El ser maestro es cuestión de todos

Khalil Gibran nos decía: Aquel que desee convertirse en maestro del hombre, debe empezar por enseñarse así mismo antes de ensenar a los demás; y debe enseñar primero con el ejemplo antes de lo que haga verbalmente. Pues aquel que se enseña a sí mismo y rectifica sus propios procedimientos, merece más respeto y estimación que el que enseña y corrige a otros, eximiéndose a él mismo. Esta cita no solo aplica para aquellos quienes tienen en sus manos la formación de niños, jóvenes y adultos. También la podemos extrapolar a quien cumplen como servidores públicos. Sin embargo, si la tomamos en su totalidad debería ser máxima de toda la humanidad. Ya que todos tenemos como tarea fundamental desde nuestro ser transferir al otro lo positivo y energético de la vida. Todas estas palabras encierran la verdadera enseñanza desde la antigüedad del conocerse y el ocuparse a sí mismo, como parte fundamental del arte y modo de vivir. Si reflejamos esto en nuestro país, vemos que  algo que no cuadra, sino es que todo; vemos como desde las esferas más altas del poder establecido no hay ningún asomo de personas realmente éticas y que tengan un respeto por ellos mismos, lo cual refleja la forma en que traspasan la condición del ser desde la corrupción, violencia, la discriminación, el afán de protagonismos y lo único que enseñan y logran muy bien es crear un sociedad tramposa, mentirosa, evasora, violenta y miserable. Hablo de políticos, religiosos, periodistas, y en muchos casos profesores que también cargan una vida mundana y nada admirable. Por ahí pensaría yo que muy complicado hablar de buenas guías en nuestra sociedad porque quienes ostentan estos poderes en muchos casos son personas sin formación, y peor aún, personas que no tienen un buen genio y comprensión del otro, y les importa poco o nada los seres a los cuales debe servir. Aún creo en aquella imagen de maestro que con su ejemplo no solo nos da conocimiento sino que nos enseña sobre la vida. No de aquellos docentes, políticos, religiosos, periodistas que hablan muy bonito y sus vidas son cuestionables éticamente, sumado que el trato a los demás es excluyente. Y de esos sí que hay muchos. No creo en una sociedad justa y equilibrada si los que tienen esa labor de enseñar no son los verdaderos seres humanos que más allá de tanto conocimiento sean personas transparentes, vitales y que busquen realmente transformar la sociedad. Ya me deje de sorprender de los títulos, valoro mucho más a aquellos que desde lo simple van creando y transformando arraigo e identidad por lo propio. Y agradezco a los que son maestros formando y educando, a los políticos que sirven al interés de la nación, y  a los religiosos-pastores que con sus actos crean un camino hacia Dios, así como,  a todos los que en sus manos tienen la formación o guía de alguien, que desde lo pequeño y sencillo forman personas de bien. Es para todos el creer que nuestra sociedad solo cambia si yo cambio. Es tarea de todos y todas de una educación transformadora en todos los sectores donde prime la condición del ser por encima de la esfera del capital… ¿Dónde podríamos hallar  maestros en que logren humanizar a nuestras comunidades? ¿Cuál es nuestra misión como lectores para ser maestros de los hombres? ¿Qué experiencia conocemos de líderes que con su ejemplo construyen un mundo más humano?  Lo principal es tener en cuenta que el conocerse y ocuparse de sí mismo trasciende lo material, lo efímero y superficial, nos reta a transformar nuestros vidas para dar lo mejor a quienes debemos orientar en este duro trayecto. Por ahí puede estar el secreto.