane plata a costillas mías","no hay por quién votar" o simplemente "eso no me interesa". Creo que el pesimismo o escepticismo -si se prefiere- de muchos colombianos está justificado pues realmente hemos sido gobernados por una caterva de incompetentes y/o hampones, pero ¿no es mucha resignación creer que esto no puede cambiar? Estanislao Zuleta decía que la resignación es una de las virtudes menos democráticas, mientras que la esperanza es la más democrática de las virtudes. No estoy diciendo que tenemos que esperar a que venga un político a cambiar el país -ese deseo de caudillos, por ejemplo, nos confinó ocho años al gobierno más corrupto de la historia colombiana- la solución a nuestros males no va a venir de la clase política que los ha producido. Por el contrario es menester que los ciudadanos tomemos las riendas del país y no permitamos que a punta de "mermeladas", "carruseles" y "parapolíticos" se siga definiendo el futuro de nuestra patria.
A la democracia le pusieron su "mejor pinta" y gran parte de los invitados a la fiesta la dejaron metida. Si usted asistió o no es asunto suyo, pero no se le olvide que la democracia más que gobernantes necesita ciudadanos que la defiendan no solo cuando está de fiesta sino sobre todo cuando está de luto, es decir, todos los días.
@HugoCorreal
DEMOCRACIA: VESTIDA Y ALBOROTADA
Lun, 17/03/2014 - 02:09
En Colombia la democracia está de fiesta cuando convocan a elecciones, el resto de tiempo está de luto. Para la celebración que corresponde a este año (elecciones de congreso y presidenciales) se