Mi hija me pide leerle un cuento y escogemos El Traje Nuevo del Emperador de Hans Andersen, un café y una malteada nos acompañan:
“Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. Tenía un vestido para cada hora del día”. No es difícil asociar el personaje del cuento al actual alcalde de Bogotá, con ínfulas de emperador, amante no a los trajes pero sí, a propuestas improvisadas sacadas de un sombrero.
Todos los días al emperador se le ocurrían “maravillosas” ideas que tenían una particularidad, ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
Entonces Bravo y Gutiérrez dos mercaderes expertos en confeccionar chucherías lograron convencer a todos de hacer un traje con las ideas del emperador con una particularidad, lo harían con cero transparencia; contratando a dedo, y gastando millones en burocracia.
«Me gustaría saber como avanzan con el vestido confeccionado con mis ideas»-, pensó el Emperador. «Enviaré a mi viejo coequipero de campaña hoy concejal, a que supervise -. Es el más indicado pues tiene el talento.
El digno cabildante fue donde hacían el traje. «¡Dios nos ampare! -pensó, abriendo los ojos como naranjas-. ¡Pero no veo nada!».
Entonces le preguntaron como veía el POT por decreto, la séptima peatonalizada o la privatización del esquema de basuras. Pero él con los ojos desencajados, no veía nada. «¡Dios santo! - no puedo decir que no he visto nada».-¡Precioso, maravilloso! -respondió mirando con sus lentes-. ¡Qué dinamismo. Desde luego, diré al Emperador que es extraordinario.
Poco después el Emperador envió otro funcionario de su confianza, catedrático y experto en hacienda, para que inspeccionara los avances del traje Pero ocurrió lo mismo; no vio nada..
«Yo no soy tonto -pensó y el empleo que tengo no lo suelto. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas por el traje del emperador.
El Emperador quiso entonces ver el traje -¿Verdad que es admirable? -preguntaron los mercaderes -. Fíjese como va y señalaban al telar vacío. «¡Cómo! - ¡Yo no veo nada! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? ». -¡Sí es bonito! - Dijo.
Y vistieron al Emperador con el supuesto traje. Él daba vueltas al espejo mientras vestía lo que no existía.
Empezó a caminar y la gente decía: -¡Qué precioso el traje nuevo del Emperador!! Nadie veía nada pero no querían ser vistos como estúpidos. -¡Pero no lleva nada! –dijo un niño. Y corrió el murmullo -¡Pero no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero. El Emperador, sabia que caminaba desnudo «aguantaré hasta el final». Y siguió más altivo que antes para no reconocer que nada vestía.
Quien es quien en este cuento, somos ese niño que nada ve porque nada hay. O es que este alcalde pretende vendernos resultados inexistentes. ¡El traje del optimismo de Petro solo lo luce y lo calza él!
@javiermpalacio