Por estos días de paros y cambios ministeriales, de altos consejeros y directores de entidades, los analistas políticos coinciden en recomendar que los ministros se acerquen a la gente, que no rehúyan el diálogo popular y que se unten de pueblo si desean que su cartera marche bien, que el presidente esté contento con su gestión y que se vuelva a hablar de reelección.
¿Qué significa acercarse a la gente? Es decir, entrar en contacto con el pueblo colombiano, sentirlo, escucharlo, hacer empatía con las comunidades.
Señalaré lo que NO ES acercarse a la gente, pues muchas veces las cosas se definen más por lo que no son que por su esencia:
No es disfrazarse: ni los ministros ni los directores de las entidades públicas deben asumir, así sea en el vestido, el rol de “la gente” a la que desean llegar. Ni todas las ruanas boyacenses, los sombreros vueltiaos costeños y las camisas remangadas vallecaucanas lograrán transmitir acercamiento alguno sino forman parte de la esencia de quien los usa.
No es llevar espejitos: los regalitos para la comunidad, tan comunes en los políticos, solamente recuerdan los espejitos que los españoles trajeron a “las indias” como supuesto regalo. Repartir baratijas (léase merchandising: manillas, sombreros, camisetas, gorras, lapiceros) entre las comunidades es un acto infame del más barato de los populismos. Además, eso de hacer que la comunidad luzca el logo del ministerio o de la entidad de manera gratuita, marcándolos como ganado, es de pésimo gusto. Y sobre todo porque el dinero público no debe gastarse en estos asuntos.
No es vulgarizarse: algunos políticos o directores de entidades estatales creen, ingenuamente, que si utilizan palabras del acervo popular provocarán el reconocimiento ipso facto de parte de las comunidades. ¡Mamola!
No es hablar y hablar y hablar: Por favor, antes de despacharse con un discurso acerca de las maravillas que su entidad tiene para la comunidad que visitan, es indispensable escuchar a las comunidades y saber qué piensan, sueñan, necesitan y los preocupa. ¡Escuchar!
No es hablar bien del presidente: muchos funcionarios nombran a su jefe repetitivamente en sus intervenciones, llenándolo de adjetivos y cualidades. Esta horrorosa práctica politiquera solamente suscita sonrisas y burlas en las comunidades que saben bien que ustedes no son tan bobos como para patear la lonchera, pero de ahí a llenarla de virtudes es otra cosa.
No es cargar niños para la foto: es difícil encontrar un perfil de político colombiano en google que no contenga por lo menos una fotografía con un niño cargado, saludando a una anciana o besando a un bebé. Esas fotografías constituyen el sello distintivo del que poco le importa en verdad las comunidades. Prohíban a sus jefes de prensa y equipo comunicativo utilizar semejantes adefesios en sus páginas oficiales y en la información que envían a los medios.
No es prometer: Si luego de escuchar a la comunidad en sus reclamos, el funcionario decide prometer que tal cosa se hará, con toda seguridad la promesa será incumplida. ¿Por qué? Porque faltan los estudios técnicos y la viabilidad presupuestal, eso lo saben todos los colombianos. Sea sincero: diga que lo tendrá en cuenta (y téngalo en cuenta)
No es comunicados testimoniales: Luego de la visita del funcionario, en su página, en la web y en los medios aparecen testimonios de personas de la comunidad visitada elogiando al funcionario visitante y a su entidad y dando las gracias por el “maravilloso encuentro comunitario”. ¿Les suena conocido? Es la peor de las publicidades, es manipular a las personas para que hablen bien y dirigir sus bondadosas palabras en beneficio personal o de su entidad. ¡Qué vergüenza!
No es jornalear: Eso de tomar pala y pica para hacerse el campesino, desayunar changua en la plaza de mercado o manejar un jipao, es realmente desastroso como estrategia. Es un remedo de los habitantes y de sus costumbres, una vil puesta en escena de lo que para ellos es su vida cotidiana, sus costumbres y su identidad. Lamentable.
No es bailar: Se hizo costumbre en los pueblos colombianos el llevar una agrupación musical al final de los actos públicos y que una de las danzantes invite a bailar al funcionario visitante. ¡No lo haga! Solamente provocará risas con su pésima interpretación, evidenciando que no tiene idea de los bailes populares.
Ahora, si después de leer estos puntos se sigue preguntando cómo lograr acercarse a la gente, es sencillo: como uno más, con respeto y solidaridad, entendiendo lo que le dicen, observando y respetando su idiosincrasia, sin emitir juicios de valor ni halagos para su jefe o su entidad, sin repartir su logo en baratijas ni creerse el salvador de la comunidad, solamente un servidor público que pone en marcha el objetivo para el cual fue nombrado: servir.
Diez consejos a Santos para que se acerque a la gente
Jue, 05/09/2013 - 12:02
Por estos días de paros y cambios ministeriales, de altos consejeros y directores de entidades, los analistas políticos coinciden en recomendar que los ministros se acerquen a la gente, que no rehú