Finalizaba la década del noventa, la guerrilla demostraba su poderío en los procesos de paz del Caguán y los paramilitares se adueñaban de las zonas del país donde el gobierno no hacia presencia. Era la época de las pescas milagrosas, de asesinatos y de la barbarie que tuvieron que vivir los ganaderos y los campesinos al ver cómo les robaban el ganado, como les quemaban sus parcelas o como asesinaban a familias enteras.
Esta historia comienza en un lindo pueblo, lejano y olvidado, donde las calles estaban llenas de polvo y dentro de ese polvo jugaban los niños, ajenos a lo que pasaba, demostrando su felicidad, disfrutando de los juegos infantiles que aprendían en la escuela. Todos los niños se conocían, como era un pueblo pequeño todos sabían en donde vivían. Dicen, que los niños irradiaban felicidad, no precisamente por la cantidad de juguetes que tenían sino por las historias que se inventaban llenas de fantasía, de reinas, de príncipes y castillos. Jugaban con la luz del día, porque en la noche todo era oscuridad al no tener acceso a electricidad las 24 horas del día.
Por esa época, la fuerza pública era mínima, el ejército no tenía la suficiente capacidad para desplazarse de una zona a otra. De tal modo, que decidieron no volver al pueblo dejándolos desprotegidos. Es ilógico, triste, humillante y deplorable que el gobierno el cual uno elige lo deje abandonado a su suerte. Las sonrisas de los niños se fueron perdiendo poco a poco, el miedo reinaba y la inseguridad aumentaba. Se formaron grupos paramilitares que para mal o para bien se convirtieron en la ley del pueblo.
*Martin era un campesino joven, con sueños como cualquier colombiano que pretendía salir adelante. Trabajaba en su finca en el sector agrícola y ganadero. No ganaba mucho, pero lo que recolectaba era suficiente para sostener a su familia. Vivía en una casa normal, sin lujos donde compartía con su señora y sus hermosas hijas. *Luzmila era su esposa, se conocieron cuando tenían 21 años y se enamoraron. Aunque no se casaron, se fueron a vivir juntos y del fruto de su amor nacieron *Juliana y *Ximena.
Finalizaba la década del noventa, la guerrilla demostraba su poderío en los procesos de paz del Caguán y los paramilitares se adueñaban de las zonas del país donde el gobierno no hacia presencia. Era la época de las pescas milagrosas, de asesinatos y de la barbarie que tuvieron que vivir los ganaderos y los campesinos al ver cómo les robaban el ganado, como les quemaban sus parcelas o como asesinaban a familias enteras.
Tenían una rutina estricta, Martin se levantaba a las 5 de la mañana a ordeñar las vacas y a mirar los cultivos de la finca y Luzmila se dedicaba a arreglar a sus hijas para enviarlas a la escuela. Con el tiempo todo fue cambiando, llegaron los grupos paramilitares y empezaron a aterrorizar la región matando ganaderos, torturando campesinos y matando a toda persona que tuviera relaciones con la guerrilla.
Fue una época totalmente violenta, no solo en la región de la historia sino en toda Colombia. Se empezaban a conocer las historias de torturas y de desapariciones. Una mañana un grupo de paramilitares entro a la casa vecina, ataron a los residentes y se llevaron a una persona. Desde ese día no se sabe nada de él.
Para Marzo de 2003, a Luzmila le fueron robadas de su propiedad 20 cabezas de ganado. Al darse cuenta salió con su hermano y su sobrino a preguntarle al grupo paramilitar que controlaba la región por las vacas de la familia. Tenían que enfrentarse a dos situaciones muy complicadas, ya que el día anterior parte de su familia había desaparecido y su vivienda había sido quemada. Después de dialogar con el comandante, dejaron en libertad a *Jerson, el sobrino de Luzmila con la intención de hacerle saber a Martin que tenía que presentarse a los dos días para dejar en libertad a su amada esposa. Fue el comienzo de la tragedia familiar.
Como era de esperarse, Martin acudió al lugar que le dijeron con sus dos pequeñas, al llegar al campamento se reunió con sus familiares, se abrazaron y lloraron. Los paramilitares dejaron libres a sus dos hijas enviándolas de regreso al pueblo y dejaron atados a Martin y a Luzmila.
