El Terrorismo Corporativo de la “Información”: Un problema Diario

Vie, 25/01/2013 - 14:23
“Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. (…) Ahora bien, el sentimiento de la identidad
se funda en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar

“Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. (…) Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la verdadera pasión primordial.”

Umberto Eco. El Cementerio de Praga.

 El jueves 24 de Enero, del 2012, año de nuestro señor (ya veremos cuál de tantos). Podría ser una fecha como cualquier otra de no ser por las expectativas que genera en el consenso del mundo hispano parlante la salud (para su mejoría o su desgracia –dependiendo la vereda en que el emisor o receptor se encuentre) del presidente Venezolano Hugo Chávez y las consecutivas repercusiones que tuvo para esta inmensa comunidad la fotografía de un falso presidente en convalecencia y entubado y que sería portada del Diario El País de España en este día (de nuestro señor), siendo la comidilla para cuestionamientos y sus respectivas Me aculpa por parte de éste, ante lo que calificarían como un error, según un propio artículo: “La foto que El País nunca debió publicar”. Pero que para los propósitos de este artículo, este error se presenta como una nueva oportunidad para analizar la importancia que juegan en nuestras sociedades, los medios corporativos de comunicación y la punta de Iceberg que se permiten asomar con este tipo de “errores” y en el que inevitablemente encierran –no solo ciertos errores, sino también ciertas verdades- del que es necesario dilucidar abiertamente en cada uno de nuestros pueblos, para saber qué tanta de esa información es la que debemos consumir y por supuesto, qué de lo que estamos consumiendo es no sólo lo necesario para satisfacer nuestra necesidad de información, sino que además nos permita saber la calidad del producto que estamos digiriendo, así como los propósitos de este consumo, normalmente generalizado, inducido y proyectado a que lo traguemos, sin cuestionarnos su origen, su contenido y/o sus objetivos, ya que en el “inconsciente” aceptamos que cómo es “marca registrada”, es verdad; de allí que para muchos esa “verdad” sea la de todos, porque es la misma con la que todos desayunamos a diario, es como el aire que se respira, colectiva, igual para todos, no importa si ese aire que se respira es tóxico o es parte de una costumbre, de una tradición incluso, o de un acostumbramiento a lo que se tiene y nos brindan. Porque ¿Quién cuestiona el aire que respiramos? Y en esa medida quien cuestionaría la “información” con la que se nos alimenta a diario? De estos cuestionamientos surge una vez más la oportunidad y necia necesidad de cuestionarnos sobre por qué no? la posibilidad de traspaso de esa “información” que se maneja, para ser tratada por otras y más voces, más plural, más colectiva, no importa si hay otras verdades –ojala- libres del peso y poder que implican estas corporaciones implicadas en el aire contaminado que sumisamente –a veces aceptamos- y del que injustamente aún muchos pueblos –y hombres- no logramos distinguir para sin pedir permiso podamos también apropiarnos? Total, entiendo que la circulación de información es y debe ser pública, así como libre. Y no solamente de unos que se autodenominan como los dadores soberanos de la información –de cierta y conveniente información, por cierto-.  De aquí que la punta de iceberg que generó El País a partir –de su “error”- nos permite una vez más, abrirnos a la posibilidad de plantear la necesidad pública de democratizar y pluralizar la información y de esa forma de multiplicar las voces y los medios que canalizan la información en cada una de las latitudes de este continente nuestro (bueno y en los otros continentes también). Entendiendo la importancia de quebrar los espejismos creados, siempre con la intención creativa del cuestionarnos entre otros; sobre nuestra naturaleza social y en definitiva sobre nuestra humanidad y las vicisitudes de poder que éste pueda encarnar en perjuicio del colectivo. Frente al caso Chávez que propagó El País, mis primeros cuestionamientos sobre porque no deberíamos aceptarles dicha publicación como un mero error humano, es porque evidentemente en este interés de divulgación hay una intencionalidad no sólo de tener la primicia de una foto, sino que ésta,  va de la mano de una opinión formada, que es bastante racional y justificada –como en tantas otras empresas de comunicación- en una línea editorial; con lo cual hablamos de una postura ideológica definida y que además obedece a los intereses no sólo de las grandes compañías que pautan en sus medios y que por supuesto tienen también grandes intereses económicos en los lugares donde cada una de esas compañías tiene presencia, constituyéndose entonces en el interés común de quien pauta, cómo de quien cobra por ella y a su vez la difunde en el Medio. ¿Tienen entonces que cuidarse estas compañías, de la información que manejan? Por supuesto; se trata de prevalecer el interés que supone existe