
La película “El Rey León” de 1994 es un hito de la cultura popular: todos podemos recitar sus canciones y recordar esa triste escena. Esta moraleja Disney sobre responsabilidad cuenta la historia de Simba, un traumatizado león y príncipe, quien huye de su destino como rey y empieza a tener una vida de serenidad junto a dos amigos omnívoros, ignorando el futuro de las criaturas que dependen de su protección. Entendiendo finalmente su deber con el legado familiar, Simba regresa a su gigantesco lote para recuperarlo de las garras del tío y restaurar el Ciclo de la Vida, esa armoniosa sociedad que le heredó su padre. Con esta narrativa arquetípica, “El Rey León” lleva 25 años remontándonos a la nostalgia de nuestra infancia, más no a preguntarnos sobre la sociedad que el personaje de Simba decidió reproducir en perpetuidad.
Empecemos por los Leones, no los leones africanos, sino los leones humanizados por Disney que gobiernan la Tierra del Orgullo. Su derecho a regir sobre las demás especies es divino; cada vez que un cachorro león nace y el chamán de la vereda lo presenta ante los demás animales, una luz del cielo marca su destino como futuro señor. El león protagonista, el príncipe Simba, aprende de su padre la importancia de proteger el equilibrio establecido por la jerarquía social que encabezan, además de la necesidad de respetar a TODOS los animales a pesar de su privilegio natural. La ironía aquí reside en el rechazo a un animal externo al Ciclo de la Vida: la Hiena ... pero la Hiena Disney, no las Hienas reales. Estas últimas clasifican entre los cazadores más inteligentes en la naturaleza y poseen habilidades comunicativas superiores al chimpancé.
Al inicio de la película, estas caricaturas nada inteligentes están exiliadas de la Tierra del Orgullo, soportando inanición porque Mufasa no les deja ingresar al reino, incluso siendo depredadores que pueden contribuir a la cadena alimenticia de esta pradera tanto como los leones. El gobierno de turno los considera peligrosos para la sociedad establecida pues son irracionales, perezosos y carroñeros capaces de desperdiciar todo recurso. Entonces, en su obligado exilio, las hienas reciben la benevolente pata de Scar, el “hermano” del rey.
Una vez, el co-director de esta película comentó que el rey Mufasa nunca fue el hermano biológico de Scar, el antagonista de la historia. Afirmó que, en realidad, el liderazgo de una manada de leones no es cedido al primogénito, sino a aquella bestia capaz de mostrar mayor fuerza física. El flacucho Scar, este león tan inteligente y calculador, jamás podría haber sido el rey de la manada y tiene una cicatriz en medio de su rostro (posiblemente realizada por su rival Mufasa) que se lo recuerda. Lleno de rencor, este villano seduce a la manada de hienas no con
licitaciones, pero sí con una canción. Aunque la coreografía de la canción “Be Prepared” es reminiscente a una marcha nazi, la ideología que pregona Scar ofrece un reino donde la clase segregada y hambrienta puede vivir en equidad con la especie dominante. No obstante, este remedo de comunismo que excusa Scar, resulta en un reino desolado sin suficiente comida para ninguna de las especies depredadoras. Contrariamente, el discurso promovido por Mufasa también demanda un contrato social algo torcido con las demás especies, quienes aceptan la protección de los leones a cambio de dejarse devorar por ellos de vez en cuando.
Dado que esta obra maestra de Disney está siendo realizada de nuevo con tecnología fotorealista, es de esperar que la historia sea reimaginada de acuerdo a los criterios de corrección política que se aplicaron en adaptaciones recientes como “La Bella y La Bestia” y “Aladdín”. Siendo un fanático de este clásico, me preguntó qué aspectos de la narrativa serán modificados en el nuevo remake. Aparte de empoderar a la consorte de Simba creando una canción exclusiva para ella, ¿se cuestionarán la extraña dinámica social de los leones y la legitimidad de un poder basado en la estigmatización del otro?.