La UP contada por sus sobrevivientes, una historia que jamás terminó.

Lun, 19/12/2011 - 10:56
He notado con extrañeza desde mi ausencia por estas páginas, que lo que más está de moda entre los blogueros son las anécdotas personales o los temas humorísticos.

No critico esas plumas, cre
He notado con extrañeza desde mi ausencia por estas páginas, que lo que más está de moda entre los blogueros son las anécdotas personales o los temas humorísticos. No critico esas plumas, creo que en un país tan “en serio” como Colombia son necesarios esos espacios, sin embargo, con el fatalismo que caracteriza al bogotano, he decidido retomar mi labor en este blog. Tal vez lo que me animó a escribir hoy fue la historia de portada que aparece en kienyke.com, titulada “La Unión Patriótica en la voz de sus sobrevivientes”. Esta hace referencia al exterminio de la Unión Patriótica (UP) contada por sus protagonistas, “sus sobrevivientes”, como lo recoge el título exactamente. El capítulo de la UP es francamente vergonzoso. No sé cómo un país que se precia de tanta legalidad, tanto Estado de derecho y tanta democracia, pudo llegar a eso. Nos sensibilizamos con los genocidios extranjeros y sentimos satisfacción cuando decimos que esto no es África, sin embargo lo que aquí ha tenido lugar no tiene perdón alguno en ningún hemisferio, en ningún sistema político, y en ningún credo religioso. La UP quedó en el pasado como un capítulo más de las llamadas “violencias”, sí, en plural, pues nuestra capacidad de re - ingeniería de las “violencias” es tal vez nuestro mayor logro nacional. No soy de derechas ni de izquierdas, tampoco de centro, púes sino no andaría escribiendo de historia política y de violencia. Algunas veces en la vida vamos más hacía al derecha, otras hacia la izquierda, pero ello no nos matricula con una ideología. La ideología es la que uno quiera tener, mientras la respete, la honre y no la traicione, esta concepción es muy diferente a la dinámica de la policía, pues no obedece a conveniencias, finalmente ni yo ni muchos somos elegidos popularmente, ¿así que qué más da en que queramos creer hoy?, mientras ello no sea fuente de exacerbadas y dañinas pasiones, no está mal. Más allá de referirme a la polarización, que es un elemento sine qua non de la historia nacional y de su política, la foto de una Clara López joven en la Plaza de Bolívar junto con sus compañeros de partido me llamo mucho la atención. Esta semana se conmemoró otro triste aniversario de nuestras “violencias”, el asesinato de Guillermo Cano, el cual, por supuesto sigue en la impunidad. A veces me pregunto qué es peor, la justicia show a la que estamos acostumbrados, o la inoperancia absoluta cuando de resolver crímenes atroces se trata. Las “violencias” nos han tocado a todos, a la derecha, a la izquierda, a la clase alta, a la media, a la baja, es intrínseca al pueblo colombiano, mientras tanto en esa foto a blanco y negro aparece un Bernardo Jaramillo risueño, con su usual cara de tranquilidad, con su mirada clavada en el horizonte. Todo sucedió en la década de los ochenta, yo era un niño pero recuerdo como cada fin de semana llegaba mi padre con caras largas por algún asesinato de la UP. A pesar de que nunca ha tenido un cargo público y su vida se ha desarrollado – afortunadamente - en la empresa privada, siempre recuerdo el dolor que le causaba la muerte de alguno de los miembros de la UP, como si fuera su partido, como si les conociera, tal vez porque se sintonizaba con ellos, con su dolor, con el anónimo sentir de este pueblo en donde los que pueden hacer algo no hacen nada. Aunque hemos gozado de la esquizofrenia política propia de cualquier familia colombiana, la UP siempre fue para nosotros un tema de tristeza, como si los conociéramos, como si fueran nuestros vecinos. No era protagonismo, no era nada, de nada nado nos hubiera servido conocerlos, pero de esos episodios nació la inmensa nostalgia que se siente ver esas fotos a blanco y negro de Aida Abella gritando, de Bernardo Jaramillo risueño y sereno, de una Clara López joven y luchadora. Aunque tuve una crianza de clase media alta, colegio bilingüe, catolicísimo y cero agendas políticas, no he sido ajeno a curiosear todos estos temas. Hoy día ya más “grandecito”, me quedo pensando como en mi memoria de infante ochentero tengo grabada la imagen de Carlos Pizarro con sombrero, el bigote de Bernardo Jaramillo, la voz de Álvaro Gomez Hurtado, el afiche Luis Carlos Galán, las gafas de Manuel Cepeda, en fin, algo de cada uno de ellos, de todos los que han asesinado. Esta foto que aparece junto a la crónica sobre la UP que aparece en kienyke.com no solo me llevo a mis recuerdos – tristes - de infancia, sino que me demostró que seguimos en lo mismo, violencias fratricidas, polarización, impunidad. Más tarde cuando opté por estudiar derecho no lo hice pensando en que sería un prestigioso o gran abogado, creo que es hora de reconocer que las leyes y la justicia en Colombia dejan mucho que desear, pero así como un día pensé que era azul, otro rojo, y hoy o mañana amarillo, escogí mi carrera porqué pensé en ser político – en el buen sentido de la palabra -, pensaba en cambiar algo, pensaba en hacer algo por mi país, pensaba en que la rueda si iba a dar la vuelta. Colombia tiene una deuda histórica con sus hijos, con los colombianos. Ya es un “cliché” decir que no hemos vivido un solo día de paz, lo más grave es pensar que hoy tengo 31 años, y así como mis bisabuelos vivieron la Guerra de los Mil Días, mis abuelos la “violencia entre liberales y conservadores”, mis padres el inició de las FARC, a mí me tocó la guerra del narcotráfico, la muerte de más de 3 candidatos presidenciales, el exterminio de un partido político, el auge de los paramilitares, y ahora las bandas criminales. En esa foto se veía una Clara López optimista, risueña, joven, una de las pocas sobrevivientes de la UP, una mujer que, paradójicamente se lanzó a las elecciones para alcalde en 1988, y hoy día es Alcaldesa Mayor designada de la ciudad, una persona que como todos merecemos saber la verdad de lo que paso con la UP, quién los mato, porqué, para qué. Este no es un país olvide o sea simplemente indolente como muchos creen, es más bien un país que cada vez tiene que soportar más y más, y la muerte y el dolor de mañana con prisa nos priva de llorar el de ayer. Ojala que tanto aparato estatal, tanta burocracia, tanto sistema penal acusatorio, tanta tutela tanta corte, tanto ministerio, tanto de todo sirva para algo, para servirnos a los ciudadanos principalmente, no para servirse y seguir como sigue todo, en donde un día vemos una foto y nos acordamos de los muertos de ayer y nos extrañamos con el silencio de hoy. En un país donde las muertes ilustres quedan impunes, ¿qué podemos esperar de las muertes de los demás?, es una lástima, no estamos preparados para pasar la página, para que nos engañen con falsos procesos de desmovilización, con improvisada reconciliación y reparación, aquí no se ha terminado nada, simplemente anochece para que amanezca con una nueva noticia de crueldad y sangre. Lamentable lo de la UP, lamentable lo de Carlos Pizarro, lamentable lo de Álvaro Gómez, lo de Luis Carlos Galán, lo de Guillermo Cano, lamentable lo que nos ha pasado a todos, pero más lamentable aun es que estemos persiguiendo ladroncitos y buscando preacuerdos y no cerrando las heridas que aun desangran a este país.  
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