Sin sorpresas, título para escribir la historia política colombiana, la de la última semana, el último día, la última hora, el último minuto… La de la Noticia en Desarrollo...
Reemplazo institucional del locuaz ex-fiscal Montealegre.
La historia empezó con la triple estrategia gubernamental pocos días después de la segunda posesión de Santos: anuncio televisivo, análisis periodístico, modificación legal. El 13 de agosto, buscando “una Presidencia más eficaz, estratégica y comunicativa”, anunció nuevas funciones para la Vicepresidencia y la modificación del Departamento Administrativo de Presidencia. Ministro de la Presidencia, en singular, Ministros Consejeros, en plural. Análisis: comando élite, poderosos, superministros. El 2 de septiembre expidió el Decreto 1649 modificando el Departamento Administrativo de Presidencia y el 3 posesionó al Ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez.
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Parecía que el análisis periodístico continuaba: “equipo de lujo”, expresó Santos.
Entre la fecha de la posesión ministerial y el 2 de junio en la tarde, en la mañana el Ministro de la Presidencia negó su salida, los medios publicaron las tensiones creadas por las figuras institucionales, bloques al interior del Gobierno, que llevaron a su renuncia 9 meses después en medio del primer parto. Razones: compromisos personales y profesionales en su bufete. El análisis: Desde la trinca femenina que lo sacó, pasando por las diferencias con Reyes y Cristo y sus acercamientos al líder de la resistencia civil al que calificó de paladín, “Uribe es un patriota”. Mi análisis lo había hecho desde febrero de ese año cuando escuché a Santos lanzando un ultimátum a Martínez por Gramalote en el 2015, “Ya el ministro de la Presidencia puso su puesto en la mesa. Si no se cumple se va él y se van varios más”. ¡No dura mucho!, fue mi sentencia.
Los comunicadores algo olieron. Preguntaron: ¿Fiscal? “No tengo agenda oculta, no lo he mencionado con el señor presidente”, se reprodujo. “No son los tiempos para eso”, expresó. Como señala la sabiduría, “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”.
El plazo llegó 9 meses después, segundo parto. El Presiente anunció la convocatoria para integrar la terna para fiscal, los análisis vinieron y la expedición normativa apareció: Decreto 450 de 2016, “Por el cual se establece el trámite para la integración de…”. 155 aspirantes, lista definitiva de 114, preselección de 16 y, al final, Santos comunicó: “El Presidente de la República ha tomado la decisión”. Verdad sabida sin buena fe guardada: 3 nombres con la inclusión de Martínez. Manzana de discordia que llevó a la renuncia de su sucesora, evidenció la convocatoria pública como “burla”, generó tranquilidad entre poderosos y legiones de funcionarios en trance electoral, desnudó la Unidad Nacional, mostró el consabido “los mismos con las mismas” bajo el sofisticado tecnicismo “conflictos de interés”, y produjo artículos centrados en las apuestas de un juego de mesa.
Ejemplo de esos artículos fue el publicado por Semana, “Elección de fiscal general: ¡esto apenas empieza!” (N° 1773), en el cual, por un lado, se engaña: ¡Apenas empieza! Por el otro, sin analizar los retos del órgano investigativo y con un lenguaje telenovelesco a la politiquería como nuestra cárcel: se deja colgados a participantes en convocatorias, los favores se cobran y pagan, le va bien al que más cercanos e ismos tiene, las entidades son premios gordos, existen premios de consolación, en los cargos públicos hay herederos, patrocinadores, padrinos y sanedrines, los rumores sobran y, por supuesto, las ternas son de uno (salvo que el pan se queme en la Corte y el tercer parto deje sorpresas a los padres).