detrás de cada negociado, aceptando que las mismas empresas de comunicación están o generan incluso intereses propios; (entendamos que la gran mayoría de estos medios operan como grandes corporaciones que fijan en la bolsa y en numerosos rubros comerciales y financieros de los cuales obtienen enormes dividendos). Vale entonces la pena regañar y acosar a un gobierno, a un funcionario, político o dirigente social que cuestione a estos “señores” de la información? O que interfiera en alguno de los negocios que éstos defienden? Más, si se trata de un gobierno que decide hacer de interés público alguna empresa o servicio en dónde están puestos los intereses de estas empresas mediáticas? Claro que sí, si en definitiva éstos serían los responsables de que muchos de esos dividendos económicos que tienen invertidos, no arrojen los resultados que estás esperan. En pocas palabras: interfieren con sus negocios. De ahí, que más allá del supuesto  “error”; pensemos en la situación hipotética de que la fotografía publicada era cierta. Su publicación entonces, sería justificada? Y no pensando en la burda idea de que les interesa -“sinceramente”-  la salud del comandante, o la libertad de información; sino porque su publicación sería la muestra de la necesidad de motivar un cambio de gobierno ante la incapacidad del mandatario de ejercer sus funciones. Entonces, no es un error. Es una intención clara de fijar una postura política, un interés más allá del informativo. Es una necesidad claramente especulativa, de generar tensión e inestabilidad; si  es que no es la de motivar un interés como señalo en la cita inicial de este artículo, y que tomo como compartida del loable escritor, Umberto Eco. Insisto entonces, es un error la publicación de la fotografía? Cuando de ante mano sabemos que El País, no es una simple editorial de barrio, ni un periódico de colegio, sino que detrás de publicaciones de corporaciones como el País de España; Clarín y La Nación en la Argentina; El Tiempo, SEMANA, Caracol y RCN en Colombia o El Universal de México; El Mercurio de Chile, El Comercio de Ecuador, O´Globo en Brasil, el gran grupo Prisa y/o Globovisión y El Nacional en Venezuela, todos miembros honorarios y fundacionales de la SIP –dueña de la libertad corporativa de expresión en Iberoamérica- y que nunca se pronuncia al margen de lo que no sea el interés colectivo de todas estas corporaciones, poseedoras de un común denominador (ser todas dueñas de un gran capital en cada uno de los países donde influyen y en la que una apoya a la otra en el consenso de la información común que deben suministrar); por eso, volviendo a la pregunta formulada, no me creo la existencia de errores humanos en el caso de la fotografía publicada intencionalmente. Una necedad de cuestionarla me sugiere que: realizar una publicación y en portada o tapa de unos de estos medios, supone que antes de cualquier “error”,  surja la obligación de que existan numerosas manos previas por las que pase la decisión de  publicación, como las de aprobación por parte de un redactor en jefe, de un editor o de un equipo editorial que autorice la publicación. Y si de vuelta, fuera cierta la foto? Donde queda el principio ético –de haberlo en estas asociaciones cuasi criminales, si entendemos que operan al unísono como una banda delictiva o mafiosa protectora de sus intereses comunes- en el acto doloso que implica esta publicación no sólo para un pueblo, sino para los familiares tanto del involucrado presidente, así como también del paciente mexicano de la real fotografía? No tienen derecho a la enfermedad y al tratamiento el presidente ante la queja de un cáncer, o de un paciente cualquiera? Sí, todos deberían tenerlo; pero recuerden que aquí hay una clara intención política de desestabilización. Por eso; no son admisibles los errores, ni los Me aculpa; porque evidentemente no son sinceros. En todo caso, el error sería no cuestionarnos los propósitos de una agenda común en estos diarios, cuando marcan la pauta política en el cotidiano “inconsciente” del colectivo y marcan un ideario común de cómo pensarnos y a qué gobierno, funcionario, dirigente social, popular o indígena cuestionar o en su defecto también apoyar. Recordemos que siempre los hubo –sobre todo en aquellos que sirvieron a los intereses del consenso de Washington y que son los responsables de la entrega privatizadora de la información al servicio corporativo, de allí el accionar de una derecha funcional a éstos intereses en defenderlos, porque en sus tapas está la posibilidad de acceso al ambicioso poder político de turno; patrocinando y permitiendo la continuidad de la libertad en lo absoluto de sus poderes de difusión, pasando así a ser éstos los “amos” actuales de la información; en mi análisis: mercenarios de la comunicación y conductores del terrorismo mediático y corporativo. Un poder  que se revende a sí mismo en cada uno de nuestros pueblos como los “Señores” de la “verdad”. Pero tranquilo. En nuestra organización, tenemos la solución!
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