La chica de las sentadillas

Lun, 18/11/2019 - 10:21
Me llamo Camilo Villegas y no soy para nada como pienso. De hecho, pienso todo el tiempo cosas terribles, tan terribles que ni siquiera me atrevo a enumerarlas. Pero luego, en la realidad, soy un tipo
Me llamo Camilo Villegas y no soy para nada como pienso. De hecho, pienso todo el tiempo cosas terribles, tan terribles que ni siquiera me atrevo a enumerarlas. Pero luego, en la realidad, soy un tipo dócil, contemporizador, dispuesto a darle la razón a todo el mundo, no por cortesía, sino porque todo el mundo la tiene. Incluso cuando dicen estupideces, llevan un poco de razón si piensas en lo que han sido sus vidas, de modo que asiento con la cabeza mientras imagino la forma de eliminarlos. Esa chica que se encuentra en el extremo del gimnasio, haciendo sentadillas, ¿estará pensando también cómo acabar con alguien? Me ha sentado algo mal, tengo el estómago revuelto. No puedo hacer ejercicio e intento, pese a ello, poner en marcha pensamientos misericordiosos. Ayer a mediodía, me paró en la calle, frente a cámara de comercio, un captador de chaleco azul, de los que piden dinero para los niños pobres, me dijo: “Camilo, si donas 25.000 pesos mensuales a la UNICEF, darás muchos litros de agua potable durante varios meses a diez niños de algún lugar de La Guajira. Me hace sentir mal, de modo que le dije que sí y ejecuto esa buena acción. Hago muy buenas acciones al cabo del día para contrarrestar los pensamientos horribles. Para disimular que soy un misántropo. Cuando escuché por primera vez esta palabra, misántropo, y me enteré de su significado, pensé que eso era lo que me ocurría a mí, que odiaba a la humanidad, lo que significaba que me odiaba a mí mismo. Tengo muy mal concepto de mí mismo. Tal vez me comporto de forma amable con la gente para disimular la basura que llevo dentro. Me duele esa basura y me duele la humanidad, así que me la paso donando dinero, no sólo a bandas delincuenciales, sino también a la policía, a la DIAN y a los almacenes Éxito. Ayer por ejemplo, me llegó un mensaje de texto, según el cual, si enviaba la palabra “HAMBRE” a determinado número, daba de comer durante varios días a un niño del Chocó. Me quedé con la intriga, respondí enviando la palabra en cuestión y me quedé más tranquilo. Hoy, la chica que suele hacer sentadillas en el gimnasio, sacó su iPhone, quizá para lo mismo que yo hice ayer.
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