El sueño de una hermana

Vie, 11/08/2017 - 03:18
Hace doce años llegó a un pequeño ranchito en la orilla del rio Bogotá en Mosquera (Cundinamarca), la hermana Molly Jacob Kumblunkal.

Su sueño de la infancia junto a su hermana mayor
Hace doce años llegó a un pequeño ranchito en la orilla del rio Bogotá en Mosquera (Cundinamarca), la hermana Molly Jacob Kumblunkal. Su sueño de la infancia junto a su hermana mayor era abrir un huequito en la tierra para llegar al otro lado del mundo y lo logró. No con un hueco pero en forma de misionera, de la mano de la congregación de las Hermanas de la Cruz de Chavanod. Su primer encuentro con América Latina se dio en Perú donde residió por 16 años ayudando a la población vulnerable. Sin embargo, su relación con Colombia se dio de manera tan fortuita como su contacto con la salud, lo que algunos llamarían destino. El tinto y el paisaje la sedujeron Salió de Perú para especializarse en Capellanía Clínica en Estados Unidos por dos años y al terminar le plantearon la posibilidad de trasladarse a Colombia. “Yo no quería porque me  preparé para trabajar más en Perú; yo no sabía que iba a hacer acá”, confiesa la hermana. “Me voy a Colombia a tomar tinto y el paisaje es bonito” dice entre risas. Si bien era profesora de profesión, terminó formándose en salud comunitaria donde aprendió reflexología en la India, su país natal, por que era lo único que estaba disponible (a falta de otra palabra). La hermana comenta con su sonrisa característica cómo en la comunidad trabajan en equipo y generalmente hay algún médico o enfermera pero en su grupo no había y fue así como terminó ella siendo la encargada de salud. Molly confiesa que su intención no era realmente dedicarse a la salud, pero la vida le tenia otro camino pensado y fue poco a poco mostrándole un propósito del que ahora es abanderada y desea compartir con los demás. Cuando llegó a Mosquera y Madrid se encontró con una comunidad que muchas veces no podía acceder a un servicio medico, y es cuando ocurre el salto de utilizar la reflexología esporádicamente para aliviar dolencias ocasionales a convertir esta técnica alternativa en una solución y una terapia para promover el bienestar en la sociedad.  “Nunca fue mi intención dedicarme a la reflexología, la gente me llevó a practicarla Le inquietaba cómo ayudar a la gente a volverse mejor persona y fue en la sanación que halló esa respuesta. “Como religiosa encontré más a Jesús en la salud, me fascinaba como Jesús sanaba a todos los niveles” explica. “Tocar el pie donde es lo mas pecaminoso, lo mas sucio. Sentada en el suelo, estar en el pie de la gente es una experiencia mística, estar en lo mas vulnerable de la persona” continua diciendo. La reflexología es para todas las personas; es una terapia que no discrimina edad, sexo o religión. La hermana admite divertida como “la gente venia en carros blindados a esta chocita a hacerse reflexología.” La intención de la hermana Molly no es dedicarse de tiempo completo a la reflexología pues no quiere dejar de lado su apostolado y su trabajo social con la fundación. Por eso el sueño de esta religiosa es empoderar a Colombia en el uso de estas terapias y que puedan ser acreditadas desde el ministerio de salud. Espíritu y materia interconectados Molly argumenta que todo está conectado y como el problema o la enfermedad no es solo un componente físico, también tiene uno espiritual; y cómo, con la reflexología, al presionar esos puntos desbloquea ambos. Por eso esta técnica es una ciencia que debería acompañar la salud, sugiere la hermana. “Quiero regalarle esta ciencia a los colombianos…. por eso vamos a preparar gente apasionada. Porqué tú sólo puedes ir y no necesitas un equipo grande para sanar.” Por el momento solo las hermanas Molly Kumblunkal y Therese Saleth  realizan la reflexología como la única actividad remunerada para poder generar ingresos a su comunidad ya que no reciben ayuda económica de la diócesis. Sin embargo, el deseo es poder crear varios centros de reflexología donde se pueda enseñar a la gente y poder fomentar esta tradición. La monja repite incesantemente que ella no tiene un don (aunque muchos considerarían lo contrario) “todo es un don, no es que Molly tiene un don especial, que tiene una mano mágica. Es una ciencia. Si tú eres un músico tienes que tener gracia, tienes que tener don y tienes que tener ciencia, tienes que tener pasión” concluye enfáticamente. Compartir, antes de irse, una ciencia que la vida sin querer la empujó a aprender y a la cual se dedicó al ver la necesidad del prójimo es el sueño de esta hermana que lleva 27 años de misionera y en el corazón, a una mochilera.
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