Todavía no he estrenado mi picana eléctrica. Se la compré a Fachito Santos hace una semana y ahí la tengo debajo de la cama. Un par de veces la gata se ha electrocutado por meterse en donde no debe, y mejor, así aprenderá. Pero lo que es estrenarla estrenarla, no he tenido la oportunidad.
El sábado se me cerró un señor en el carro. Le pité y se me cerró otra vez, y yo le pité más. En el semáforo se bajó a decirme que por favor dejara de pitar y a mí me dio una rabia, que si hubiera tenido la picana le meto sus buenos voltios. El tipo iba con la esposa y la hija de unos diez años, y a la chiquita le dio por sacarme la lengua cuando arrancó el tráfico. También se merecía una buena electrocutada la culicagada, por irrespetuosa. Y de una vez la señora, para que no le fuera a dar por hablar mal después.
Pero lo que es esta noche sí la voy a estrenar. Como la gata se ha electrocutado tantas veces se le está acabando la pila a la picana, entonces voy a ir a comprarle unas nuevas; y cuando la señora de la tienda se haga la loca con las vueltas, le meto su buena electrocutada, por perra. Será medio ciega y tendrá noventa y cinco años, pero lo que es las vueltas me las cuenta bien, y si no, que lleve su voltaje. Represión legal, se llama eso. Eso le oí decir a Fachito Santos.
Creo que otra gente también le compró varias picanas eléctricas a Fachito pero no las han podido estrenar. Son de una asociación... Esmad se llaman o algo así. Para mí que no deberían dudar un segundo en estrenarlas, ahora que hay tanto estudiante protestando en la plaza de Bolívar por quién sabe qué pendejada. Estrenen las picanas eléctricas con ellos señores del Esmad. Electrocuten a esos vagos de mochila que no quieren desembolsar para estudiar. Quémenles los bigotes y mándelos a una fosa común, reprímalos legalmente y anótelos en la lista de subversivos bajados en combate, porque eso es lo que son: cuasi-guerrilleros, esos chinos tropeleros.
Eso es lo que necesita este país: que la gente cargue con picanas eléctricas. Muchos problemas serían resueltos y muchos inconvenientes, prevenidos: la gata ya ni se atreve a acercarse al cuarto, mucho menos a meterse debajo de mi cama. Y desde que se quedó coja y sin bigotes porque la electrocutada le encendió los pelos y la puso a correr como un briqué con patas, ya ni maúlla. De hecho, hace tres días que no la veo salir de detrás del escusado. Ni siquiera se atreve a abrir los ojos o a mover la cola.
Así de traumatizada quedó la gata; por perra.
Información adicional: Fachito Santos sobre las ventajas de la picana eléctrica Imagen: Tina Winkhaus