Julio Iglesias

Vie, 27/09/2019 - 11:43
Esta semana oí en el programa de la mañana de Caracol Radio, una tertulia en la que a Julio Iglesias no lo bajaron de machista, déspota con sus empleados, celoso del éxito de su hijo y unos cuanto
Esta semana oí en el programa de la mañana de Caracol Radio, una tertulia en la que a Julio Iglesias no lo bajaron de machista, déspota con sus empleados, celoso del éxito de su hijo y unos cuantos “piropos” por el estilo. Dos días después, coincidiendo con la muerte del expresidente francés, el cantante español en su cuenta de Twitter, expresaba su pesar con estas palabras: “Qué grandes recuerdos con mi querido presidente Jacques Chirac, siempre fue generoso conmigo. Presidente, siempre fuiste un gran campeón para Europa”. Y hace unos días, con motivo de la muerte de Camilo Sesto, Julio Iglesias también manifestó su pesar en esa misma cuenta, con unas palabras muy cariñosas hacia su compañero y amigo fallecido. Todos somos muy libres de sentir filias o fobias hacia personajes que solo conocemos por sus apariciones públicas; aunque esos sentimientos puedan estar distorsionados por el prisma de los medios, y por la imagen que los famosos dan de sí mismos con sus declaraciones o con sus actitudes y comportamiento público. Y Julio Iglesias no está libre de ello. Pero en un medio de tanta audiencia harían bien en ponderar este tipo de manifestaciones que se suelen hacer más con el estómago que con la cabeza. O por lo menos, harían bien en equilibrar y conceder el beneficio de la duda. Julio Iglesias no necesita que lo defienda nadie ni yo voy a descubrir aquí nada que no se sepa de su éxito profesional, pero sus dos últimas manifestaciones en una red social, que suelen ser muy escasas, lo retratan mejor que la aludida tertulia de Caracol Radio. En primer lugar, es una persona muy generosa; y de esto puedo hablar con conocimiento de causa, no como los tertulianos de Caracol. Y, en segundo lugar, es una persona que ha servido a su país de una forma que incluso desconocen los propios españoles. Por razones que él solo sabrá ha preferido dar una imagen pública frívola e insustancial. Hace muchos años, siendo embajador del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, durante una visita suya a un barrio pobrísimo de Manila, quedó impactado y manifestó su rabia por las condiciones miserables de los niños allí. Lo oyó una periodista de una revista del corazón española que seguía sus pasos y fui testigo de la petición que le hizo: “Por favor, Esperanza, no pongas eso; yo tengo que seguir siendo un gilipollas (tonto)”. Muy poca gente sabe -y si lo cuento aquí es porque lo sé- que Hillary Clinton terminó de escribir el primer tomo de sus memorias en la casa de Julio Iglesias en Ojén, un pueblo de Andalucía en donde el cantante español pasa la mayor parte de su tiempo. Así que ni tan tonto ni tan frívolo. Es una persona que se ha movido con discreción en círculos de poder y desde allí ha servido de mediador, cuando se lo han pedido, en situaciones difíciles o comprometidas para su país. Los juicios descalificadores de personajes públicos, si es que son irrefrenables y no te los puedes aguantar, deberían quedar para el salón de tu casa o la conversación de amigos en una cafetería. En una emisora de gran audiencia, quedan fatal.
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