A poco tiempo de completar sus primeros cien días en el gobierno, Iván Duque corrobora lo que muchos de sus críticos en campaña afirmaron sobre él, decían que, de llegar a ser presidente de Colombia, sería un completo desastre, basándose en su inexperiencia en cargos de gobierno y gerenciales.
Además, era una generalizada percepción a cerca del entonces candidato que se trataba de un “Títere de Uribe” y una vez en la Casa de Nariño, el expresidente gobernaría a la sombra de Duque. Pues todas estas cávalas resultaron más que ciertas y fueron más allá, el gabinete que hoy rodea a Duque es una clara estructura nominada por el expresidente Uribe, que pareciera están instruidos para rendirle y ser eficientes con el expresidente más que con el presidente, pues cada uno parece actuar como rueda suelta y esto se evidencia desde los detalles más simples como comunicados de prensa o noticias falsas que llegan a oídos del presidente y este las difunde -véase los recientes casos de la supuesta neutralización de alias “Guacho” o la presunta liberación inicial del niño Cristo José- quedando en ridículo ante la opinión pública y la comunidad internacional sin que existan consecuencias al respecto.
Ni que hablar de las permanentes y confusas declaraciones contradictorias con sus ministros, como es el caso de los comunicados de Carrasquilla de los cuales pareciera el presidente se da cuanta por medios de comunicación y no por comunicación directa de su subalterno. Como este caso también podrían describirse algunos otros entre ministerios, direcciones y hasta en las mismas fuerzas militares y el colmo del descaro son los diversos lapsus que ministros y altos funcionarios del gobierno han tenido en público cuando, queriéndose referir al presidente Duque, han dicho “presidente Uribe” (Alicia Arango, Ministra de Trabajo; Gloria M. Borrero, Ministra de Justicia; Ángela M. Orozco, Ministra de Transporte; Carlos Holmes Trujillo, Canciller).
Y esta ingobernabilidad la confirma la desesperada propaganda de los uribistas que, desde sus cuadros parlamentarios, hasta el más parroquial dirigente del centro democrático, repiten como mantra “El presidente Duque lo está haciendo muy bien”, una frase de propaganda política que cada vez se va quedando con menos piso y que más temprano que tarde será absolutamente insostenible.
Muchos uribistas se consolarán con decir que por lo menos lograron evitar que llegara el “castro-chavismo” al poder y nos volviéramos como Venezuela, pero no debemos olvidar que según los resultados electorales la pelea electoral nunca fue Duque vs. Petro sino Petro vs. Fajardo y si la manipulación mediática no hubiese orientado a la opinión hacia la primer falsa batalla electoral, pero si hacia la segunda, probablemente hoy el presidente sería Fajardo y yo no estaría escribiendo esta columna.
El único acto de gobierno visible y altamente cuestionable ha sido la prohibición de la dosis mínima, que resulta ser una medida absurda en medio de un país con sendos problemas sociales y económicos (de los cuales el consumo de drogas no está en las primeras líneas), ante una comunidad internacional que día a día se inclina más hacia la despenalización e incluso, legalización de las drogas.
El gobierno de Duque promete ser un fiasco, un cuatrienio de negocios oscuros y sospechosos, un cuatrienio de temeraria acomodación de las fuerzas tradicionales del poder político con miras a enfrentar la amenaza que representan las opciones de centro e izquierda para el mediano y largo plazo democrático en Colombia.
Duque: expectativa vs realidad
Dom, 28/10/2018 - 12:53
A poco tiempo de completar sus primeros cien días en el gobierno, Iván Duque corrobora lo que muchos de sus críticos en campaña afirmaron sobre él, decían que, de llegar a ser presidente de Colo