Ese día *Juliana y *Ximena vieron por última vez a sus padres, recuerdan con nostalgia y con lágrimas en sus ojos a sus seres queridos. Supieron en ese momento que las comodidades que tenían se acababan y que su vida iba a cambiar para siempre.
Y fue así, Martin y Luzmila fueron torturados y asesinados. Por mucho tiempo no se supo del paradero de sus restos hasta que la fiscalía en el año 2009 los encontró y posteriormente se los entregó a su familia. Durante todo ese tiempo las niñas pasaron por los hogares de sus familiares.
Ximena tuvo suerte y creció en la casa de una tía que le brindo cariño, amor y fue un apoyo incondicional en su crecimiento. Juliana por su parte, no tuvo la misma suerte. Fue rechazada, maltratada y humillada. Es muy difícil entender como las personas pueden llegar a ser crueles con su propia familia. Juliana no tuvo una formación personal rica en valores, no disfruto su niñez.
Fue agredida por el simple hecho de coger una muñeca, recibió insultos que le afectaron la vida por no tener la oportunidad de adquirir juguetes como otros miembros de su familia ¿Acaso es pecado ser pobre? Creció sin tener una persona al lado que le explicara a su debido tiempo lo que es una relación sexual, como cuidarse para evitar un embarazo y qué hacer para no adquirir una enfermedad.
Pasaron los años y llego la juventud, fiestas (si se podía ir), llegaron los novios y lastimosamente para Juliana llego el embarazo. Tal vez por su grado de ignorancia y por no recibir clases de educación sexual, no sintió ni asumió el embarazo como debe ser. Llevo su vida normal, madrugaba a trabajar en lo que encontraba y al ver que le crecía el vientre solo se limitó a pensar que estaba subiendo de peso. Su compañero sentimental desapareció y ella al pasar los días sintió lo que cualquier mama espera con ansia, una patadita de su bebe.
Dicen los viejos sabios que cuando una mamita niega a su hija, ella en su vientre se esconde. Que la solución es llorarle y pedirle perdón. Fue así, Juliana lloro y le pidió perdón a su hija por negarla. No fue con intención sino fruto de su inexperiencia.
Llego el día más esperado, es un decir, porque la bebe que venía en camino no tenía una mudita de ropa, no tenía una bolsita de pañales. A las 11:45 de un día cualquiera del año 2013, pesando 3000 libras llego a este mundo un lindo ser.
Puede ser cruel, pero la bebita nació en una ciudad a 2 horas de su lugar de residencia y así con bebe en brazo Juliana sola sin nadie quien la acompañara salió caminando al paradero a coger el bus.
Esta inexperta madre recurrió a donde un familiar que por un tiempo la dejo quedar. Con el tiempo comenzaron las humillaciones por diferencias económicas y por la paternidad de la bebe.
Vivió en un cuarto que le arrendo una familia, sus únicas pertenencias eran una cama sencilla donde dormía con su hija, la bebita se viste con lo que le regalan las personas que conocen su caso, obviamente es ropa de segunda de otros bebes que está en buen estado.
Son muchas las limitaciones que Juliana ha tenido en su vida, una vida trágica llena de conflictos, de incomprensión y llena de tragedias. Aunque no es una excusa para no trabajar, ella día a día trata de salir adelante con su hija, no pueden tener lujos, no pueden comprar ropa nueva y de marca, no pueden tener un televisor último modelo, pero son felices.
Aunque *Carla como se llama la bebe, es igualita al papa, él se limitó a decirle a la mamá que no la iba a reconocer. Actualmente Carla lleva los apellidos de la mama.
*Nombres cambiados para proteger la identidad de los personajes.
@alarconivan
El rostro trágica de una nieta del conflicto colombiano
Sáb, 28/09/2013 - 05:57
Finalizaba la década del noventa, la guerrilla demostraba su poderío en los procesos de paz del Caguán y los paramilitares se adueñaban de las zonas del país donde el gobierno no hacia presenci