La cocina del diablo

Jue, 31/08/2017 - 10:33
Sea este el momento para reunir con precisión las letras que han de describir este lugar. Juré no hablar de ella pero como no juro nunca nada al diablo entonces acá va esta historia…

Lo curios
Sea este el momento para reunir con precisión las letras que han de describir este lugar. Juré no hablar de ella pero como no juro nunca nada al diablo entonces acá va esta historia… Lo curioso, la acción de ser curioso y el ejercicio de buscar se descompone cuando es un lugar, ese lugar, la cocina, quien por curiosidad te encuentra. No existe un sueño de un solo cocinero que despierte el deseo de verla y cocinar en ella o para ella, de eso estoy más que seguro. ¿Para qué la necesidad de nombrarla si no sabían de su existencia? Muchos han pasado cerca y pocos otros han tenido la coincidencia de estar ahí, cocinando, en lo que podría ser un comienzo cualquiera y el inicio del largo final de su historia como cocineros. ¿Coincidencia? –Sí. Allí no se postula nadie para cocinar, solo coinciden con el lugar y el tiempo inmejorable para comenzar a trabajar. No hay letrero, un viejo, selecto y refinado porche es a su fachada como si en su interior existiera el lugar de todo anhelo para crear los más exquisitos platos. Sentí algo inexplicable al cruzar su puerta, fue un incomprensible sentimiento de entrar o tal vez de salir, no lo sé, solo sé que estuve ahí. ¿En dónde está? -No importa realmente donde está, su ubicación no merece mayor consideración e importancia cuando la atención real se adhiere a su interior en donde un sobrio corredor es el preludio de aquella cocina, un corredor manchado por hombros afanados que rayan con torpeza sus paredes dejando un rastro de vida y trozos de su distinción. No debo hablar de esto pero no me importa. Tal vez pocos pasaron los primeros párrafos de esta ininteligible historia y yo preocupándome por estar describiendo lo que vi. Cocineros con carácter templado, criados con cuchillos afilados que te enseñan a no cometer errores porque su hoja cortante no conoce el perdón y mucho menos las disculpas, solo cumplen su función de cortar. Una estufa imponente con fogones de oro que le hacían cama a un impetuoso fuego, un fuego que cura con el tiempo las sartenes. Sartenes que cocieron los más soberbios sabores, sabores preparados por las manos de los mejores cocineros, cocineros con cicatrices por la furia del fuego, y sí, otra vez ese fuego que quema y arde como el infierno y un infierno que solo pocos, algunos y otros conocemos. Cociné por casi 12 años allí. No entré y tampoco salí, solo aprendí. La cocina de diablo. “En consideración y respeto por todos aquellos que han luchado por sus sueños” ¡Buen provecho!   Santiago D. Otero Crítico Gastronómico IG @lascriticasdetato FB: Las Críticas de Tato Twitter: @tatootero79
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